CAPÍTULO 4

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Isabella sacó una llave de su bolsillo, abrió la puerta y extendió la mano hacia Massimo.

–Este es su duplicado, las únicas personas que cuentan con una llave de su despacho son usted y yo, nadie tiene autorización de abrir esta puerta a menos que sea para limpieza, por seguridad o porque usted lo ordene —explicó Isabella.

Ella dio unos pasos hacia adentro y Massimo se quedó en el marco de la puerta.

–Su oficina cuenta con cámaras y micrófonos por toda la habitación, los cuales son monitoreados por la seguridad del edificio, además de los monitores que se encuentran en mi oficina —dijo Isabella señalando varios puntos del lugar.

–Eso quiere decir que usted ¿Escuchará y verá todo lo que hago? —preguntó Massimo.

Isabella se dirigió al escritorio y giró para quedar de frente a él.

–No, señor Santino, usted tendrá pleno control del circuito cerrado de su oficina —presiono una esquina de la mesa y se desplegó un panel con varios botones— Justo este botón apaga todo el sistema de seguridad, así podrá tener privacidad absoluta, de cualquier forma si usted llegase a presionar el botón de pánico que está debajo de su escritorio, las cámaras y micrófonos se activarán automáticamente. 

–¿Botón de pánico?

–Sí, si siente que su vida corre riesgo o simplemente quiere sacar a la persona que esté dentro de su oficina, puede presionarlo.

–¿El guardia de la entrada vendrá a salvarme? —dijo Massimo sarcásticamente.

—esbozo una ligera sonrisa— Señor Santino, contamos con más seguridad que el chico de la puerta. Personal que, como supongo el señor Rizo le habrá comentado, se puede encargar de cualquier cosa. Además, que cuenta con un arma corta a lado del botón de pánico.

–¿Arma?, vaya que Arturo piensa en todo ¿Alguna otra sorpresa que guarde esta oficina?

–En realidad bastantes, es un despacho inusual, todo lo encontrará en el instructivo que está sobre la mesa. Pero le comentaré, este panel de control maneja todo dentro de esta habitación, por ejemplo este botón le agradará.

Isabella presionó el panel y en ese momento la pequeña sala que estaba frente a ella se reclinó volviéndose un cómodo sofá cama.

–¿Una cama? ¿Y para qué quiero yo un…? Ok, ya entendí. Es la primera vez en la vida que me entregan una oficina y tendré que leer un manual de instrucciones para saber cómo usarla.

–Cuenta con muchas cosas, lo dejaré para que explore y se instale, ¿Necesita algo más?

–Sí, un café. Solo espero que esté si llegué a mi mano primero —sonrió.

—sonrió ligeramente—No se preocupe por eso—dio unos pasos para tomar el teléfono— ¿Qué clase de café le gustaría?

–Expreso.

Isabella tomó la bocina y presionó un botón.

–... ¿Lidia?… Podrías enviar un espresso a la oficina del señor Santino, por favor… Gracias —colgó el teléfono y miró a Massimo— Con este botón puede llamar a cocina y le traerán lo que guste, pueden preparar platillos y bebidas de su elección.

–¿Y si deseo llamarla a usted?

–Presione el tres.

–¿Y si no estoy aquí?

Ella tomó una pluma de su bolsillo y el block de notas que estaba sobre el escritorio.

–Este es mi número, le advierto que únicamente contestaré en horario laboral. ¿Alguna otra cosa?

Cielo en llamas Where stories live. Discover now