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Lo que siguió fueron unas horas pesadas para su familia. La niña comenzó a llorar con fuerza, no paró por más que su hermano la abrazara. Los padres de Sofía entraron a su habitación, ellos ya sabían todo, pero no se imaginaban que la noticia le iba a doler tanto a la pequeña.

Su madre trató de hacer que tomara algo de agua, su padre y su hermano trataron de abrazarla y hablar con ella pero no quiso, el nudo en la garganta no la dejaba hablar, pero usaba su fuerza para apartarse.

—¡No quiero que estén aquí! ¡Váyanse! —les rugió—¡Vete mentiroso! —se dirigió a su hermano.

La dejaron sola, y entonces comenzó a tirar todo, arrugó las sábanas en su cama, tiró los cuadernos que estaban sobre su escritorio, comenzó a gritar desesperada tratando de sacar todo el dolor que se acumulaba en su pecho y no la dejaba respirar. Nadie podía ayudarla, solo ella podía calmarse sola, y así fue, gritó hasta quedarse dormida.

Al día siguiente fue su hermano quién la levantó, al verlo ella solo sintió rechazo y se alejó de él con disgusto.

—¿Quieres ir al funeral? Si no quieres ir está bien, Sof. Yo iré de todos modos. —la niña lo pensó unos segundos, sentía los ojos hinchados de tanto llorar, pero con lentitud consiguió ponerse pie y su hermano la dejó para que se alistara.

Los padres de la niña no podían acompañarlos por el trabajo, cosa que no era una sorpresa, entonces solo eran los hermanos camino al funeral.

—¿Podemos pasar por el hospital antes? —preguntó y su hermano asintió antes de cambiar de dirección.

Milán la acompañó hasta el quinto piso ya que la niña quería ver a su abuelo.

—Quiero hablar a solas con él. —pidió.

Su hermano se lo concedió, dejo que entrara sola a la habitación mientras esperaba en el pasillo. Nada más entrar, la niña comenzó a respirar para no ponerse a llorar, pero fue inevitable para ella comenzar a hacerlo cuando vio a su abuelo. Él también lo sabía.

—Lo siento mucho, mi niña. —la consoló mientras la abrazaba. —Tienes derecho a llorar todo lo que quieras, pero no te enojes con tu hermano, él no tiene la culpa de nada.

El anciano la conocía muy bien, Sofía solo se dejó mimar por él mientras sollozaba en silencio hasta perder la noción del tiempo, no fue que volvió a la realidad hasta que su abuelo le tendió algo. Un gorro de lana morado.

—Elías me lo regaló hace una semana, dijo que no le gustaba este color. —se rio, y en consecuencia la niña también esbozó una sonrisa triste.

La niña lo recibió y se lo puso, era como sentir a Elías un poco más cerca, más presente. Entonces su abuelo le rodeó el hombro en un intento de reconfortarla.

—No te pongas triste mi niña, ten en cuenta una cosa, en medio de cualquier enfermedad o mal momento que Elías haya tenido, encontró una amiga en ti. En medio de unas paredes blancas, pudo encontrar a alguien que lo quiera sin prejuicios, sin limitaciones. Encima de paredes blancas, pudieron escribir una pequeña historia.

—Nuestra historia. —respondió.

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⏰ Last updated: Mar 05 ⏰

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Paredes BlancasWhere stories live. Discover now