Capítulo 68

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Bloody Love

Capítulo 68
La Jugada de Lorene

LAUREN

Incluso cuando no hay nadie custodiando en el pasillo principal, porque eso solo serviría para marcar un punto de interés, los calabozos no están desprovistos de seguridad. Lorene no es estúpida, no se arriesgaría a confiar en la ignorancia de los lobos acerca de su escondite. Pienso en la calamidad que será abrir la puerta antes de empujarla, pero, para mi sorpresa, no chirría.

Las mazmorras serán seguramente la zona más descuidada del aquelarre, principalmente porque desde hace mucho tiempo la orden siempre ha sido no tomar prisioneros, y también porque era un lugar que a Pierce no le agradaba. El único mantenimiento que se le ha hecho desde antes que me fuera de la ciudad ha sido para asegurar que no hubiera daño estructural.

Así pues, ver que las escaleras están desprovistas de polvo y una lámpara colgada en una canasta de metal originalmente destinada a una antorcha en el primer descanso, es un claro indicativo. Nada más poner un pie en el primer escalón despliego mis sentidos, sabiendo que si hay un momento para no confiar solo en la vista, es ahora, a la vez usando mi Ofuscación a todo lo que da.

En lugar de la pistola, empuño mi daga personal en una mano y uno de los cuchillos escondidos en mis botas en la otra; si escucharan detonaciones tan cerca los custodios se alertarían, y el factor sorpresa será lo que más a favor me jugará ahora. Eso y mi propio potencial letal, claro. Bajando lentamente los escalones, procurando no producir el más ínfimo ruido, voy reconociendo la disposición de las guardias.

Las mazmorras cuentan con varios niveles. No son muy amplias, así que, aunque los primeros dos se destinaban a los presos promedios, entre ambos no hay más de doce celdas; el tercer nivel de arriba abajo era para aislar completamente a aquellos a quienes se quería ver más dóciles y sacarles información, sellado para que los sonidos no penetren ni salgan, y lo bastante lejos de la superficie para que no llegue ni un rayo de luz. También eran las salas de tortura preferenciales.

El último nivel no son calabozos convencionales, sino que es la cámara conocida como la perrera, donde en la época del Imperio se tuvieron a los perros que se soltaban en caso de ataque. Pierce selló las rutas por las que ellos salían dada la orden, así que ya no comunica directamente con el exterior, pero sé que mi media hermana ha vuelto a abrir el acceso interior, justo al final el tercer nivel.

La guarnición de protección de la Princesa hace un buen trabajo ocultando su esencia, pero por mucho que parece que sus presencias están todas aglomeradas en la última cámara, sé que no es así. Sus auras son tan débiles que dan la sensación de todos estar muy lejos, pero esa es precisamente la función de la Ofuscación, por lo que no es una pauta fiable. En su lugar, me fijo en qué tan agudas son, pues eso será lo que realmente delate sus posiciones.

El primer nivel parece estar despejado, pero no puedo confiarme, por lo que me tomo un par de segundos para oír, e incluso para inspirar profundo; no tendré el olfato de una bestia, pero definitivamente puedo captar más que un humano. No parece haber nadie, y aunque el fuerte olor a azufre podría ser provocado porque el laboratorio de Lorene está cerca, no se llega a cumplir seiscientos años siendo descuidado, así que no bajo la guardia al pisar el descanso.

Un tramo de escaleras más largo lleva al pasillo del primer nivel, el único al que llega alguna luz natural por los tragaluces en la pared, a la altura del techo, que será el más bajo de todo el castillo. Está efectivamente desértico y las celdas están cerradas, así que esconderse dentro de ellas no daría ninguna ventaja a nadie si tienen que tomarse el tiempo de abrirlas.

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