Capítulo 15: Me confunde

588 28 4
                                    

Veinte minutos después me levanto de la silla.

Unos diez antes Joe se ha llevado a Sophie con Moony para que pudiesen cuidarla mientras nosotros trabajamos. He intentado levantarme de la silla, pero Vinnie me lo ha impedido cuando Sophie le ha hecho prometer que me vigilaría para que cumpliese con el castigo. Y el muy puñetero lo ha hecho. Me ha cronometrado.

—Eso ha sido exagerado —le digo a Vinnie caminando hacia la floristería.

—Era tu castigo, Adaline —se encoge de hombros—. La próxima vez compórtate delante de una niña.

—Me vas a repetir esto hasta que me muera, ¿verdad?

—Evidentemente.

—Recuérdame por qué decidí perdonarte y firmar esa tregua contigo.

—Porque en el fondo te caigo bien.

—Tan bien que estoy deseando pasarme toda la tarde metida en un coche contigo.

—Solo haces que suene divertido.

—¿Entiendes la ironía?

—¿La entiendes tú?

—Me caes mejor cuando solo gruñes —atrapo las llaves cuando hemos llegado al negocio y abro la puerta.

Esta vez Mel no ha echado la persiana porque sabía que tenía que venir a recoger los encargos. Me ocuparé de cerrarlo todo cuando terminemos de repartir los ramos.

—Déjame que dude de ti —pone los ojos en blanco.

—Venga —digo cuando he abierto e ignoro completamente su comentario—. Quiero terminar pronto.

Le indico que en la trastienda están las flores y entre los dos llevamos los ramos al coche. Le dicto todas y cada una de las direcciones con la esperanza de que se las sepa, y por suerte, conoce a la mitad de los clientes que nos han hecho un encargo.

—¿Cómo puedes saber incluso sus nombres y apellidos? ¿Qué clase de persona eres? —le pregunto cuando ya estamos en el coche de camino a la primera casa.

—Porque trabajo en la pastelería y a veces soy yo el que está atendiendo fuera. Pasa mucha gente por allí, diría que el pueblo entero, además de que muchas veces suelo llevar la compra a las personas que más lo necesitan.

Lo miro pensativa y me cuesta imaginarme a Vinnie siendo amable, aunque todo el mundo lo diga, hasta ahora solo he conocido la versión que me grita y me gruñe todo el día. Y en cierta manera desde que hablamos, que no discutimos, me he dado cuenta de que esta versión de Vinnie me gusta más de lo que puedo controlar. Porque es divertido y simpático, e incluso a veces me atrevería a decir que a él también le gusta esta Adaline.

—¿Y cuándo descubriste que querías ser repostero?

—Nunca he querido.

Frunzo el ceño.

—Pues para no quererlo se te da demasiado bien.

—Vaya... —me mira—. O sea, que reconoces que se me da bien.

—Bueno, te lo dice todo el mundo, no es una novedad.

—A veces me gustaría escuchar lo que piensan de verdad —aprieta un poco el volante—. No que me regalen los oídos.

—Bueno, supongo que te lo dicen porque lo creen.

—Lo dicen porque no quieren herir mis sentimientos, Addy —mira hacia la carretera—. No empecé siendo bueno y, aun así, los clientes me sonreían para decirme que era el mejor en mi trabajo. Pista: eso no era verdad. Ahora quizá sí, porque llevo un año trabajando allí, pero al principio era un desastre. Quemaba las galletas, las coberturas se me pegaban, me quedaban demasiado duras o eran incomestibles y, aun así, nadie se quejaba.

Un lienzo de floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora