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Su peor terror había llegado a su vida. Siempre había escuchado que la secundaria era bastante divertida, la mejor etapa de tu vida, que era tu hora de mostrar tu rebeldía. Sin embargo, llegó un primo suyo a darle la vida diciendo que era una forma de estudio diferentes y que ya no podía comportarse como quería, no todo era de color rosa después de todo. Cada quien tiene su forma de expresar y no podía evitar sentirse confundido, pues no sabía a cual creerle, así vivio con miedo y pensamiento durante todas sus vacaciones, hasta que llegó el primer día de entrar a la 'carcel'.

Por fortuna había llegado temprano, no como en otra ocasiones que llegaba sudoroso por correr de la esquina de la calle hacia la escuela.
Lo primero que miró fue a unos estudiantes hablando como si se conocieran desde hace años, eso lo desconcertó un poco, sin embargo, simplemente dejó su mochila en un asiento para acercarse a Agustín, agradecía tener conocidos en su salón de clases. Por alguna razón se sentía nervioso.

─No se como le haces para llegar temprano. Apenas pude abrir los ojos─. Comenzó con pereza sentándose en uno de los mesabancos en el aula.

─Nada nuevo, ya sabes como es mi mamá ─. Respondió con buen humor.

Daniel solo suspiro mirando a su alrededor notando el ambiente tranquilo y amigable.

─Parece que medio mundo ya se conocían.

─De hecho no. Solo llegaron y comenzaron a conversar para no tener silencio incómodo. Todos se cayeron bien al instante─. Explicó mirando a los alumnos riendo a carcajadas.

Agustín desvío su mirada hacia la puerta esperando a ver quién más llegaba, pues claramente sabía que serían muchos alumnos por la lista en las paredes de la escuela.
Una persona le resultó familiar al instante, solo que ahora llevaba el uniforme escolar. Una sonrisa dominó sus labios mirando a su amigo al lado suyo.
Sabía de la pequeña discusión que había tenido con la presentación días atrás en las vacaciones, era interesante, pues Daniel solía llevarse bastante bien con los demás, pero esta vez fue diferente.

─Mira, ahí viene tu mejor amigo─. Bromeó aguantando la risa en su garganta.

Como todo un ilusionado y chismoso, volteo hacia la puerta para ver a la persona de la que se refería su amigo.
Rápidamente su rostro se volvió irritado, sus ojos se volvieron oscuros y sus labios se curbearon hacia abajo haciendo una muñeca de disgusto.

─Idiota... ¿Que hace aquí?

Abraham entró justo en ese momento al salón, se veía tranquilo como siempre, una pequeña sonrisa no se despegaba de sus labios. No tardó mucho en acercarse a ambos chicos algo asombrado al ver al chico que lo había rechazado un mes atrás.

─Mira que el mundo es pequeño.

Dijo sin importarle el rostro malhumorado de Daniel, era demasiado obvio que no le tenía cariño alguno, parecía que ni siquiera quisiera mirarlo un poco.

Agustín iba a devolver un comentario como respuesta, hasta que el timbre sonó por toda la escuela anunciando el inicio a clases.
Los alumnos corrían a sus salones mientras que otros simplemente escogían algún asiento cerca de algún amigo o una persona amigable.

El primer maestro llegó al aula en poco tiempo, su aspecto era bastante amigable. Se acercó al escritorio principal a dejar su palestinos antes de sacar una lista con los nombres de los alumnos.

─Buenos días, alumnos de primer año, me presento, Mi nombre en Juan, seré su profesor de historia, espero llevarnos bien el resto del ciclo ─. Anunció con voz amable y calmada antes de seguir hablando ─Antes que nada, les pediré el favor de sentarse por número de lista.

Los sonidos aburridos y los suspiros de los alumnos sonaron por todo el salón, no era nada divertido ser separado de algún amigo solo por el número de lista.

No pasó mucho tiempo para que el profesor comenzara a nombrar los nombres con el número de lista. Los alumnos se dispersaron lentamente por toda el aula, algunos estaban contentos de estar cerca a de algún amigo y otros simplemente no les quedó de otra...

─Abraham Sánchez... Irás con Rubalcaba─. Habló nuevamente en profesor antes de seguir con su labor.

Daniel se quedó congelado al escuchar su apellido. Abraham se quedó algo confundido buscando a su compañero de mesa.

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Nunca se había sentido tan incómodo por sentarse al lado de alguien. Su pueblo se movía con inquietud de arriba hacia abajo mostrando su ansiedad. Pues él era un chico realmente inquieto.

Ninguno de los dos había saltado una palabra desde que se sentaron juntos. No entendía el porque se sentaban juntos, sus apellidos no tenían nada en parecido o no tenían la misma inicial, realmente estaba irritado y frustrado. Tanto que no ponía la más mínima atención en clase. Lo bueno esque el primer día, jamás hacían nada, solo eran las presentaciones y charlas entre profesor y alumno.
Algo que realmente le había interesado, era el rato de sus compañeros, parecían amigables y simpáticos por sus anécdotas.

Finalmente, la primera hora dio a fin al sonar del timbre, realmente era extraño tener diferentes profesores por materia, estaba acostumbrado a ver un solo profesor solo por cuatro horas.

Su mirada se desvió por unos momentos hacia su compañero de mesa, el cual parecía estar entretenido por grafitear su cuaderno en la última hoja. No pudo evitar sentir curiosidad por ello, admitía que era bueno en el dibujo y el diseño, sin embargo, no le agradaba demasiado el hecho que hiciera ese tipo de dibujos o escritura.

Abraham rápidamente notó una mirada encima suyo, también se sentía un poco incómodo estando a un lado de Daniel, no lo conocía y tampoco sabía el porque estaban juntos. Era como un tipo de castigo para ambos.

─¿Cual es tu nombre completo?─. Rompió el silencio dejando su cuaderno y sus pulmones de lado para ponerle atención al de ojos miel.

Daniel se quedó algo deconcertado por la pregunta, levantó una ceja antes de responde:

─Jesus Danie-...

Su voz se cortó al escuchar un sonido se asombro por parte del contrario.

─¿Tambien te llamas Jesus?

Una pequeña sonrisa se mostró en su rostro, algo que hizo que Daniel se pusiera nervioso al mirar aquellos labios, se veían suaves y dulces. Sin embargo, rápidamente dejó aquel pensamiento impuro.

─Asi es... ¿Tambien tienes ese primer nombre?

Abraham asintió con una sonrisa, ahora todo tenía sentido, sin embargo, aun era algo incómodo estar con él. No lo conocía bien, no sabía de lo que realmente era capaz aquel chico de actitud positiva.

Después de esa pequeña conversación. No volvieron a hablar en todo el día más que intercambiar alguna que otra palabra o reírse juntos por un chiste del otro.

Sin duda una pequeña aventura se adentraba en su vida con ese chico interesante y misterioso.

What I expect from youWhere stories live. Discover now