El caos

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Mientras Musashi y Haruka emergían de entre los escombros del castillo en ruinas, las afueras eran un desastre. Ciudadanos y soldados se apresuraban para apartar los escombros y socorrer a los heridos. Mitsunari y Rokuro se encontraban en medio del caos, y la expresión de Mitsunari reflejaba miedo y desesperación.

Mientras Musashi y Haruka eran ayudados por dos amables ciudadanos fuera del castillo, la escena cambiaba a Mitsunari y Rokuro. Mitsunari, alterado y temeroso, daba órdenes desesperadas a sus seguidores para encontrar a su hermano Haruka y a su madre, con la intención de poner fin a sus vidas. La ciudad estaba en caos debido a los escombros del castillo, pero Mitsunari no estaba dispuesto a rendirse.

En los alrededores, los ciudadanos ayudaban a Musashi y Haruka a ponerse en pie. Haruka aún estaba inconsciente, y Musashi mostraba señales de haber sufrido golpes por los escombros que caían durante el derrumbe del castillo. Los dos samuráis heridos eran guiados por los ciudadanos hacia un lugar seguro, lejos de la furia del conflicto que aún persistía. Mientras tanto, Mitsunari, con el rostro lleno de miedo y rabia, continuaba dando instrucciones frenéticas a sus seguidores. La destrucción del castillo había sumido a la ciudad en un estado de confusión y desorden. La búsqueda de Haruka y su madre se volvía cada vez más intensa, mientras Mitsunari buscaba venganza y control absoluto.

La situación se desenvolvía entre el caos de la ciudad y la lucha interna de Mitsunari, mientras Musashi y Haruka, apoyados por los ciudadanos, intentaban recuperarse y encontrar un refugio temporal, entre los escombros y la destrucción del castillo, la madre de Haruka, la señora Kotsuki, se encontraba atrapada, buscando desesperadamente una salida mientras el caos reinaba a su alrededor. Fue entonces cuando, en medio de la penumbra y la confusión, se topó con Hiroshi, quien yacía herido debajo de los escombros. Hiroshi, aunque gravemente herido, mantenía su compostura y una sonrisa tranquila. La señora Kotsuki, al ver el estado de Hiroshi, se alteró y expresó su preocupación por la salud del valiente guerrero. Pero Hiroshi, con su característico espíritu indomable, intentó restarle importancia a sus heridas.

—No te preocupes, señora Kotsuki. Solo son raspones, nada que no pueda sanar —dijo Hiroshi, con una calma que contrastaba con la gravedad de su situación.

Al intentar levantarse, la señora Kotsuki notó que el brazo derecho de Hiroshi estaba completamente destrozado. A pesar de ello, él insistió en que encontrar una salida del castillo debía ser su prioridad, ya que el colapso del edificio continuaba amenazando sus vidas.

Juntos, la madre de Haruka y Hiroshi se embarcaron en la peligrosa tarea de buscar un camino hacia la libertad entre los escombros que se desplomaban.

Mientras Haruka y Musashi eran ayudados por los ciudadanos a salir del castillo, Takeshi y Fumiyi, dos hermanos provenientes de Kyoto, se dirigían apresuradamente hacia su cabaña en las afueras del territorio del clan Azai. La cabaña, aunque antigua y deteriorada, se había convertido en su refugio desde que perdieron a sus padres a manos de la guardia de Mitsunari. Ahora, con el caos que reinaba en la región, estaban buscando un lugar seguro para esconderse.

En la cabaña, Takeshi y Fumiyi apuraban sus pasos, preocupados por el estruendo que provenía del castillo cercano. Sabían que la situación se estaba complicando, y la presencia de Mitsunari solo significaba más peligro para ellos y para todos los habitantes de la región.

Mientras tanto, Haruka y Musashi, acompañados por los ciudadanos que los ayudaron, llegaron al refugio improvisado de Takeshi y Fumiyi. Aquí los ciudadanos los dejarían con los niños, justificando que si los encontraban los matarían a ellos también. Los hermanos, al ver a Haruka, reconocieron de inmediato al hijo menor de Masatsugu, y eso cambió el tono de su conversación con Musashi.

—Eres Musashi, ¿verdad? —preguntó Takeshi, mientras le indicaba a Fumiyi, el hermano menor, que cuidara a Haruka—. Mi nombre es Takeshi. Escuchamos hablar sobre ustedes y su lucha contra Mitsunari.

Musashi asintió, comprensivo del difícil momento que estaban atravesando.

—Sí, soy Musashi. Lamentamos que también hayan sido afectados por esta guerra. ¿Cómo llegaron hasta aquí?

Takeshi suspiró y comenzó a contar su historia. Les relató cómo eran una familia de Kyoto y cómo, tras el asesinato de sus padres a manos de la guardia de Mitsunari, tuvieron que huir para sobrevivir.

—Desde entonces, hemos luchado día a día para subsistir. Vivimos en esta cabaña, es lo único que nos queda —explicó Takeshi, con determinación en su voz—. Fumiyi y yo nos encargamos de trabajar para poder comer.

Musashi observó a Fumiyi, el hermano menor, y notó la esperanza en sus ojos a pesar de las difíciles circunstancias.

—Prometemos ayudar en todo lo que podamos. Haruka se recuperará, y trabajaremos juntos para cambiar estas circunstancias. Dijo Takeshi

Musashi asintió, agradecido por la ayuda. Aunque el panorama era sombrío, la alianza entre estos sobrevivientes se formaba con la esperanza de un futuro mejor, y Haruka era el eje en torno al cual giraban esas esperanzas.

Mientras tanto en el castillo, Hiroshi y la señora Kotsuki, tras sobrevivir al colapso del mismo, se encontraron en una situación aún más peligrosa. Mientras intentaban encontrar una salida en medio de los escombros, se toparon con soldados de la guardia de Mitsunari que habían ingresado al castillo bajo sus órdenes.

El entorno caótico y los escombros les brindaron cierto grado de cobertura, permitiéndoles pasar inadvertidos frente a la mayoría de los soldados. Sin embargo, dos de ellos, rezagados del grupo principal, notaron la presencia de Hiroshi y la señora Kotsuki.

Con decisión, Hiroshi desenfundó su espada con destreza a pesar de su único brazo funcional. Adoptó la postura de Torbellino, ejecutando un movimiento rápido y preciso que silenciosamente eliminó a los dos soldados antes de que pudieran alertar a sus compañeros.

Al salir de entre los escombros, Hiroshi y la señora Kotsuki se encontraron rodeados por los soldados restantes de la guardia de Mitsunari. La luz del sol iluminó el caos que se había desatado en los alrededores, revelando la precaria situación en la que se encontraban.

—No pueden escapar, traidores —dijo un soldado, apuntando con su espada hacia Hiroshi y la señora Kotsuki.

Hiroshi, aunque herido y exhausto, se mantuvo firme, protegiendo a la madre de Haruka con su propia figura. La señora Kotsuki, a pesar de la incertidumbre que se cernía sobre ellos, mostró una serenidad inquebrantable.

—Somos leales al clan Azai, no a Mitsunari —declaró Hiroshi, desafiante—. Si buscan a Haruka, no permitiremos que lo encuentren.

Los soldados, fieles a las órdenes de Mitsunari, se prepararon para el enfrentamiento. La madre de Haruka, aunque angustiada, mantenía la mirada firme, lista para enfrentar cualquier desafío que se presentara. La batalla estaba a punto de desatarse, y la lealtad y el coraje de Hiroshi y la señora Kotsuki serían puestos a prueba en medio de la ruina del castillo.

Kage no Ronin-Ronin de las SombrasWhere stories live. Discover now