Capítulo 9: Yo te conozco

91 12 13
                                    

Nuestros ojos no podían estar más abiertos, fue como ver una mancha de vinagre en un vestido precioso.

—¡Joder! —gritó Nick al ver literalmente el cuerpo de un chico medio muerto en medio del almacén—. ¿¡Es un cadáver!?

Bajé el escalón de la entrada y me dirigí hasta este para agacharme y fijarme un poco más en su rostro, apartándole los mechones congelados que ocultaban sus facciones simétricas y considerablemente atractivas. Por mucho que no debería haberme fijado en su apariencia dadas las circunstancias, ese chico... Ese chico me resultaba demasiado familiar. No obstante tuve que darle unas cuantas vueltas para adivinar el porqué, ya que su nombre se escondía en algún lugar de mis recuerdos. Por ahora, me limité a comprobar su pulsación.

—Dime que no lo es.

Tardé un momento en responder.

—Audrey... Dímelo.

—No está muerto —dejé ir tras comprobarlo—. Solo inconsciente.

—Gracias a los astros—soltó, respiró hondo y vino hacia donde estaba—. Pero ni siquiera se quien es.

—Yo sí. No recuerdo su nombre, pero hablé con él en una fiesta, hace ya cuatro meses. Es curioso, porque estuve buscándolo desde ese día.

—Ya veo —señaló con un tono interesado —. Sé que no es el momento, pero... ¿Pasó algo en esa fiesta que deba saber...?

—Como tú has dicho, no es el momento.

Nick se aclaró la garganta ante esa respuesta tan fría y volvió al tema original. No quería responderle tan austera, pero realmente no era el momento.

—Pues nunca lo he visto por aquí—continuó—. ¿Por qué crees que está aquí? ¿Cuánto tiempo llevará aquí encerrado?

—Sé lo mismo que tú... No sé qué deberíamos hacer.

Y es que aunque resultase vergonzoso, nunca tuve el tiempo ni las ganas de aprender primeros auxilios. Como nunca salía de casa, no solía toparme con ese tipo de problemas. Ya había comprobado su estado, pero, ¿Qué debía hacer ahora? ¿RCP? ¿Palmaditas en la cara? ¿Un beso de amor verdadero? No tenía la más mínima idea. Necesitábamos a alguien que supiera como actuar en estos casos, y rápido.

—Quizá sí que está muerto —sobrepensó—. Deberías volver a comprobar su pulsación, es que parece pálido... Estará muerto, estoy seguro. ¿Qué hacemos? ¿Eh, me estás escuchando?

—¡Nick, me estás poniendo nerviosa! —Exclamé de repente con las manos en la cabeza—. Te he dicho que está vivo, si sigues preguntando al final quién muera seré yo.

El preocupado se echó hacia atrás, arrepentido.

—Lo siento.

Suspiré.

—Tranquilo. Pero no te quedes ahí parado, ve a buscar a alguien que sepa de esto, sea quien sea.

Afirmó con la cabeza y me abandonó corriendo en busca de ayuda. Como no sabía qué hacer hasta que volviera, traté de recordar el nombre del chico haciendo un pequeño viaje al pasado. Nos vimos un solo día, pero eso bastó para hacerme pensar en él cada día desde que fui a esa discoteca. Y la verdad, esperaba que esos no fueran signos de estar enamorada (que era probable), porque en un apocalipsis no hay tiempo para contratiempos que puedan romperte el corazón. Sobre todo porque en un suspiro los zombies podrían acabártelo arrancando.

Mis pensamientos en ese momento se fueron volando cuando dos personas, jadeando, se detuvieron delante de la entrada. Uno era Nick, que había vuelto haciendo lo que le pedí, y la persona que había traído no podía ser otra que Elinette. La heroína de turno. Ni siquiera se paró a preguntar, al ver el cuerpo corrió hasta él.

Instituto para siempre ©Where stories live. Discover now