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La primera hora estuvo bien. Su estómago estaba lleno, la habitación cálida, e incluso tenía algo parecido a un plan. Matías estaba aliviado y algo sorprendido por el castigo que Enzo eligió para él. Esperaba algo peor. Había estado algo aprensivo cuando ideó el plan de ser atrapado en el acto, pero todo salió a la perfección. Enzo se lo había comprado. Y ahora que el tipo estaba seguro de su superioridad e inteligencia, seguro de que podría ver a través de Matías, sería más fácil suavizarlo y guiarlo hacia una falsa sensación de seguridad. Matías sintió una punzada de vergüenza, antes de recordarse que no fuera tonto.

Enzo Vogrincic era un criminal. Hombres como él no merecían otra cosa. Además, no era como si estuviera planeando matarlo o algo así. Sólo quería salvarse a sí mismo. Sólo quería ir a casa. Eso era todo.

La segunda hora fue más difícil, y la tercera fue peor. Estaba volviéndose más incómodo a cada minuto. Sus rodillas estaban doloridas por arrodillarse en el suelo durante tanto tiempo y sus brazos y hombros ya estaban empezando a doler.

La cuarta hora dejó en claro por qué Enzo había elegido un castigo aparentemente tan suave. El cuerpo entero de Matías dolía por la rígida posición que estaba obligado a mantener, sus pies estaban dormidos, y su cuello y espalda dolían bastante mal. Matías tuvo que recordarse que esto era parte del plan. Tenía que ser "castigado" y aceptar el castigo del ruso para que pensara que fue forzado a la sumisión... por decirlo de algún modo.

Pero casi se rindió hacia el final de la quinta hora. Sus párpados se cerraban, su vejiga estaba llena, estaba agotado, sus magulladas costillas aún le dolían por la paliza que había recibido unos días atrás, y deseaba tanto dormir que era un esfuerzo físico no hacerlo.

El reloj de pared parecía burlarse, marcando el tiempo tan lentamente. Los minutos arrastraban. El tiempo avanzaba tan lentamente que se preguntaba si el reloj se habría roto. Matías se mantuvo despierto imaginándose formas creativas de torturar y matar a Enzo. El idiota probablemente estaba durmiendo como un bebé en una cama suave, cómoda, sin preocupaciones en el mundo. Matías ya no podía sentir sus extremidades.

Para las seis de la mañana, se volvió vagamente consciente de que su rostro estaba mojado por las lágrimas que surcaban sus mejillas. Le dolía todo, y solo quería enroscarse sobre sí mismo y desmayarse por fin.

Notó que ya no estaba solo cuando un par de manos fuertes lo levantaron por los hombros. Las piernas de Matías cedieron. No podía moverse, con los pies aún dormidos y su cuerpo entero doliendo. Lloró, ocultando su húmeda cara en el ancho hombro del hombre.

—Shh —dijo una voz suave, baja, y largos dedos acariciaron su pelo—. Lo hiciste bien.

Parte del cerebro, privado de sueño y mareado, de Matías le gritaba que dejara de agarrarse como un bebé al idiota que le había hecho esto, pero la sentía muy distante e insignificante.  Esto se sentía bien -las manos se sentían bien- y estaba tan agotado.

Resoplando contra el hombro de Enzo, dejó que el tipo lo levantara y lo cargara hasta el baño. Una vez allí, Enzo lo bajó junto al inodoro, dejando que Matías recayera contra él, abrió la cremallera de los pantalones de Matías y le dijo, —Puedes aliviarte ahora.

Cualquier otro día, Matías le habría dicho que se fuera al carajo. Pero estaba agotado, privado del sueño, y le dolía todo.

Quizás debería haberse sentido mortificado por su impotencia física y emocional, pero ya había superado el límite de la vergüenza.

—Si me voy, te caerás de culo —la voz de Enzo sonaba seca, con un dejo de impaciencia.

Probablemente lo haría.

En silencio, Matías sacó su polla con sus dedos entumecidos y torpes. Intentó honestamente hacer lo que le dijo, pero con el amplio pecho de Enzo presionado contra su espalda y sus manos en las caderas de Matías, no podía relajarse lo suficiente para hacerlo. Tampoco ayudaba que su vejiga estuviera tan llena... estaba tan llena que le era difícil orinar y dolía mucho.

—No puedo— susurró Matías, cerca del llanto nuevamente.

Estaba tan, tan cansado. Deseaba... Cielos, solo quería cerrar los ojos y ser atendido.

—Puedes y lo harás —dijo Enzo—. No voy a tenerte ensuciando la ropa y apestando mis habitaciones.

¿Sus habitaciones?

Pero antes de que pudiera preguntar nada, Enzo empujó su mano, agarró la polla de Matías y le dijo: —Sólo relájate y hazlo. Tengo cosas más importantes que hacer que cambiarte los pañales.

Matías contempló aturdido su reflejo en el espejo. Parecía una frágil muñeca en los brazos de Enzo. Una mano de Enzo sostenía su polla. La otra mano de Enzo subió hasta su vientre y comenzó a frotarlo en círculos. Había algo vagamente inquietante en el contacto del hombre: era tan decidido, como si... como si Matías fuera alguna cosa de su pertenencia.

Y aun así, de alguna manera, lo ayudó. Matías casi gimió de alivio cuando su reticente vejiga finalmente obedeció. Fue una experiencia totalmente surrealista cuando Enzo sacudió un poco su polla antes de volver a guardarla.

Nuevamente, la agotada mente de Matías notó cómo de práctico y arrogantemente posesivo era el toque de Enzo, como si esto fuera completamente normal, como si Matías fuera algo que le pertenecía a lo que estaba haciendo algún tipo de mantenimiento.

Debería haberlo enfurecido, pero la ira requería de energía, y él ya no tenía ninguna. Su cuerpo estaba quedándose sin combustible, luego de días de hambre debilitándolo y la falta de sueño ralentizando su velocidad mental.

—Ahora, a la cama —dijo Enzo, levantándolo de nuevo con un brazo y cargándolo fácilmente de regreso a la alcoba. Dejó caer a Matías en el colchón y dijo— Tu ropa apesta.

Matías parpadeó hacia él con ojos legañosos.

—Por supuesto que apestan —murmuró—. Sus matones no me dejaron lavarlas. No tengo otra cosa.

Los labios de Enzo se apretaron. En un abrir y cerrar de ojos, se había ido.

Los párpados de Matías ya estaban cerrados cuando fue despertado por las sacudidas. Se quejó, dándose vuelta sobre su estómago y abrazando la almohada suave, perfecta.

—Dormirás luego de cambiarte —una voz odiosa voz familiar dijo—. Apestas.

—Uhum —Matías murmuró contra su almohada.

Escuchó una maldición en ruso, pero su mente estaba medio dormida y no lograba enterderla del todo.

Blya, eto mne chto li nado¹ —dijo Enzo con tono irritado, antes de sentar a Matías de un tirón y desnudarlo rápidamente.

Matías no abrió los ojos, apenas vagamente consciente de ser empujado dentro de algo largo y suave. Olía bien. Estaba completamente enterrado boca abajo en la cama, cuando una mano gentil acarició su cabello.

—Duerme.

—Uhum —Matías murmuró antes de abrazar su almohada y caer en un profundo y despreocupado sueño.







Glosario:

¹A la mierda con todo, esto es necesario.

(Iɴ)ᴄᴏʀʀᴇᴄᴛᴏ | ᴇⁿᶻᵒ ˣ ᴍᵃᵗⁱ́ᵃˢМесто, где живут истории. Откройте их для себя