Nuestro Cadáver

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      Eran las dos de la mañana cuando Helena regresó al cementerio y exhumó el cadáver de Henry por cuarta vez

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      Eran las dos de la mañana cuando Helena regresó al cementerio y exhumó el cadáver de Henry por cuarta vez.
No pudo creer lo que veía en el interior del ataúd. ¿Cómo es posible que Helena aún seguía desbloqueando privilegios?

En cada visita a la tumba de Henry, la mujer había presenciado diversas facetas de su amado. Era como volver a ser una niña y descubrir el contenido de un huevo Kínder Sorpresa.

Todas las etapas del cadáver de Henry le habían cautivado; sin embargo, una en particular lo marcó tanto como si se hubiera muerto por segunda vez: al sexto día del entierro, el hoyuelo de su barbilla desapareció para siempre. Helena no pudo afrontarlo al punto de aislarse dos semanas con una profunda depresión. Esos días se dedicó en hacer collages de su mentón, y, más adelante, se le ocurrió la brillante idea de crear una cuenta en Instagram únicamente de recortes de su barbilla.
(Tiene cero seguidores y cero likes, por lo que nadie sabe de la existencia de ese perfil).

Ahora, después de cinco meses, Helena confirmó que a Henry no le bastaba con haber sido perfecto en vida, sino también en sus huesos.

Su esqueleto era tan hermoso que le quitó el aliento.

Descubrió que la muerte era una artista testaruda que siempre culminaba los planes de su obra; una exposición inevitable que habría hecho juego con los ojos color avellanas del difunto.

Helena le tomó una mano y sus huesos crujieron.

–Oh, Henry. Si esto no ocurriese creo que jamás me hubiese enterado de cuan perfecta es tu dentadura...

Deslizó los dedos por sus dientes, y dos ideas sacudieron su cabeza.

Una de ellas era hacerse con sus restos y elaborar un monumento. Imaginó sus huesos pintados de dorado o azul eléctrico (como era el color del coche de Henry) y en una pose graciosa o dramática. Quizás vistiendo algún sombrero de terciopelo o paja.

Helena negó con la cabeza. «No, eso sería descabellado». «¿Y si tan solo me llevo tu cráneo y te sumerjo en la resina que compré gracias a un video de Tiktok, y te pongo en mi mesita de noche? Ay, sí. Estarías protegido y siempre a mi lado».

Entusiasmada, sujetó con ambas manos el cráneo y empleó una fuerza para arrancarlo de la columna vertebral. Se escucharon dos ¡crack! Una por el despegue del cráneo y otra por una rama siendo pisada fuera de la tumba. Helena volteó en un salto con el cráneo en sus manos.

—Se los dije.

Una mujer vestida de negro la señalaba. Cuatro personas emergieron a sus costados, observando a Helena con terrible asombro.

—Mira, Fernando... –apuntó una señora mayor de ojos saltones como sapo. Temblaba en cada respiración–, tiene puesta la sudadera que le regalaste en su cumpleaños.

—¡¿Quién eres?! —chilló como una desquiciada la que había sido esposa, y ahora viuda, de Henry—. ¡Maldita enferma! ¡Tú...!

El padre del difunto, Fernando, le sujetó un brazo a la viuda.

Oasis NocturnoWhere stories live. Discover now