III

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Los viernes eran los únicos días en los que Sofía se quedaba menos tiempo de lo normal en el hospital, ya que los sábados y domingos ensayaba ballet y tenía que reponer fuerzas descansando bien.

—Milán, preguntarle a mamá si nos podemos quedar un rato más. —suplicó la niña, su hermano que estaba hablando con su mamá por el teléfono hizo lo que ella le pidió.

—Dijo que solo media hora más. —Sofía, quién estaba a su lado, apenas oyó esas palabras fue corriendo donde su abuelo.

—Me quedaré un rato más para ver como cenas, no te librarás muy fácil de mí.

—Oh no, y yo que quería que te vayas. —bromeó el anciano, la niña se limitó a rodearlo su hombro con un brazo mientras esperaban que la enfermera llegara con la cena.

El anciano ya iba por el postre cuando su nieto mayor comenzó a contarles de una joven que había conocido.

—Ya la he visto unas tres veces esta semana cuando voy a hablar con las enfermeras, tiene un familiar internado aquí justo en la habitación del frente. —le comentaba el joven a su abuelo, Sofía al escuchar eso no pudo evitar intervenir.

—¿Es una de pelo castaño muy bonito y bajita? Creo que la conozco. —susurró, los hombres se sorprendieron y voltearon a verla.

—¿Y tú como la conoces? —inquirió su hermano.

—Solo la he visto una vez, ayer, y estaba con un niño.

—Sí, creo que me ha hablado de él, a penas nos presentamos ya me estaba contando lo mucho que su sobrino se aburre en el hospital. —los tres soltaron una pequeña risa y su hermano siguió hablando de la mujer con su abuelo. Sofia dejo de escuchar, ya que no era un tema de su interés y que comenzó a alistar sus cosas.

Ambos nietos se despidieron de su abuelo y prometieron regresar lo antes posible, el anciano sabía que no volverían hasta el lunes y eso lo ponía un poco triste, pero igualmente los abrazó con toda la fuerza que su débil cuerpo le permitía.

Milán y Sofía tomaron el ascensor que los dirigía hasta el primer piso, una vez ahí se dirigieron al centro de visitas donde registraban su hora de entrada y de salida, ya estaban dirigiendo a la salida cuando una voz femenina llamó la atención de su hermano.

—¡Milán! —ambos voltearon y vieron la mujer de la habían estado hablando antes se les acercaba—Creí que no me habías reconocido.

—Claro que te recuerdo, ¿cómo estás?

—Bien, yo te vi de lejos y quise acercarme a saludar... —ambos jóvenes siguieron hablando mientras que Sofía veía a su alrededor intentando distraerse con algo.

—Ella es mi hermana, la revoltosa que te conté. —la mujer le sonrió y estiró su mano, Sofía la estrechó de regreso y ambas se sonrieron. —Hola, soy María, mucho gusto.

—Yo soy Sofía. —se presentó, y entonces detrás de la mujer, la niña vio a Elías, estaba acompañado de una señora que se parecía mucho a María y caminaban despacio, al parecer se acercaban en su dirección.

—María, te estaba buscando. —dijo la señora en voz alta para que María la escuche.

Al oír ello la mujer se despidió velozmente para ir donde su hermana. El niño, quién no se había fijado en Sofía hasta ese entonces, la vio y se limitó a alzar su mano en señal de saludo desde lejos, la niña le correspondió y procedió a salir del hospital con su hermano.

Paredes BlancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora