CAPÍTULO 11

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Para los dioses la leyenda de Yidis, para los mortales destino.

Un día normal, como si el atentado de hace días no hubiera ocurrido, algo natural que siempre sucedía en ese corporativo.

Isabella salió de ahí para ir al encuentro de su amiga y llevarla al aeropuerto, había mantenido contacto con ella, Enzo y Alonzo se habían encargado de ir por Alessia al hospital y llevarla a su casa.

Sentada en la orilla de la cama mientras le ayudaba a su amiga a doblar la ropa y meterla en la maleta, su mirada estaban perdida y sus pensamientos aún en la noche anterior.

–Tierra llamando a Isabella —dijo Alessia sacando a su amiga de su trance.

–¿Qué pasa? ¿Te ayudo con algo más? —preguntó Isabella desconcertada.

–¿Me puedes decir que te pasa? —pregunto intrigada— Ayer no te vi y hoy estás ausente.

Isabella soltó un suspiro, pensaba que tenía que contarle a su amiga lo que había pasado, quizá así sus pensamientos se aclararían.

–Tengo mucho que contarte Ale.

–Pues bien, soy toda oídos —dejó unas prendas sobre la cama y se sentó a lado de Isabella— Tenemos tiempo, mi vuelo sale dentro de unas horas, dime qué te pasa.

Isabella hizo una pausa.

–Descubrí que Donovan está en la lista roja de Rizo —dijo Isabella con pesar.

–¿Qué? —soltó sorprendida— No puede ser, ¿Qué hizo?

–Se acuesta con la esposa de Arturo desde hace tiempo.

–Que imbécil. Pero no te preocupes, seguro le darán una advertencia, todo estará bien.

–No, hace meses le dieron una advertencia, fue cuando dejé de verlo.

–¡Oh, dios! —se llevó la mano a la boca— Lo van a matar.

–Sí. Yo no quise cargar con eso así que ayer lo cité.

–Isa, eso fue muy arriesgado, si Arturo se entera te matará.

–Lo sé, pero no podía quedarme de brazos cruzados — suspiró.

–¿Y entonces? ¿Qué pasó?

–Pues le advertí, primero me rogó que lo ayudará y cuando me negué comenzó a insultarme; lo abofeteé e intentó agredirme.

–¿Estás bien? ¿Te hizo algo? —preguntó mientras miraba a Isabella de arriba a abajo como inspeccionándola.

–Sí, estoy bien —contestó tranquila, esbozando una pequeña sonrisa— Ahí no acaba todo.

–Dime que lo golpeaste, por favor.

–No hubo necesidad, alguien más lo hizo por mí.

–¿Y quién fue el alma salvadora?

—Isabella mordió su labio inferior y dijo con una sonrisa tímida— Massimo Santino.

–¡¿Quééé?! —grito Alessia poniéndose de pie— ¿Qué hacía Santino ahí?

–Según él, estaba haciendo ejercicio y pasaba por ahí, vio que Donovan quiso agredirme y entró al rescate, le dio un par de golpes y después de eso Donovan se fue.

–Que casualidad —hizo una breve pausa— ¿Crees que Donovan ya está fuera de la ciudad? ¿Que haya tomado en serio tu advertencia? —preguntó Alessia.

–Si es así, espero que ya esté muy lejos y si no, es seguro que ya esté tres metros bajo tierra.

Ambas hicieron una pausa, se notaba pesar en sus rostros.

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