Capítulo 5: La traidora

112 20 9
                                    

El ruido del aire acondicionado del instituto durante la noche era una molestia. Parecía que iba a explotar en cualquier momento.

Y Sí, lo sé, era mucho más cómodo dormir al lado de Hikari encima de varias mesas del aula de música qué encima del suelo de la sala de recepción. Y no solo porque aquí dentro dormía acompañada, sino porque teníamos cojines y alguna manta mohosa qué, sea como fuere, eran más blanditos que el frío y rígido suelo. Pero ni el ser más fantástico del planeta sabía lo mucho que echaba de menos mi cama azul índigo y mi cuarto olor a vainilla, incluso oír a mi padre despertarse a las tres de la madrugada para hacer sus necesidades. Solo había pasado una semana desde el confrontamiento con Elinette, pero en ese momento parecían milenios.

Supongo que ahora el aula de música era nuestra, mía, de Hikari, y de Edward. No lo digo creyéndome una emperatriz, pero es que literalmente el único que salía de esa clase durante esos días era Edward para buscar comida decente. No sabía nada de lo que estaba sucediendo fuera de esa clase, y francamente, no me importaba en lo absoluto. Solo quería dedicar esos días a esperar sentada en una silla hasta que alguien viniera a rescatarnos, leyendo libros y pidiendo al cielo que mis padres estuvieran bien. No era la mejor manera de vivir, pero ya era mucho con que estuviéramos vivos. No podíamos hacer nada más.

En una mañana soleada, mientras yo y mi amiga estábamos ordenando las mesas donde dormíamos, Edward entró en clase para darnos un trozo de pan con queso a cada una. Lo tomé insegura y me lo acerqué a la nariz para comprobar su estado.

—Vaya, parece que no está caducado esta vez —dije esbozando una sonrisa antes de darle un pequeño mordisco.

¡Good! —exclamó mi amiga.

—Es horrible que solo quede pan congelado en el bar, la escoria de Jaime y los otros se lo llevaron todo —respondió él cortando un trozo para Hikari.

—La comida se iba a terminar tarde o temprano. No creo que hubieran preparado un almacén con suministros en caso de un apocalipsis zombie.

Lo dije tratando de dar un poco de humor, pero no funcionó. Bajé la mirada y di otro mordisco.

—A este paso nos vamos a quedar sin nada... Tampoco tenemos agua.

Diría la típica frase de ya encontraremos algo, pero siendo realistas, lo más probable es que hubiéramos muerto antes por falta de alimento que por los come cerebros. Pero algo tenía que aportar.

—Bueno, no todo es malo.

—No empieces con tu positivismo, Audrey —me detuvo—. Lo es y lo sabes.

—Si quieres verlo todo de forma negativa adelante, pero recuerda que nuestra situación seguirá siendo la misma.

—Es imposible verlo de otra forma. ¿Como puedes encontrar un túnel de luz en todo esto?

—Mi túnel de luz es pensar que todo podría ser peor —seguí caminando hasta las mesas—. Solo mira. Tenemos un baño al lado de clase, cojines, mantas... Y...

—¿Y escasez de comida?

Que difícil era esto.

—Y el simple echo de permanecer juntos. Peor sería estar encerrado, con hambre y además solo.

El chico subió la comisura del labio.

—La verdad es que no sabía que eras tan positiva. Ya sabes, como nunca decías nada...

—¿Qué? Eso no tiene nada que ver.

—Sí, bueno —suspiró —. Al menos tu positivismo no parece falso como el de Zoe.

Instituto para siempre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora