Retorno a un Hogar Desconocido

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Ciudad de Osaka

La noche se cernía sobre ellos mientras se dirigían hacia la ciudad central Osaka del Clan Azai, donde la vida del padre de Haruka pendía de un hilo. En sus corazones ardía una llama que, aunque controlada, amenazaba con consumirlos en su viaje hacia lo desconocido. La ciudad de Osaka, antes vibrante con la alegría y la vitalidad propia de un clan samurái próspero, ahora yacía bajo la sombra opresiva del liderazgo de Mitsunari. Al acercarse a las murallas de la ciudad, Haruka, Musashi y Hiroshi notaron un cambio drástico en el ambiente. Donde antes resonaban risas y el bullicio de la vida cotidiana, ahora solo se escuchaba el pesado paso de los guardias del Clan Azai patrullando las calles estrechas.

Las estructuras de madera que formaban la ciudad parecían más sombrías, como si la propia esencia de la felicidad se hubiera desvanecido. Los ciudadanos, que solían saludar con entusiasmo, ahora caminaban con la mirada baja, sus rostros marcados por la desdicha. Era evidente que el liderazgo de Mitsunari había transformado el espíritu de Osaka.

Antes de ingresar a la ciudad, Haruka, Musashi y Hiroshi se ocultaron en las sombras, observando la situación desde la distancia. Los guardias, una vez defensores honorables del Clan Azai, ahora se habían convertido en instrumentos de opresión bajo el mando de Mitsunari.

Musashi frunció el ceño al observar la escena. "La esencia misma de este lugar ha sido corrompida. La nobleza que una vez irradiaba el Clan Azai ha sido reemplazada por la sombra de la tiranía".

Hiroshi asintió, sus ojos analizando cada rincón de la ciudad. "La gente sufre bajo este nuevo régimen. Mitsunari ha llevado al clan por un camino oscuro".

Haruka, sintiendo el peso de la responsabilidad, apretó la empuñadura de su espada. La ciudad que alguna vez llamó hogar se encontraba en ruinas, y la urgencia de salvar a su padre se volvía más apremiante.

Finalmente, decidieron avanzar con cautela. Infiltrarse en la ciudad sería un desafío, pero debían llegar al corazón del Clan Azai antes de que el tiempo se agotara. Mientras avanzaban por callejones ocultos, escucharon murmullos de la gente oprimida, sus susurros llenos de miedo y desesperación. Al llegar al centro de la ciudad, donde se encontraba el castillo del Clan Azai, la magnitud de la corrupción se reveló por completo. Mitsunari había transformado el castillo en una fortaleza impenetrable, rodeada por guardias sombríos que observaban cada movimiento con ojos desconfiados.

El castillo, que solía irradiar grandeza y honor, ahora estaba envuelto en una oscuridad palpable. Las banderas ondeaban con un negro lúgubre, y la atmósfera estaba cargada de un aire opresivo. Haruka recordaba los días en que caminaba por esos mismos pasillos con la esperanza en su corazón, y la tristeza lo envolvió. Un informante desconocido, temeroso de represalias, había logrado comunicarse con Haruka, Musashi y Hiroshi, revelándoles el oscuro plan de Mitsunari, la información detallaba que el asesinato sería un espectáculo público, diseñado para aterrorizar a aquellos que aún dudaban del liderazgo de Mitsunari en el Clan Azai. Si querían salvar al patriarca Masatsugu, debían infiltrarse en el castillo antes de que la sentencia se llevara a cabo.

Los tres samuráis avanzaron hacia el castillo, cada paso resonando con la determinación de desafiar la tiranía que había caído sobre el Clan Azai. 

Ante la imposibilidad de enfrentarse abiertamente a la legión de guardias, Haruka, apelando a sus habilidades de ronin, optó por la sutileza y el sigilo. En las sombras, con movimientos tan sigilosos como el viento, eliminó silenciosamente a los guardias de la entrada pero la silueta de Musashi se tensó al presenciar las acciones de Haruka. "¿Qué estás haciendo, Haruka? Un verdadero samurái no se rebajaría a tales tácticas furtivas. No es honorable".

Haruka, sin detenerse en su avance, respondió con un tono áspero: "Tal vez no lo entiendas, Musashi. Mi padre está en peligro, además no sé si lo olvidaste, pero, yo no soy un samurái. Soy un ronin, desterrado de mi clan y despojado de la etiqueta y las normas. No tengo tiempo para la pompa y la ceremonia".

El rostro de Musashi se endureció y con una mezcla de decepción y enojo dijo: "Incluso como ronin, debes mantener ciertos principios. No puedes olvidar quién eres y de dónde vienes".

Haruka apretó los dientes mientras contenía su furia y sus ojos iluminaban un fuego interior. "No tienes idea de lo que significa enfrentarse a la soledad y al exilio, Musashi. La etiqueta y la honorabilidad no significan nada cuando tu mundo se desmorona".

Musashi, sin ceder en su postura, respondió con severidad: "Incluso en la oscuridad, hay límites que no deben cruzarse. Como samurái, debemos mantener la integridad".

"¡Integridad! ¿Qué sabes tú de integridad? Mi propio padre me dio la espalda, y ahora, el hombre que debería ser mi hermano planea matarlo. No tengo tiempo para tus lecciones de moral, Musashi". Dijo Haruka muy enojado.

Musashi, aunque afectado por las palabras de Haruka, no cedía. "Aún eres un guerrero, Haruka. No dejes que la oscuridad te consuma por completo".

La tensión entre ellos era palpable mientras avanzaban por los pasillos, los ecos de sus palabras resonaban en el silencio de la fortaleza. Haruka, enfocado en la tarea inmediata de salvar a su padre, empujaba sus límites, dejando que la ira y la desesperación guiaran sus acciones.

El conflicto no resuelto entre Haruka y Musashi añadía una capa adicional de tensión a la ya peligrosa misión. Mientras se internaban más en el castillo, el enfrentamiento entre el ronin deshonrado y el samurái de principios parecía inevitable. La oscuridad del Clan Azai se cernía sobre ellos.

El choque de acero resonó en los pasillos del castillo mientras Haruka y Musashi se enfrentaban a los guardias. La destreza de Haruka era evidente, pero su estilo carecía de la gracia y el respeto que Musashi esperaba de un verdadero samurái. A pesar de su desacuerdo, este se unió a la lucha, desarmándolos con maestría. Sin embargo, la tensión entre él y Haruka persistía como una tormenta que amenazaba con estallar en cualquier momento.

Durante la pelea, Hiroshi se mantenía en silencio, su rostro impasible mientras observaba la discordia entre sus dos discípulos. Sabía que este era un conflicto que debían resolver por sí mismos.

Cuando finalmente lograron neutralizar a los guardias en ese pasillo, Musashi se dirigió a Haruka con seriedad. "Haruka, la violencia ciega no es el camino de un guerrero, estas dejando que la ira te consuma. Deberías buscar una salida más honorable".

Haruka, agarrando su Katana con impaciencia, miró fijamente a Musashi. La tensión entre ellos estaba a punto de alcanzar su punto álgido cuando un sonido distante interrumpió el momento. Campanas y trompetas resonaron en el castillo, marcando una advertencia inminente.

En ese momento, un guardia logró escapar durante la disputa anterior y alertó a todo el castillo de la presencia intrusa. La noticia se extendió como un reguero de pólvora, y los soldados del Clan Azai se prepararon para repeler a los invasores.

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