Se ha ido.
Vinnie ya no está.
Han pasado siete días desde que se fue. Siete días en los que no he salido de casa. Siete días sin relacionarme. Siete días escuchando el timbre. Siete días en los que apenas he dormido y comido.
Siento todo el cuerpo magullado. Me duele el corazón, como si centenares de elefantes estuviesen pisoteándolo una y otra vez. Estoy reducida a cenizas porque sigo sin procesar que él ya no esté, que el nosotros que construimos ya no exista y que todo ese cariño que siempre había anhelado nunca fuese real.
He pasado por situaciones muy traumáticas, por momentos muy difíciles pero nunca nadie me había generado tanto vacío como él.
No siento que hubiese rellenado un hueco, pero sí sentía que compartía la carga con él, que era una pata más de este mueble que ahora se cae a pedazos. Era un pilar fundamental en mi vida y ahora ha desaparecido. Y yo me estoy desmoronando.
Me cuesta salir de la cama y si lo hago es para que Moon pueda comer, sabe perfectamente lo que ha pasado. Es lo suficientemente astuta para ser consciente de que Vinnie no va a volver.
Y solo puedo llorar una y otra vez al pensar en él. En sus labios, su tacto sobre el mío, su piel, sus ojos, su pelo y sus manos. Ya no volveré a recorrer cada parte de su cuerpo con mis dedos. Ya no existe esa electricidad que solo nosotros conseguimos crear. Ahora pienso en lo tonta que he sido al creer que Vinnie era una de las relaciones más verdaderas que he tenido en mi vida.
Qué ilusa.
Siempre creyendo que podía ser amada, que podían quererme, pero nadie quiere a alguien tan insignificante como yo. Y lo peor de todo es que empezaba a sentir que de verdad valía por mí misma hasta que mis padres llegaron como un huracán. Sin avisar y arrasando con todo. Lo han conseguido, han conseguido dejarme sola y acabar con todo lo que yo había cimentado. Quizá mi padre tenía razón cuando me hizo creer que no podía salir adelante.
Recuerdo la llamada cuando me dijo que no podía confiar en nadie, que sabía cómo era el mundo y ni siquiera lo escuché. Él lo contrató, él me hizo todo esto y ahora estoy enamorada de un mentiroso. De un caza fortunas. ¿Cuánto dinero le pidió a mi padre? Me besaba y tocaba mientras él le pagaba. Y no tuvo la decencia de frenar esto, no fue capaz de evitar que me enamorase de él.
Todo lo que hablamos, los secretos compartidos, las cenas, los te quiero y la última noche que pasamos desnudos mientras besaba cada parte de mi cuerpo era falso. Pero parecía tan real. Podía acariciar la verdad con la punta de mis dedos y sentirla en cada parte de mi cuerpo.
Y lo peor de todo es que nunca me di cuenta. ¿La venda era tan grande que no fui capaz de verlo? ¿Es tan buen mentiroso que nunca consiguió que lo descubriese?
Ni siquiera sé qué es de él. Es lo mejor, cuanto antes lo olvide antes podré salir adelante. Pero... ¿cómo? ¿Cómo voy a vivir en un mundo que nosotros mismos creamos? Todos los planes de futuro que teníamos... que yo tenía, se han esfumado. Porque quería vivir aquí con Vinnie. Casarme con él. Tener hijos. Sentarnos en el porche mientras releíamos una y otra vez las cartas de mis abuelos, pintar mientras hablábamos de qué íbamos a cocinar ese día y ver películas durante toda la noche.
¿Por qué echo de menos todo lo que no he tenido? ¿Por qué lloro por querer ese futuro? Nunca lo tuve. Nunca fue real y, aun así, quiero vivir todo eso. Quiero que me pase y quiero que sea con él. Y quizá esa es la cuestión, que echamos de menos todo lo que nunca tendremos porque dentro de esa neblina que creamos todo aquello era real. Porque todos esos momentos que pensamos que podíamos vivir eran una posibilidad. Pero ahora me doy cuenta de que no. De que he estado meses engañada. Semanas creyendo que me quería.
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Un lienzo de flores
Teen FictionAntes de morir, Rose Fletcher dispuso que la única familiar que podría heredar su casa sería su nieta Adaline, con la condición de que viviese allí un año entero. El problema aparece cuando se encuentra que en ese mismo lugar ya está viviendo el jov...