Capítulo 8: El troll de piedra

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Dicen las leyendas que en una época muy lejana, los enormes, diabólicos y despiadados trolls caminaban por la tierra

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Dicen las leyendas que en una época muy lejana, los enormes, diabólicos y despiadados trolls caminaban por la tierra. Aterrorizaban a los humanos y los aplastaban con sus desmesurados pies. Tan solo la luz del sol podía vencerles: los petrificaba, convirtiéndolos en piedra, dando lugar a las impresionantes formaciones rocosas que hayr por toda la región de Islandia. Verónica, con su ejército, se disponía a despertar a uno de esos trolls, volviéndolo invencible a la luz del sol con su magia. Por ello, se encaminaba a Hvítserkur, cerca de la costa de Húnafjordur, a tres horas en coche hacia el norte de Reikiavík. Allí era donde, según la leyenda, descansaba el troll Hvíserkur.

—Se dice que hace ya muchos siglos, aquel troll vivía en una cueva cerca de una bahía con su hijo, Bárdur. El malvado troll adoraba dormir, era su gran pasión, y era feliz si pasaba horas y horas, e incluso días, durmiendo —comenzó a contar Avril, con su voz aguda, mientras cabalgaban siguiendo al ejército de Verónica—. Pero, entonces, un día, un desagradable ruido le empezó a interrumpir sus horas de sueño. Al ver que se repetía todos los días a la misma hora, decidió tomar cartas en el asunto.

Christian centró su atención en Avril, mientras cabalgaban detrás de los magos negros:

—Hvíserkur descubrió que el sonido provenía del campanario del nuevo monasterio del otro lado de la bahía. Se dispuso a destruirlo con su enorme martillo. Pero, antes de partir, su hijo le pidió ir con él. El troll no estaba convencido, y discutieron durante horas, hasta que al final aceptó. Pero ya se había hecho tarde cuando padre e hijo emprendieron el viaje y, cuando estaban cerca del monasterio, vieron como los primeros rayos de sol comenzaban a salir. Así, el troll, preso de la desesperación, lanzó su martillo al monasterio, pero, como aún estaban lejos, no llegó a su objetivo. Y, entonces, la danza del sol bailó ante sus ojos, y padre e hijo se convirtieron en piedra.

Cuando Avril terminó de contarles la historia, Christian se preguntó cómo se las iban a apañar para luchar contra un troll. Esperaba que Robin llegase pronto con los refuerzos, porque lo iban a tener realmente difícil.

—Será bruja, maldita Verónica —murmuraba Dean.

—Lo es —dijo Avril, que le había escuchado, gracias a su fino oído de elfa—. ¿Crees que serás capaz? —miraba con preocupación a Dean.

—Ya lo creo, no te imaginas cuánto.

—¿De qué habláis? —preguntó Christian.

Dean puso una mueca extraña, pero no respondió. Christian vio que sus ojos brillaban.

—Dean tiene cuentas pendientes con Verónica —se limitó a contestar Avril.

Y los ojos grises de Dean brillaron aún más. Christian reconoció en ellos la sed de venganza. Algo en él se vio turbado. En parte, estaba celoso de aquello que pudiese ser que le había pasado a Dean con Verónica. Por otro lado, sintió una extraña sensación de que debía protegerla. Lo que era realmente confuso, dado que iba allí únicamente a acabar con ella.

Hielo violetaWhere stories live. Discover now