La ciudad de Kyoto

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La ciudad de Kyoto, impregnada de la elegancia y la complejidad de la política feudal, recibió a Haruka, Musashi y Hiroshi con callejones estrechos y estructuras de madera que hablaban de siglos de historia. Llevaban consigo el peso de la pérdida de Takefuso, su silueta recordando la fragilidad de la vida en medio de la guerra. Al llegar al hogar de los Son, dejaron respetuosamente el cuerpo de Takefuso y expresaron sus condolencias a la afligida familia. Las lágrimas y los suspiros llenaron la habitación mientras la familia agradecía a los samuráis por su valentía y compartía historias sobre el honorable Takefuso.

Al salir de la casa, el destino les tenía preparada una sorpresa. En una encrucijada, se encontraron con Kenji, el antiguo rival de Haruka en el torneo del clan Azai, ahora convertido en un poderoso Daimio gracias a su lealtad a Mitsunari. Aunque Kenji parecía reconocer a Haruka, quedó envuelto en la duda. Decidió enviar a uno de sus guardias para vigilar los movimientos de los samuráis. Con la aguda percepción de Musashi y Hiroshi, los tres lograron esquivar la vigilancia y encontrar refugio en una plaza solitaria. Allí, entre sombras y murmullos, escucharon conversaciones entre soldados de la guardia del Clan Azai. Las noticias que flotaban en el aire eran inquietantes. Mitsunari, el hermano de Haruka, enfrentaba conflictos con clanes que anteriormente mantenían tratados de paz con el Clan Azai. Había tensiones crecientes, y los soldados comentaban sobre la presencia de fuerzas del Clan Nobunaga en las fronteras, una presencia que se intensificaba a medida que el clan extendía su dominio. La ansiedad se apoderó de Haruka al escuchar rumores sobre los calabozos. No sabían si su padre, el antiguo líder del Clan Azai, podría resistir los conflictos internos y la creciente influencia de los clanes enemigos. A pesar de la tensión palpable, decidieron salir de Kyoto, pero antes de abandonar la ciudad, Haruka, con voz temblorosa, compartió su deseo con sus maestros.

"Necesitamos saber la verdad sobre mi padre. No puedo dejarlo sufriendo en las sombras. ¿Me ayudarán a encontrarlo antes de que abandonemos Kyoto?"

Musashi y Hiroshi intercambiaron miradas comprensivas y asintieron. La búsqueda de la verdad se convertiría en una nueva travesía para los tres samuráis, un camino incierto que los llevaría a descubrir secretos ocultos en las sombras de Kyoto.

Comprometidos con desentrañar los secretos entrelazados del Clan Azai, se embarcaron en una discreta investigación en el corazón de la ciudad. Haruka, junto con sus maestros Musashi y Hiroshi, se aventuraron hacia las tranquilas afueras de Kyoto en busca de un contacto valioso. Se trataba de un antiguo amigo del sirviente del templo Azai, quien había sido el mentor de Haruka durante sus primeros días en el camino del samurái. Este respetado amigo había sido mencionado en varias ocasiones por el sirviente del templo, y gracias a la memoria deslumbrante de Haruka, recordó la ubicación aproximada de donde vivía el sabio anciano. A medida que avanzaban por las callejuelas empedradas de Kyoto, guiados por la información recopilada de mercaderes y taberneros, los samuráis comenzaron a vislumbrar pistas del antiguo dojo. Entre susurros y rumores, recibieron una valiosa indicación sobre la ubicación exacta del lugar sagrado de entrenamiento.

Al llegar al antiguo dojo, el anciano maestro samurái, amigo del sirviente del templo Azai, se sorprendió al reconocer a Haruka. Entre sonrisas y gestos de gratitud por un antiguo favor, el anciano samurái acogió a los tres guerreros con los brazos abiertos. El dojo, envuelto en una atmósfera de serenidad y tradición, se ofreció como un refugio para el cansado trío de guerreros.

"Es un honor recibir a un discípulo del templo Azai en mi humilde morada. Vuestra presencia ilumina este rincón olvidado del camino del samurái", expresó el anciano con respeto, haciendo una reverencia.

Agradecidos por la hospitalidad, los samuráis se instalaron en el dojo, donde cada rincón contaba historias de antiguas batallas y enseñanzas perdurables. Los días transcurrieron en un ritmo pausado y reflexivo, mientras los guerreros se sumergían en un entrenamiento cuidadoso y discreto. En los patios del dojo, bajo el resplandor del sol naciente, se desplegaban diálogos profundos sobre las artes de la espada y la filosofía samurái. Musashi y Hiroshi compartían sus vastos conocimientos, mientras Haruka absorbía cada palabra con la sed de un guerrero en busca de su verdad.

Kage no Ronin-Ronin de las SombrasWhere stories live. Discover now