Malas noticias en el armario.

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Calem

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Calem.

—Señor, de verdad no me ocurre nada, solo estoy... cansado —hablé mientras me arrastraba a algún lugar.

Cuando me di cuenta ya estábamos en la cochera ¿Él siempre tuvo auto? Además, no soy de fijarme ese tipo de cosas, pero se veía costoso.

—¿Señor?

—Entra —indicó abriéndome la puerta y no entendí su expresión.

—¿Se encuentra bien?

Mi pregunta lo hizo sonreír sin emoción ¿Qué estaba pasando? Estuve tan inmerso en mis propios problemas, que no me percaté de que Vaughan podía estar teniendo los suyos.

Aunque en la oficina sigue igual de amable y capaz que siempre, ahora veo la abismal diferencia entre su profesionalidad y la mía.

Entró después de cerrar la puerta del copiloto donde ingresé en el vehículo y una vez a mi lado, suspiró pesadamente.

¿Qué hace una persona normal cuando su superior le dice que suba a su auto de manera inamovible e inexpresiva? Pues no lo sé, porque yo simplemente entré.

Mi instinto de supervivencia esta tan malditamente distorsionado, cielos.

—No me encuentro bien, pero tú tampoco —advirtió y sujetó el volante con ambas manos, presionando un poco sus dedos—. No estoy seguro si me consideras un amigo o siquiera alguien cercano, pero cuando te vi allí dentro, pensé que... colapsarías.

Tragué grueso.

No estaba muy lejos de la verdad.

—¿Por eso intervino y dijo que quería hablar conmigo?

Asintió sin mirarme y sonrió con sus ojos cerrados, donde vi leves ojeras debajo.

—Deja de tratarme formalmente.

Asentí un poco avergonzado ya que me cuesta tutelarlo, pero me hace feliz.

—Me niego a verte caer, Calem. No sé si lo sepas, pero al entrar a la empresa me sentí muy solo, como si la vida de todos fuese más sencilla que la mía y nadie entendiera lo difícil que se me hacía el simple hecho de llegar puntualmente. Una especie de rencor que es tan inmaduro y poco racional.

—Pero eso hace la tristeza, supongo —le interrumpí.

Vaughan sonrió sutilmente.

—El organizar los tiempos con mi niña, mi vida y el trabajo fue muy duro, es decir, todavía lo es.

Olvide que tiene una hija, yo a veces me agobio con los paseos de Anpan, sus vacunas, chequeos y con quién dejarlo cuando salgo, admiro a los que tienen la capacidad de cuidar niños.

—Cumplir con todo y verme entero mientras lo hacía, todo era tan agotador... hasta que entraste a la compañía.

Sonrió recordando aquello y me enterneció. Mi tristeza me hizo olvidar lo mucho que adoro sus gestos, su voz, su existencia.

EN EL ARMARIO (+18↔GAY)Where stories live. Discover now