Templado

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Un año atrás

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Un año atrás. 

Septiembre de 1889

París, Francia. 

Katsuki se levantó en un cuartucho de un motel en Montmartre. La cama estaba desarreglada con restos de labial en las sábanas blancas, el cuerpo del rubio se hallaba boca abajo sobre el colchón roído, la espalda lucía rasguños y un brazo caía por un lado de la cama. 

El piso estaba cubierto de tablones de madera gastados y desiguales, el papel tapiz rojo comenzaba a descarapelarse y solo había una mesa pequeña con las patas desgastadas y una silla tambaleante. La cortina polvosa con olor a cigarrillo, las varias botellas vacías de vino tiradas  y el aroma a sexo rememoró lo ocurrido anoche. 

—¡Qué mierda! —El rubio se quejó del dolor de cabeza y se levantó poco a poco como si llevará una piedra en la espalda —¿Dónde diablos estoy? —dijo perdido recordando con luces destellantes las piernas largas que había abierto y como su miembro entró en cavidad caliente y húmeda. 

Katsuki de inmediato miró el lado opuesto de la cama esperanzado en buscar a su compañía femenina y solo halló un lado vacío y la decepción. Su rostro lució lúgubre, tenía unas enormes ojeras y sus ojos se opacaron con depresión. Otra noche que lo abandonaban y despertaba solo. 

—¿Por qué siempre huyen? Seguramente era otra mujer casada... —Katsuki buscó una excusa, todo era mejor que aceptar que nadie lo quería —¡Mejor para mí! No quiero toparme con el marido celoso.

Katsuki al poner un pie en la cama, tuvo un terrible mareo que lo hizo caer y en el suelo comenzó a vomitar. El conde parecía patético, peor que un marginal en Montmartre, en aquellos tiempos era un barrio de clase baja, superpoblado, con calles estrechas que bajaban la colina y atiborrado de casas precarias, cafés y cabarets. Era un barrio bullicioso y vibrante pero precario. 

La atmósfera alrededor de Katsuki era sombría, el cuartucho apenas le llegaba la luz estando en un edificio metido entre más edificios. Intentó desarrugar su traje costoso para verse menos indecente, aunque ni siquiera llevaba sombrero ni corbata, después de vestirse, Katsuki bajó a la recepción a pagar llevando en la mano una botella de chardonnay. 

—Hiciste demasiado ruido anoche, ¿qué eres un gigolo?, voy a cobrarte extra por las incomodidades a nuestros huéspedes.

—¡Qué huéspedes, estafador! ¿Acaso hablas de las prostitutas que bajan y suben cada hora con un tipo diferente o esos maridos descarados que traen a la amante? 

Katsuki metió sus manos en los bolsillos y le arrojó a la mesa unos cuantos billetes.

—Esto es demasiado, espere no tengo cambio para un billete tan grande. 

—¡Ya cállate, la cabeza me va a explotar, quédeselo todo! 

—¿Está seguro, Monsieur? 

—Tengo un montón de esas cosas. 

ᴜᴠᴀs ᴀɢʀɪᴀsWhere stories live. Discover now