Capítulo 12

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Felix despertó desorientado cuando un súbito escalofrío le recorrió de arriba a abajo. La finca estaba tranquila, los animales en sus corrales y las cosechas protegidas así que no entendía muy bien qué era lo que inquietaba tanto a su lobo.

Poniéndose de pie apresuradamente, tomó su bata y la colocó sin cuidado sobre sus hombros. Se calzó las pantuflas como pudo y terminó por recoger todo su cabello en un pequeño moño.

Siguiendo sus instintos llegó a la habitación de los cachorritos y ahí estaba la gran revelación de su problema. Niki se retorcía en el nido que su papá le había construido tiempo atrás. El pequeño murmuraba entre sueños y apretaba sus manitos en puñitos cuando el sudor perlaba su frente.

No perdió tiempo antes de acercarse mientras liberaba feromonas en un intento de apaciguarle. Cuando se arrodilló a su lado, Niki apenas entreabrió los ojitos, que para ese punto estaban a rebosar de lágrimas.

— Mami... — sollozó a la vez que intentaba sentarse entre las mantas.

— Oh, mi cachorrito... ¿Qué sucede, bebé? — lo tomó entre sus brazos y verificó lo que se veía de lejos. El alfita tenía fiebre.

— Duele, mami, mucho — continuó llorando con su carita enterrada en la fuente de aroma del mayor.

— ¿Dónde duele, Niki? señala para mamá, ¿sí?

El pequeño, sin despegarse de su escondite, tocó con la punta de su dedo índice su garganta y luego un poco más abajo. Tosió sin poder evitarlo y el llanto incrementó en varios niveles.

Felix no sabía qué hacer. Hace tiempo que sus hijos no enfermaban, más que nada por estar en un espacio natural, con aire puro y comida de primera calidad y libre de pesticidas y agroquímicos. Sin embargo, cuando los síntomas se presentaban lo hacían de manera aguda y notable.

Se puso de pie cuando el llanto de Jeongin también lo tomó desprevenido. Con el mayor entre sus brazos y sintiendo sus piernitas abrazarse a su torso, se encaminó a la cuna y sobó de arriba a abajo sobre la barriguita.

Jeongin extendía sus bracitos y clamaba por su calor pero se le era imposible tomar a los dos juntos. Cada vez estaban más grandes y uno de sus mayores miedo, el cual era nunca más poder volver a cargarlos, empezaba a materializarse.

Sintiendo que estaba a punto de ponerse a llorar como sus hijos, la presencia de su alfa se sintió en el cuarto.

Niki empezó a gimotear y jadear con potencia cuando el aroma de su papá le llegó a su irritada naricita. Hyunjin, sabiendo de sobra que las enfermedades de sus hijos muchas veces eran menos alarmantes de lo que aparentaban, se acercó a su omega y le solicitó al niño. Felix no dudó en entregárselo, y ahora con sus manos libres pudo cargar al menor de la casa.

— Ya, mi amor, papá está aquí — Hyunjin lo meció de un lado al otro mientras lamía sus lágrimas y lo marcaba con su aroma — ¿estás enfermito?

Chi.

— Oh, mi vida... lamento oír eso. Papá irá por ayuda y pronto estarás mejor, ¿sí? — susurró sintiendo como su hijo se relajaba bajo su toque — ¿Qué te duele, Niki?

— Aquí — señaló su garganta.

— Abre la boca, por favor, déjame ver qué sucede — le indicó y cuando el cachorro lo hizo notó el conducto irritado y en una tonalidad rosa oscura y pequeños puntitos blancos. Probablemente amigdalitis en su primera etapa.

— ¿Muy feo, papi?

— No, mi amor. Estarás bien. ¿Quieres ir al nido?

Niki asintió cuando lo dejó en el suelo luego de besar su frente varias veces.

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