Capítulo 20

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Shinjuku había sido anteriormente uno de los barrios más importantes de Tokio, con una concurrencia importante de turistas dado a la aparición del mismo en distintos trabajos cinematográficos o de series animadas. Actualmente, dicho barrio estaba deshabitado, derruido, con cuerpos inertes a causa de los enfrentamientos entre hechiceros y maldiciones, lo que daba una imagen completamente triste del lugar, lo que permitió a ambos bandos (hechiceros y maldiciones) usar Shinjuku como el lugar predilecto para un enfrentamiento entre los dos miembros más fuertes de cada grupo, lo que se había convertido con la caída de uno de ellos en una guerra contra el ser más fuerte de la actualidad, el cual había convertido su cuerpo en una versión más fuerte y primigenia de su propio ser.

Los brazos de Sukuna fueron convertido en cuatro extremidades fuertes, con dos réplicas perfectas de las dos primeras extremidades. El lado derecho de su rostro se convirtió en una extraña forma endurecida que se asemejaba a una máscara cubriendo el lado derecho de su cara, dejando que dos ojos fueran visibles para cualquier persona que lo mirara.

A primera vista, con cuatro brazos, dos bocas y una malformación en el rostro, Ryomen Sukuna era la víva imagen de un monstruo, de un demonio que había conseguido controlar un cuerpo a pesar de los intentos de sus enemigos por detenerlo; pero a ojos de Kashimo, el cuerpo de Sukuna (el cual era una combinación entre su antiguo ser y el nuevo) era perfecto.

La boca que se formó en el estómago de Sukuna le permitía al Rey de las Maldiciones formar cánticos sin mucha concentración, lo que le permitía manipular sus técnicas a un nivel nunca visto en la era moderna por un hechicero. Y contar con cuatro brazos, le daba la ventaja de formar signos incluso cuando sus manos estaban ocupadas en una pelea contra un adversario.

El cuerpo demoníaco del rey, contaba con muchas ventajas a ojos del hechicero de la era Heian. Tantas que, quedó prendado al observar a Sukuna durante su enfrentamiento.

―Solamente...desaparece.

Extendiendo el brazo superior izquierdo, Sukuna empujó a Kashimo con un golpe invisible de fuerza, lo que desestabilizó al hechicero distraído. Cuando este intentó recomponerse, era demasiado tarde. Una enorme malla de cortes avanzaba inexorablemente hacia él. Eran decenas de cortes como el que asesinó a Satoru Gojo. No podría hacer nada.

Kashimo había querido pelear contra Sukuna. Esa fue su condición para unirse al bando de hechiceros en su deseo por detener a Kenjaku y al Rey de las Maldiciones, lo que había obligado a estos mismos a aceptar que Kashimo peleara contra Sukuna después de la pelea de Satoru contra él. Por ello mismo nadie saltó en defensa de Kashimo ni intentaron salvarlo. Era una guerra y las guerras producían bajas en los bandos rivales.

―Supongo que finalmente has tomado las riendas de tu destino...¡MOCOSO!

Los ojos del Rey de las Maldiciones se movieron hacia la nube de polvo y escombros, escudriñándola cobertura al sentir la presencia de su antigua vasija. Caminando lentamente, mirando con su ojo castaño al demonio que tomó el cuerpo de su amigo, Yuji Itadori salió de la nube de polvo como si su ojo sano no hubiera presenciado la muerte de su mentor y de Kashimo en un lapso de una hora; como si él no fuera consciente de lo peligroso que Sukuna era.

―Puedo decir con todas las palabras, que ahora eres incluso más feo que antes―ajustó las mangas de la chaqueta de su uniforme al detenerse a unos quince metros de Sukuna, soltando aquel insulto indirecto como si solo fuera una simple caricia―. Cuatro ojos. Cuatro brazos. Dos bocas. ¿Por qué no cuatro piernas también?

Lentamente, Yuji miró a Sukuna. Su rostro era impasible ante las palabras del adolescente. No le importaban las burlas ni las mofas adolescentes hechas a la desesperada. Por ello solamente torció los labios y miró son suficiencia al chico que había sido su contenedor.

Útero MalditoWhere stories live. Discover now