sɪᴇᴛᴇ

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Cuando Matías se despertó, ya estaba bien entrada la tarde, aunque si no hubiera sido por el reloj de pared, no tendría forma de saberlo. Nevaba fuera de la ventana.

Matías se frotó los ojos y se estiró en la suave cama, sintiéndose deliciosamente bien descansado y cómodo. Sus músculos le dolían un poco, pero se sintió más a gusto de lo que lo hizo en siglos. Todavía no estaba seguro de por qué lo habían mudado de su antigua habitación a un sospechosamente agradable cuarto, pero esperaba que no fuera solo un golpe de suerte.

Entonces, recordó algo. ¿Realmente le había dicho Enzo que estas eran sus habitaciones personales?

Matías se sonrojó, recordando las circunstancias. Mierda. ¿Realmente había dejado que ese hombre lo manipulara, sostuviera su polla mientras orinaba, y en términos generales lo tratara como a una cosa? ¿Su cosa?

El estómago de Matías dio un pequeño salto. Repentinamente, sentía un impulso irresistible de salir corriendo. Correr a algún sitio alejado de ese hombre extraño con ojos crueles y manos gentiles y dominantes.

Aunque... no podía negar que todo había salido bastante bien. Mejor de lo que Matías podría haber esperado. Sí, había sido castigado, y eso apestaba, y su necesitada caída emocional posterior fue poco digna, pero Enzo fue casi agradable con él. El tipo se había encargado de él cuando no tenía por qué hacerlo.

Podría haber dejado a Matías tirado allí, exhausto y desvalido, hasta que se meara encima y se quedara dormido en el piso duro.

Incluso había cambiado la ropa de Matías y lo había metido en la cama. Es cierto que Enzo difícilmente había sido suave mientras lo hacía, pero aun así. Matías decidió contabilizarlo como una pequeña victoria. Siempre le gustó ser optimista.

Bostezando, Matías se estiró y se sentó. Sus músculos se sentían algo doloridos, pero para nada tan malo como habría temido. Su mirada cayó sobre la mesita auxiliar y sus ojos se ensancharon. Había una gran bandeja con comida allí. Con todo tipo de comida. Incluso había frutas y verduras.

Matías sonrió, su estómago gruñendo.

No, ducha primero, estómago.

Con mucho mejor humor, entró al baño, miró al espejo y se quedó congelado, notando lo que vestía. Una camiseta blanca de manga larga. Pertenecía claramente a alguien mucho más grande y ancho de hombros que él: le llegaba casi hasta los muslos. ¿Era de Enzo?

Un escalofrío subió por su columna al pensarlo. Normalmente no le habría importado. Feliz de sacarse su ropa sucia... pero luego de la experiencia surrealista de la noche anterior, usar la ropa del hombre lo hacía sentir verdaderamente inquieto. Sin mencionar que estaba desnudo bajo la camiseta.

Había otra puerta al otro lado del baño. Matías se acercó y escuchó. Nada. Empujó la puerta, pero no se movió. Cerrado. Por supuesto.

Incluso si realmente estaba en las dependencias de Enzo, como este había insinuado, difícilmente sería dejado solo, libre de deambular a sus anchas.

Suspirando, Matías empezó a desvestirse. Necesitaba ducharse. Necesitaba relajarse y dejar de pensar en la noche pasada.

Pero mientras estaba bajo el chorro de agua caliente, los pensamientos de Matías seguían regresando a aquella noche. Algo sobre ella lo molestaba mucho.

No es como si Matías no tuviera idea de los castigos disciplinarios y todo lo que implicaban: contrario a su apariencia, no era un muchacho inocente e inexperto. Lejos de ello. Estaba de hecho bastante familiarizado con ese estilo de vida gracias a su segundo novio, Daniel, quien estaba involucrado con el BDSM¹ y lo convenció de que lo intentara. Al final, luego de experimentar un poco, Matías le había dicho a Daniel que, mientras que respetaba su estilo de vida, no le gustaba ser azotado, encadenado y golpeado con un flogger². Daniel no se había sentido exactamente feliz de escucharlo, y Matías todavía se estremecía al recordar su horrible ruptura.

(Iɴ)ᴄᴏʀʀᴇᴄᴛᴏ | ᴇⁿᶻᵒ ˣ ᴍᵃᵗⁱ́ᵃˢWhere stories live. Discover now