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Morir era todo menos divertido.
No sabía si estaba en el limbo, en un paradero antes de ir por el rio Estigia, no tenía ni idea. La arena era blanca y el mar variaba entre un color azul y verde, el cielo estaba despejado y todo era tan tranquilo... enfrente mío había una casa azul de playa con un balcón.
El cielo no lucia tan mal. Lo único que sabía era que había muerto.
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La diosa del amor fue a confrontar a Hermes.
— ¡TU HIJO ES MALPARIDO, IDIOTA QUE SE VA A IR AL TARTARO EN ESTE MISMO INSTANTE Y TU TAMBIÉN! - Le dió un puñetazo en la cara
— ¿Qué hizo, Luke?
— ¡APARTE DE SER EL MALDITO TRAIDOR, APUÑALO A ADHARA! ¡ESE ENGENDRO QUE TUVISTE COMO HIJO ACABO DE DECLARARME LA GUERRA!
— Dita, yo-
— NI TE ATREVAS A DECIR OTRA PALABRA
Afrodita no termino de amenazar al dios de los viajeros, porque llegó la diosa de la caza, con una lanza en mano. Todos se voltearon a ver a quien atacaría. Hermes palideció al verla, pero su ataque no fue hacia él, si no hacia Poseidón.
— ¡A tu asquerosa decendencia no le bastó con matarla antes, lo vuelven a hacer, como siempre!
— No te dejes llevar por tus emociones, Artemisa, hemos terminado una guerra para comenzar otra
— Si tu hijo jamás hubiera aparecido ella no estaría muerta. Siempre uno tiene que morir para que el otro sobreviva
— ¡CALMENSE TODOS! - exclamó Zeus invocando su rayo
— Ella no puede morir, no voy a dejar que lo haga - comento Afrodita
— No puedes intervenir más de lo que ya has hecho. No querrás sufrir consecuencias, ¿no es verdad? Además, solo es una niña que se murió, no es como si fuera la primera y tampoco va a ser la última.
