Capitulo 8

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Kinn perdido la noción del tiempo desde que supo quién era Porsche y había tenido que marcharse antes de hacer algo catastrófico, pero la rabia y la sorpresa lo tenían desconcertado.
Porsche, el hombre al que deseaba con todas las fibras de su ser,el que había roto todas sus defensas, era el hijo del hombre que había destrozado su vida.

«kinn, te presento a mi padre, Teobaldo Ferreira».

Teo había sido el socio y mejor amigo de su padre, una presencia constante en su casa. No había cambiado mucho en esos veinticinco años. De hecho, había envejecido muy bien. Al contrario que su propio
padre, que parecía un anciano gracias a la maldad de Ferreira, el hombre al que quería y en el que siempre había confiado.
Tío Teo, solía llamarlo. De niño, sus frecuentes visitas habían sido una fuente de gozo para él, pero durante la investigación habíadescubierto que, antes del secuestro, su padre había disuelto la sociedad con Ferreira. Y encontró pruebas de que solo había una persona que pudiese haberlo orquestado todo: Ferreira.
Recordando al hombre al que corría a saludar cada vez que iba a visitarlos, el que le había mostrado siempre tanto afecto, desearía poder rechazar la evidencia. No quería que fuese él, pero la investigación lo
había dejado claro. Con su secuestro, Ferreira habría matado dos pájaros de un tiro:
vengarse de su padre, el hombre que lo había acusado de engañarlo; y ganar suficiente dinero para compensar las pérdidas que le había causado la disolución de la sociedad. La organización pagaba bien por
sus chicos y él y sus hermanos estaban entre las más selectas y caras «adquisiciones». Quien los hubiera vendido sabía lo que valían y había
pedido mucho dinero. En su caso, Ferreira.
Tenía pruebas concluyentes y había planeado la venganza perfecta. Pensaba iniciar una colaboración con él, convertirlo en multimillonario para que supiera lo que iba a perderse antes de enviarlo a la cárcel, de la que no saldría nunca.
Sin embargo, no había tenido prisa por vengarse. Aún le resultaba difícil aceptar que él era el monstruo que lo había vendido a sus captores y no el tío indulgente al que tanto había querido.
Entonces, había visto a porsche, y todo, salvo el, había dejado de importar. Y lo último que podría haber imaginado era que Ferreira fuera su padre.
Kinn apretó los dientes para contener un rugido.
Algo golpeó contra la pared y, de repente, la puerta se abrió, colgando de sus goznes. Big apareció pistola en mano. Su amigo miró alrededor antes de guardar la pistola en su funda.
Kinn miró la pared a la que había lanzado el escritorio,
provocando un desastre.

–Pensé que la pelirroja te calmaría un poco.

–¿Qué pelirroja?

–¿Ya se te ha olvidado? Estás peor de lo que yo pensaba.
Kinn sacudió la cabeza. Tenía que controlarse, tenía que pensar con claridad antes de morir de un infarto.

–¿Cómo te has enterado?

–¿De que tu chico de cuento de hadas era el hijo de Ferreira? ¿No lo sabías tú? Pensé que conocías su historia familiar.

–Ferreira tiene tres hijos de su primer matrimonio, y el más joven es de mi edad. Eran mis mejores amigos de niño –dijo kinn–. Se divorció y tuvo un hijo con su segunda mujer… lo sé todo sobre él, pero pensé que los detalles de su vida familiar eran irrelevantes.

–Ese es el fallo en tu plan –replicó Big–. Que no quieres hacer daño a su vida familiar.

–Sus hijos no son culpables de los crímenes de Ferreira.

–¿Estás seguro de eso?

–Estoy seguro de que no tuvieron nada que ver con mi secuestro.
–Pero se han convertido en millonarios siendo muy jóvenes. Tal vez sepan de la villanía de su padre y se hayan aprovechado de ella.

Kinn se encogió de hombros.

–Y solo actúo como juez y ejecutor en el crimen que me atañe.
Big asintió con la cabeza.

Amantes Y EnemigosWhere stories live. Discover now