Capítulo 4

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Cuatro personas se encontraban ocultas en una zona abandonada del desolado distrito de Shibuya alrededor de lo que parecía una pequeña fogata en medio de los cuatro. Una de ellas estaba tirada, con los ojos cerrados, pero se encontraba respirando y esto podía verse por el pequeño movimiento de su pecho al subir y bajar, indicando a los otros tres que estaba durmiendo o en un estado inconsciente, siendo esto último el caso del adolescente.

Después del corto enfrentamiento entre el contenedor de Sukuna y el portador de Rika, Yuta había tenido una breve conversación con el hechicero enviado por los Ancianos, dando como válida la muerte de Yuji Itadori y la maldición de grado especial que lo acompañaba, la cual fue derribada con un solo golpe de Yuta.

Naoya era por, sobre todo, una persona desconfiada. Confiaba únicamente en las personas fuertes, en aquellos que eran como él y que habían dejado una huella en la sociedad de los hechiceros, lo que lo llevó a creer que estaba al mismo nivel que los dos monstruos de su generación: Satoru Gojo y Toji Fushiguro. Sin embargo, un monstruo de la próxima generación había causado que Naoya se replanteara si podía mantenerse vivo si intentaba tomar las cabezas de Choso y Yuji, ambos inconscientes a los pies de Yuta Okkotsu.

Sin embargo, la diferencia estaba clara entre ambos hechiceros. Naoya no necesitó un examen demasiado extendido para comprender que, si peleaba contra Yuta, sería eliminado en unos segundos. Algo que le daría mucha más vergüenza, pues ya había sido derrotado por Choso y Yuji en conjunto, haciendo uso de técnicas basura...

Queriendo ocultar eso, Naoya solo pudo aceptar lo que Yuta le propuso. Era lo mejor para él. Si Yuji estaba muerto, ¿qué más daba ocultar aquel incidente a los ojos del resto? Fue tras de Fushiguro y tras Yuji. Dejar que Yuta se llevara el cuerpo, era algo que no le preocupa demasiado, aunque debería haberlo hecho.

Sentado frente a Yuta, se encontraba la maldición de grado especial conocida como Choso, quien a su vez también era un útero maldito creado por Kenjaku.

Con un sobresalto, Yuji, quien había estado tumbado en el suelo completamente inconsciente, se irguió quedando sentado sobre una sábana, mirando hacia la oscuridad y sintiendo la presencia de personas detrás de él.

―Hermano pequeño.

Choso habló de forma calmada, a modo de reconfortar a Yuji.

―¿Choso?―la mirada calmada del hechicero, se volvió turbada ante la presencia de Yuta.

―Deberías tomarlo con calma. Enfrentar a Okkotsu, debe de haberte dejado en un estado muy mal internamente.

Los ojos de Yuji se agrandaron. Frente a Choso y Yuta se encontraba su mejor amigo, su compañero de equipo dentro de la escuela de Tokio: Megumi Fushiguro, quien mostraba algunas heridas menores causadas por su enfrentamiento con una de sus invocaciones y un hechicero aliado de Geto, quien resultó ser Kenjaku.

―¡Megumi!

Brillantes, los ojos de Yuji se clavaron en Megumi como si fueran dos cuchillos lanzados, haciendo que una gota de sudor escurriera por el mentón del hechicero de las sombras.

―No hace falta que me mires de esa manera―murmuró el muchacho, tomando un poco de café―. Tenemos muchas cosas que hablar, que comentar y planear. Con el confinamiento de Gojo-sensei, y la victoria de Kenjaku, las cosas se han complicado para nosotros, quienes somos "renegados" de la sociedad de hechiceros.

Los Ancianos habían tomado una decisión: culparon al director Yaga del incidente de Shibuya, atribuyendo que Geto seguía vivo y que lo dejaron marchar. Esto, por supuesto, dio pie a los altos mandos de mantener en su sello a Satoru y de matar a Yaga, quien se fue de este mundo haciendo comprender al director Gakuganji de sus propios errores y del problema actual con la sociedad de los hechiceros.

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