Capítulo 27: Los dragones

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La mañana siguiente llegó mucho antes de lo que a Christian le hubiese gustado; estaba que no podía con su alma

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La mañana siguiente llegó mucho antes de lo que a Christian le hubiese gustado; estaba que no podía con su alma. Cuando el despertador sonó, miró a su compañero, quien abrazaba la almohada mientras murmuraba una palabra que sonaba como "Liza". Christian se echó a reír y le tiró su almohada en la cabeza.

—¡Despierta!

Nathan se despertó sobresaltado.

—Pero, vamos a ver, ¿a ti qué mosca te ha picado? —preguntó Nathan, desperezándose.

Bajaron las escaleras hasta la entrada, donde ya estaban los lobos y Verónica esperándolos. Para sorpresa de Christian, parecían estar teniendo una conversación de lo más entretenida con Verónica. Esta estaba sonriente, parecía una persona totalmente distinta a la del día anterior. Le dedicó una amplia sonrisa y Christian sintió que se derretía por dentro. No entendía los cambios de humor de Verónica.

Tyler y Alice parecían también de buen humor y no paraban de hacer comentarios ingeniosos y reír, mientras los guiaban hasta el Gran Palacio Real, los aposentos de Arthur. Si todo en la ciudad era excesivo, ese palacio superaba con creces cualquier expectativa. Era casi tan alto como las montañas, las cúpulas eran de oro y había banderas y escudos con un grabado de un dragón por todos lados. Christian se dio cuenta de que aquella pequeña ciudad era como un Imperio, del cual Arthur era dueño.

Subieron unas interminables escaleras hasta llegar a una gigantesca puerta, la cual se abrió para ellos. Probablemente los estaban esperando. Christian se dio cuenta de que las figuras de las paredes se movían y hablaban y fueron ellas las que los condujeron hasta el Salón de Audiencias, presidido por otra gigantesca puerta. Tyler empujó esta puerta lentamente.

—Mis amigos, los estaba esperando —dijo Arthur.

Este estaba tal cual lo recordaba Christian. Tenía el pelo castaño despeinado de un largo medio, de manera que le cubría las orejas y la frente, pero no los hombros. Sus ojos azules parecían intensos y una barba de unos cuantos días adornaba una sonrisa amplia. Era muy atractivo. De atuendo llevaba algo similar a la gente que se habían cruzado, solo que en esta ocasión, la chaqueta era roja con botones de oro, así como unas hombreras de oro también. Sus pantalones y botas eran negros.

—Tyler, Alice; me alegro de volver a veros —comentó, alegremente, mientras les daba unos abrazos— ¿Qué tal os han tratado las lunas llenas?

A Christian no le gustó aquel comentario, pero los lobos lo recibieron con naturalidad y diversión, como solían hacer.

—A Tyler le sientan fatal, se convierte en un chucho gruñón —dijo ella, con tono burlón.

—Solo para estar a tu servicio, Reina Loba —contestó él, tomándola en brazos y haciéndola dar vueltas por el salón.

Christian se extrañó de aquel comportamiento. Los lobos eran muy espontáneos y naturales, pero parecía poco correcto comportarse así delante de Arthur. Entonces Christian se fijó en que este estaba riendo de lo lindo y lo comprendió. El exceso se manifestaba en todos los aspectos en aquella ciudad y Tyler y Alice eran la diversión que había que proporcionar a Arthur. Christian se preguntó de nuevo cuál sería su papel.

Hielo violetaWhere stories live. Discover now