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Guillermo Ochoa había por fin invitado a salir a su crush de la universidad.
Lionel Messi era uno de los chicos más guapos en toda la UNAM, sumándole que era extranjero, tenía un físico hermoso y era el mejor futbolista que actualmente tenía la universidad, era imposible que Memo no cayera por él.
Aunque Lionel no le era muy indiferente al arquero, llevaba semanas coqueteandole, esperando a que lo invitará a salir.
Se habían conocido en los entrenamientos de fútbol, ya que el Argentino es dos años menor.
Lionel siendo delantero y Guillermo portero se veían muy a menudo frente a frente.
En una de esas veces Lionel pateo demasiado fuerte el balón, dándole en la cabeza a Guillermo y haciendo que cayera al pasto, inmediatamente fue hacia el pidiéndole disculpas.
-Perdonamé Guille, fue sin querer- Dijo Lionel hincandose al lado del portero
-No pasa nada chaparrito, pero te perdono si me aceptas una salida- Aprovecho Ochoa la situación.
Se escuchó un "Uhhhhhh" de sus compañeros de equipo quienes estaban al rededor de ellos.
Lionel se sonrojo y acepto, le dio su dirección y continuo entrenando.
Hoy era el día de la cita.
Guillermo tomó su Corvette del 78 para poder pasar por el Argentino.
Guillermo encendió el auto y emprendió camino a la dirección de Messi.
Después de un rato manejando, en un semáforo en rojo le mando un mensaje.
Yo Ya estás listo? Paso en 8
Y continuo manejando sin esperar respuesta.
Una vez que llegó Lionel ya estaba esperándolo afuera, subió al asiento del copiloto.
Memo empezó a manejar sin un destino en particular pensando en coordenadas sin saber dónde va a ser.
-Me gusta el estilo de vos morocho- Dijo Lionel viéndolo, la luz de la luna rebotaba en sus caras.
-A mi me gustas tu chaparrito- Respondió este con una sonrisa.
Lionel se sonrojo pero no parecía indiferente al comentario.
Finalmente llegaron a un restaurante algo caro, Guillermo quería de verdad impresionar a Lío.
Platicaron, comieron, rieron e incluso bebieron un poquito de más, quitando la vergüenza y los nervios que sentían al principio.
Terminaron tambaleantes dirigiéndose al auto, abrazados y muy sonrientes.
Memo veía a Líonel como lo más bonito del mundo, no se cansaba de admirarlo, incluso estaba pensando en decirle que le podría rezar si se lo pedía.
