Capítulo 1 - Quemar Madrid

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–No es que ya vale. Que estoy súper cansada Álvaro, te lo digo de verdad. Que te costaba literalmente un segundo darle al puto botón de lavavajillas anoche, que te avisé y te lo pedí por favor. Y ahora no tenemos ni un puto vaso limpio. ¿Me tomo en café en la taza del vater, eh?

Ruslana había abierto la puerta de la habitación de Álvaro de par en par y sin previo aviso para recriminarle lo mismo de siempre. El orden no era el fuerte de Álvaro, tampoco la limpieza. Ella lo sabía. Por eso, mientras camina hasta su clase de interpretación la noche anterior, le había mandado un mensaje pidiéndole que encendiera el lavavajillas cuando hubiera terminado de cenar y hubiese metido sus platos. Pero, otra vez, Álvaro había hecho caso omiso de su petición y el lavavajillas estaba lleno y sin lavar. Tan obcecada estaba la ucraniana en su enfado, que no se dio cuenta de que Álvaro dormía acompañado.

Cuando sus ojos se hicieron a la oscuridad en la que estaba sumido el cuarto y observó otro cuerpo acostado junto a su compañero de piso, abrió los ojos con sorpresa mientras musitaba una disculpa y cerró la puerta a sus espaldas.

–¿Por qué no me has avisado de que Álvaro había ligado?–preguntó Rus cuando llegó al salón con los ojos abiertos como platos y gritando en un susurro.

La ventana que comunicaba el salón y la terraza estaba abierta debido al sofocante calor de septiembre. Juanjo, que tenía los antebrazos apoyados en la barandilla de la terraza y un cigarro entre los dedos, dio un bote en el sitio ante la aparición repentina de Ruslana.

–Rus, me has visto llegar hace 10 minutos. Quiero decir, ¿tú crees que lo sabía?

Ruslana había recorrido el salón para salir a la terraza. Tras escuchar las palabras de su amigo, soltó una risa nerviosa y se apoyó la espalda junto a su amigo en la barandilla. El humo de la última calada que Juanjo había dado se le metió por la nariz y el maño se disculpó, dándose la vuelta para quedar en la misma posición que ella.

–¿Le habré jodido el amor de su vida por gritarle que es un guarro un miércoles a las 12 de la mañana?

Juanjo miró divertido a su amiga antes de que su cara se tornara seria. Deliberó por unos segundos antes de hablar tras darle la última calada a su primer cigarro del curso en Madrid:–Si es el amor de su vida lo querrá con sus muchos defectos y sus escasas virtudes.

El comentario hizo reír a la ucraniana, que aprovechó que Juanjo había terminado de fumar para llevar el cenicero a la cocina, vaciar los kilos de ceniza que Álvaro había acumulado y meterlo en el lavavajillas.

–No me has contado cómo te ha ido el verano, ni me has escrito cabrón–Ruslana hablaba con el maño, que la siguió hasta la cocina–Ya pensaba que no ibas a volver al piso, pero cuando llegué el lunes y vi a Álvaro tan tranquilo, supe que no teníamos que buscar nuevo compañero. No sabes cómo se puso cuando Martin se fue, le faltó anunciar la habitación en las páginas de esquelas del periódico.

Juanjo soltó una carcajada al recordar que él mismo había visto el anuncio de su habitación, un año atrás, pegado en el servilletero de un bar no muy lejos de aquel piso. Le pareció muy ocurrente el dejar el anuncio de una habitación en un piso de estudiantes en el servilletero de un bar frecuentado por estudiantes. Él nunca lo habría pensado. Llamó mientras terminaba su café y en menos de dos horas estaba acordando con Ruslana y Álvaro los horarios de la limpieza. Fue un flechazo inmediato. Álvaro y Ruslana adoraron a Juanjo tan rápido como Juanjo se enamoró del pisito (y también de sus habitantes).

–Oye y vuestro amigo ese... Martín. Ya ha terminado el Erasmus, ¿no? ¿No vuelve a Madrid?–Juanjo cayó de pronto en que Ruslana había nombrado al muchacho del que tanto le habían hablado sus compañeros de piso y amigos.

¿Quién es ese Juanjo? Where stories live. Discover now