Mi héroe favorito

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—¡Devoras la comida como una verdadera piraña! Seguro querrás que te prepare otro emparedado.

—No, mamá. Estoy muuuuy lleno —Thomas se llevó el ultimo bocado a la boca y se terminó de beber el resto de su malteada de chocolate—. ¡Voy a explotar como un globo de «helo»! ¡¡Boom!!

—Helio —le apretó con dulzura una mejilla—. Bueno, a cepillarse los dientes y a la cama. Vamos.

—Sí, porque mañana iremos a visitar a la abuelita, ¿a que sí?

—Correcto. Me ha contado que te preparó muchos crespelles única y exclusivamente para ti.

La emoción empujó al niño fuera de la silla. Empezó a dar vueltas en círculos y hacer sonidos de grujidos. Sus manos se convirtieron en garritas mientras mostraba sus diminutos dientes.

—¡Soy una «pirraña»!

—¡Oh, no! ¡No me comas!

Thomas correteó a su madre por todo el comedor entre risas y gritos de socorro.

Mas tarde, el pequeño se subió a su cama y se sumergió bajo la cobija que tanto le fascinaba; no porque tenía super héroes plasmados en su tela, sino porque su padre se lo había regalado la noche de su intervención en un hospital. El pequeño tuvo una complicación respiratoria, pero todo ya está bajo control. Era muy especial esa cobija. De algún modo Thomas creía que fue la responsable de su mejora; el amuleto de suerte que lo había salvado de las garras de esas enfermeras con enormes jeringas.

¡Toc-toc!

Su papá se asomó por la puerta.

—¡Eh, campeón! Veo que ya estás listo para dormir.

—¡Papá!

El hombre en pijama se sentó a su lado. Le dio un beso en la frente luego de estrujarlo en un abrazo.

—Tuve que correr para llegar a tiempo y encontrarte despierto. ¿Cómo estuvo tu día?

—La maestra Letty le gustó mi dibujo del Oso Paco. Y yo se lo regalé.

—Eres un artista extraordinario y un chico muy bueno.

—Si. Y mañana iremos a la casa de la abuela.

—Es una lástima que no pueda acompañarlos. ¿Me le das un beso de mi parte?

Thomas asintió con suavidad.

—¿Papá, me leerás un cuento antes de dormir?

—Pues, a eso he venido también. ¿Qué quieres que te lea hoy?

—¡Tú! Elige uno tú. ¡El más sorprendente! ¡Donde vivan «mostrouss», «esplosioness» y un campeón como yo!

A su padre se le marcaron los hoyuelos de las mejillas al reírse. Husmeó en la pila de libros bajo la mesita de noche.

—A ver, este tiene buena pinta —retomó su puesto y abrió las páginas en la búsqueda del cuento a leer—. Muy bien, lo he encontraaa... no, espera..., este, este me parece prometedor.

Su hijo metió una mano bajo la almohada. Atento. Sonriente. Al escuchar a su papá aclararse la voz para dar comienzo a la aventura, sus ojitos chispearon como dos bolitas de plata bajo el sol.

Thomas pasó su mirada desde su padre hacía la ventana. Presenció cómo los cristales se diluyeron para desembocar una cascada de tinta indeleble; esparciéndose por el suelo y envolviendo las armas de los muñecos de acción, los terrenos ariscos de los dinosaurios junto al baúl; los coches deportivos de una pista de carreras elaborada con cajas de zapatos, y el interior del tenebroso closet. Cada rincón de la recamara se dejó ahogar en un despejado cielo nocturno.

Oasis NocturnoWhere stories live. Discover now