Capitulo 21

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Doblado en la cama de un hotel, como un juguete roto, porsche tenía que hacer un esfuerzo para respirar.
No había exagerado cuando le dijo a kinn que estaba destruido.
Él había destrozado su vida y sus esperanzas. Horas antes era el hombre más feliz del mundo, seguro en el amor del hombre al que adoraba, y a punto de casarse con él. Y, de repente, todo había terminado.
Todo había sido mentira.

¿Cómo había podido creer que era real? Kinn le había pedido todos los detalles del trabajo de su padre, de modo que solo había sido un medio para llegar a un fin.
Eso sí tenía sentido.
¿Cómo había podido creer que un hombre como kinn era capaz de amarlo?
No había sido nada para él. Peor que nada. Había sido el cuchillo que pensaba clavar en el corazón de su padre y solo podía dar gracias por haberse apartado antes de que tuviese oportunidad de usarlo.
De repente, se incorporó de un salto, aterrado.
Su padre, kinn era poderoso y despiadado. Fuese el el arma o no, no habría modo de pararlo. Si pudiese entender la razón por la que quería meter a su padre en la cárcel... había visto en sus ojos que no iba a contárselo, pero él no era la única fuente de información.

-¿Seguro que solo es un resfriado?

Era la quinta vez que su padre le preguntaba eso en cinco minutos. Y el resfriado había sido la única forma de explicar el terrible estado en que se encontraba.

Porsche asintió con la cabeza.

-Lo peor ya ha pasado, estoy bien.

Su padre seguía mirándolo, angustiado. Los problemas digestivos de su madre habían resultado ser un cáncer terminal y desde entonces se preocupaba por todo. Durante toda su vida había estado obsesionado por su salud.

-Papá, por favor, respóndeme.

Le había preguntado si había cometido alguna indiscreción y él pensaba que preguntaba porque no creía que una mala decisión comercial o la crisis fuesen la razón de los problemas en su negocio.
No sabía que kinn intentaba enviarlo a la cárcel ni por qué y al menos eso le aseguró que no iba a descubrir a un padre al que no conocía.
Teo se dejó caer en el sofá, mirando el mar por la ventana. Le había comprado esa villa a su madre como regalo de boda y ella la había decorado en tonos claros, con muebles alegres. Nada había cambiado desde entonces.

-Siento mucho no haber encontrado valor para contártelo antes, Porsche. No quería perder tu respeto.

Con el corazón acelerado, ella apretó su mano.

-Nunca te querré menos, papá, pero cuéntamelo.
Él exhaló un suspiro.

-La empresa perdía dinero y tuve que evadir impuestos para compensar, pero la situación ha empeorado y puede que tenga que declararme en bancarrota -empezó a decir, enterrando la cara entre las manos-.
--Mi niño, lo siento, pero tengo que confesarte algo más.

-¿Qué? -exclamó porsche, con el corazón encogido.

-Estaba tan desesperado como para pedirle a kinn que me ayudase. Sé que tú no quieres mezclar los negocios con tu matrimonio, pero pensé que para él sería fácil resolver mis problemas.
Aunque evadir impuestos era un delito, porsche seguía sin entender qué tenía eso que ver con el odio que le profesaba kinn Sabía que su padre no podría haber hecho nada para ganarse tal rencor, pero estaba claro que aquel era un callejón sin salida.

Levantándose, se inclinó para darle un beso.

-No vuelvas a ocultarme nada papa, ¿de acuerdo?

-Te lo prometo, hijo.

Su padre lo acompañó a la puerta, sin saber el peligro que corría o que la vida de su hijo había cambiado para siempre.
De vuelta en el hotel, Porsche cayó en la cama, agotado. Tenía que ver a kinn. Todo estaba en sus manos: su mundo, su futuro, Kinn, siempre kinn.

Amantes Y EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora