Los inicios del Dominio Edo

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Mientras descendían la montaña para dirigirse a Nigata, tuvieron un encuentro inesperado que cambió el curso de su viaje. Al atravesar un bosque antiguo, se toparon con un hombre cansado pero conocido: Takefuso Son, un antiguo miembro del Clan Azai que había desertado. Este se unió al grupo mientras conversaba con Haruka, caminaba a la par con ellos poniéndose al día con el joven, ya que habían convivido muchas cosas cuando estaban niños, pero algo se notaba en él, una mezcla de resignación y determinación en sus ojos. La comunicación verbal entre él y Haruka parecía un susurro no dicho, pero estaba claro que había algo que Takefuso quería compartir, algo que se interponía en su conciencia.

La travesía continuó hasta que, al llegar a un punto elevado, observaron la ciudad de Fukui, envuelta en una inusual columna de humo. La inquietud se apoderó de ellos, y la urgencia de la situación les instó a acelerar el paso. Al adentrarse en la ciudad, la realidad de la guerra se desplegó ante ellos. El clan Nobunaga y el Clan Tokugawa, bajo las órdenes de Oda Nobunaga y Tokugawa Leyasu, respectivamente, asediaban Fukui con un asalto coordinado. Takefuso, a pesar de su reciente incorporación, mostró una valentía inquebrantable y se lanzó a la lucha junto a Haruka, Musashi y Hiroshi.

La batalla que siguió fue un caos coordinado de movimientos, estrategias y habilidades marciales. Cada enfrentamiento encendía la llama de su determinación. Mientras Haruka y Takefuso se enfrentaban a su propia tormenta de enemigos, Musashi, el maestro legendario, encaró a varios espadachines enemigos. Su presencia imponente y serena desafió a aquellos que se atrevieron a cruzarse en su camino. Con un movimiento casi etéreo, Musashi adoptó la postura del torbellino. Su katana se convirtió en una extensión de su cuerpo, cortando el aire con una velocidad asombrosa. Los espadachines enemigos se encontraron atrapados en una danza frenética, incapaces de seguir el ritmo vertiginoso de Musashi. Cada movimiento de su espada era un susurro del viento, y el control del fu, el ki del viento, se manifestaba en cada golpe con el aura que salía del maestro Musashi.

Los espadachines enemigos, desorientados por la velocidad de Musashi, intentaban en vano contraatacar. Sin embargo, la maestría en la postura del torbellino le otorgaba una ventaja insuperable a Musashi. Al final de la contienda, los espadachines yacían en el suelo, vencidos por la danza letal del maestro.

Mientras tanto, Haruka y Takefuso enfrentaban su propia prueba. Diez soldados, cinco para cada uno, intentaron detener su avance. Haruka, con su destreza entrenada y agilidad sobresaliente, danzaba entre los enemigos con una gracia letal. Su katana cortaba con precisión quirúrgica, desviando los ataques enemigos y respondiendo con golpes mortales. Takefuso, aunque era menos experimentado, no carecía de valentía. Luchaba con determinación, enfrentando a los soldados con una fuerza bruta. Aunque sus movimientos eran menos refinados que los de Haruka, su coraje compensaba su falta de habilidad. Haruka, con su agilidad felina, bailó entre los enemigos con movimientos frágiles y precisos. Su katana corto con un resplandor mortal, desviando golpes y respondiendo con contraataques letales para vencer a todos los soldados presentes. Unos giros rápido y unas estocadas certeras dejaron a los soldados caídos en su estela. Takefuso, con golpes fuertes y directos, enfrentaba a los enemigos con una fuerza bruta.

Sin embargo, la superioridad numérica comenzó a inclinar la balanza. Haruka y Takefuso se veían rodeados, sus movimientos cada vez más frenéticos. En ese momento crítico, la tragedia golpeó inesperadamente. Un enemigo astuto y sigiloso se abalanzó sobre Takefuso, clavando su espada en el costado del valiente guerrero. El impacto sorprendió a todos, y el grito de dolor de Takefuso resonó en la noche.

Haruka, testigo de la situación, desató una furia descontrolada. El enemigo que había herido a Takefuso se convirtió en el blanco de su ira. Sus ojos se tornaron vacíos y con movimientos rápidos y brutales, Haruka se lanzó sobre el atacante. Cada golpe era una expresión de rabia y desesperación. La katana cortó la cabeza del soldado con un frenesí mortal, vengando la herida infligida a su compañero. 

Takefuso, herido y debilitado, aprovechó sus últimos alientos para dirigirse a Haruka

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Takefuso, herido y debilitado, aprovechó sus últimos alientos para dirigirse a Haruka. Entre susurros entrecortados, le reveló que su hermano, Mitsunari, había traicionado a su padre y ahora lideraba el clan Azai, que esa fue la razón de que desertara. Además, sugirió que su padre estaba prisionero a manos de Mitsunari. Antes de que Haruka pudiera procesar completamente esta verdad impactante, Takefuso, con un último suspiro, dejó este mundo. Su cuerpo, marcado por la valentía y yacía en los brazos de Haruka en medio del campo de batalla. La furia de Haruka se desvaneció en un silencio pesado, mientras contemplaba la pérdida y la revelación que cambiaría el curso de su búsqueda.

Mientras la batalla en Fukui llegaba a su punto álgido, Musashi y Hiroshi luchaban con destreza y coordinación, avanzando hacia el lugar donde Haruka enfrentaba su propia tormenta. Desde la distancia, Musashi notó la figura de Haruka arrodillado en medio de la carnicería de muertos, sosteniendo el cuerpo sin vida de Takefuso en sus brazos.

La lluvia cesó momentáneamente cuando Musashi, con agudo instinto, percibió la amenaza cercana a Haruka. Tres soldados enemigos se acercaban sigilosamente, con sus intenciones claras, matarlo. Sin embargo, en un instante, Haruka, se levantó como una ráfaga de viento para defenderse. La danza de su katana cortó el cuello de su contrincante, eliminándolo con una precisión mortal. Seguidamente con la katana de Takefuso en manos, Haruka repelió el ataque de otro soldado y cortó los pies de su adversario, dejándolo indefenso. La katana del soldado había caído y se convirtió en el instrumento de su propia muerte, ejecutándolo a él y al tercer enemigo que quedaba. 

La escena fue una lluvia de sangre, donde la furia y la habilidad se entrelazaban en cada movimiento

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La escena fue una lluvia de sangre, donde la furia y la habilidad se entrelazaban en cada movimiento. Musashi y Hiroshi, en un rastro de destrucción, avanzaron hacia la ubicación de Haruka. Sus espadas danzaban al compás de la batalla, eliminando a tres enemigos más en su camino. Cuando llegaron a Haruka, la gravedad de la situación se hizo evidente. Los maestros consolaron a su discípulo, comprendiendo la pérdida que pesaba sobre él.

En medio del caos y la lluvia roja de la batalla, Musashi y Hiroshi compartieron un breve intercambio de miradas. Entendiendo que la ciudad de Fukui estaba condenada; el clan Nobunaga y el clan Tokugawa la envolverían en su abrazo de fuego y conquista. Haruka, entre lágrimas y furia, sugirió que su destino se dirigiera a Kyoto, una ciudad del clan Azai.

"Debemos llevar el cuerpo de Takefuso a su familia", dijo Haruka con una mezcla de dolor y resolución. Musashi y Hiroshi asintieron, entendiendo que su deber como maestros era guiar a su discípulo a través de la tormenta que se avecinaba.

En silencio, los tres se dirigieron hacia Kyoto, dejando atrás la ciudad ardiendo y las sombras del pasado que aún se cernían sobre ellos.

Kage no Ronin-Ronin de las SombrasWhere stories live. Discover now