Capítulo 11 - Bien instalados

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—¿Que qué? Venga venga, sí, sigue soñando, Ruslana.

Juanjo caminaba por el campus de la universidad con el móvil en la mano, tratando de enfocar su rostro. Pero, entre las gafas de sol que vestía y lo apresurado de su caminar, no tenía ni idea de si su amiga podía verle la cara. Aunque eso era lo que menos le importaba en aquel momento.

—¡Juanjo que me prometiste que ibas a hacer lo que yo quisiera por mi cumple! ¡Y mi cumple es esta semana!—la pelirroja se quejó al otro lado de la pantalla con tono de niña enfadada.

—Pero pensé que sería hacer tu turno de limpieza del baño o dejarme maquillar, ¿qué pinto yo en clases de interpretación?—el maño bajó la voz al entrar al vestíbulo del aulario, en donde había más personas hablando y charlando pero no podía dar voces como en la calle.

—¡Juanjo!—Kiki apreció de pronto en la pantalla, poniendo ojitos de cordero degollado y con un puchero en sus labios—¡Dan igual las clases! It's about spending time together! In a musical!

Chiara ni siquiera había terminado de hablar cuando Ruslana pegó su cabeza a la de la menorquina para aparecer en la videollamada mientras gesticulaba su mejor rostro lastimero. Juanjo las observaba divertido mientras rebuscaba en su mochila en busca de los auriculares. La voz de la pelirroja resonó en sus oídos cuando logró, al fin, ponérselos y así no seguir dando el espectáculo a media facultad de ingeniería.

—¡Eso! A lo mejor hasta encuentras otra pasión. Venga va, haz felices a tus amigas, porfa.

—Please!! ¿Sabes que termina casi a las once? ¿Nos vas a dejar ir y volver solitas? ¿Podrás cargar con eso en tu conciencia? Wow, i didn't know you were like that...

Un largo silencio precedió la respuesta del chico, más motivado porque Juanjo en ese momento debía dividir su fluctuante atención entre dar una contestación a sus amigas y encontrar su aula en una zona del aulario en la que nunca había estado, antes de que la clase diera comienzo.

—¿Juanjo?—alzó la voz de fórmula dubitativa la pelirroja.

—Hacéis lo que queréis conmigo—bufó el maño, aceptando su derrota ante los aplastante argumentación basada en el chantaje de sus dos amigas.

Pasar todo el fin de semana lejos de Madrid había conseguido vaciar su mente al completo. Aunque el retiro había consistido en largas horas de hospital, tirado en la cama junto a Lara y jugando al Animal Crossing. El resultado había sido satisfactorio. Había conseguido evitar a Martin durante dos días enteros, cifra que esperaba que fuera subiendo.

Si bien es cierto que no había podido apartarlo de sus pensamientos, al menos no se lo había cruzado ni siquiera cuando entró a su piso para coger las cosas de la uni. Denna le había recordado su existencia cuando, durante la comida en la cantidad de la facultad, le preguntó por qué había salido corriendo el fin de semana anterior. Aunque el maño no podía olvidar ni siquiera una de las palabras de aquel intercambio y cómo aquella fue la razón de su espantada, le dio a su amiga la excusa de que al día siguiente tenía que coger un tren temprano para estar en Magallón antes de comer.

Durante el almuerzo, la granadina recibió una llamada anunciando que esa tarde recibiría las sillas de la cocina del piso que compartía con su novio. En cuanto está corto la llamada, Juanjo se ofreció a ayudarla a montarlas. Así que pasó la tarde empleando sus conocimientos de casi ingeniero en ayudar a sus amigos a amueblar su cocina para, más tarde, acabar montado en el mismo autobús que Chiara y Ruslana, bus que les llevaba hasta la academia en la que se impartían las clases de interpretación.

Durante todo el día, Juanjo ni siquiera pensó que la persona de la que tanto quería huir, podía estar presente. Ruslana no lo mencionó, tampoco Kiki. Por supuesto que el maño era conocedor de que Martin fue el compañero inseparable de Ruslana en su primer año en clases de interpretación, pero él no lo había vivido. Desde que él se había mudado al piso de Rus y Álvaro, la ucraniana había acudido sola a aquellas clases. Fue por ello que su sorpresa fue mayúscula cuando pudo discernir la figura del vasco sentada sobre el respaldo de un banco, con el cabello alborotado y los ojos pegados a la pantalla de su móvil.

¿Quién es ese Juanjo? Where stories live. Discover now