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¿Alguna vez se han encontrado a alguien que tiene mucho en común a tu persona?, ya sea el hecho de estar conectados en su pasado o así como tener gustos en común. La vida es larga y el mundo es grande ante nuestros ojos, pero mientras vas creciendo, vez que todo es pequeño, fácilmente puedes encontrar a alguien con tus mismos gustos o tener los disgustos. Tener traumas o las cosas que te hacen feliz. Eso lo encuentras o lo manifiestas con tan solo pensarlo.

En cambio, ¿alguna vez has encontrado a alguien en el parecido físico, emocional y familiar? Esto es complicado, tener a alguien con emociones encontradas o tener a alguien con tu mismo físico es algo probable, pero es realmente difícil encontrar a alguien con parecido familiar. Tener a alguien que odia o ama a su familia de la misma manera en la que tu lo haces, o el mismo daño. Es algo extraño, ¿no?

...

─Que apodo tan estúpido te dio tu mamá ─. Se burló por quinta vez mientras escribía en su cuaderno.

─¡Callate! Lo tuyo es un nombre bastante básico, Dany─. Se quejó haciendo un tono burlón al apodo de su amigo.

Se habían vuelto mucho más cercanos al paso del tiempo. Conocer a Abraham más a fondo le hizo tener un gran cariño a su persona, siempre estaban juntos entre clases. El receso era algo complicado para él, pues su compañero se la pasaba con su novia dándole mimos viéndose como una pareja perfecta. Era extraño que alguien no les tuviera un poco de envidia por lo lindos que se miraban juntos.

En cambio, era un total desastre entre clases, no había día donde no les mandaran algún aviso o una pequeña llamada de atención. Eran imparables estando juntos, eran tan diferentes que los hacia ver tan parecidos. Pero esto era solo el principio...

Las clases terminaron al sonar el timbre de salida, todos los alumnos guardaban sus cosas apresuradamente mientras unos gritaban emocionados por su hermosa libertad.
Daniel y Abraham tomaron caminos diferentes a sus casas, la pasaba increíble con su nuevo amigo, aun no podía creer como lo juzgó a primera vista, tenía que ser diferente con las personas que conocía, al parecer no era un total malandro.

Siempre le enseñaron uno que otro rumor de los skaters y los que grafiteaban paredes. Aunque era un total arte, era ilegal y eso los volvía criminales, algo que él odiaba. Pero Abraham era diferente, tenía una vibra liberadora y amigable a como él lo imaginaba. Después de todo no podemos juzgar un libro por su portada.

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─Abuela ya llegu-...

Su voz se cortó al escuchar el ruido de la televisión en la sala de estar. No era algo nuevo, su abuela siempre miraba telenovelas a blanco y negro a todo volumen para que la casa no se sintiera tan sola mientras él estaba en la escuela. Sin embargo, esta vez fue diferente, un sonido infantil cambiaba el ambiente.

Soltó un suspiro antes de poner la expresión más odiosa del mundo.

─¿Que haces aquí, mocoso? ¿Donde está mi abuela─. Se acercó al sillón dejando su mochila en el suelo mirando al niño entretenido en la televisión.

─Esta afuera con sus plantas

Respondió el pequeño omitiendo la primera pregunta. Realmente detestaba cuando lo ignoraba.

─¿Pero que haces aquí? No deberias estar en el kinder─. Se burló dando un pequeño golpe en el hombro de su hermano pequeño.

Se escuchó una voz infantil antes de que un golpe fuera devuelto con un poco de fuerza.

─Hoy no tuve clases y mi mamá me dejó aquí, no me quiso llevar a la guarderia─. Respondio con un puchero. ─Pero la abuela hizo más dulce y yo le ayudé.

Su sonrisa presumida se mostró con orgullo cruzándose de brazos.

─Ajá...─. Respondió sin tomarle mucha importancia.

Se levantó de su asiento dando un pequeño revuelto al cabello del infantil antes de dejarlo solo para buscar a la mayor.

Realmente a veces le sorprendía lo mucho que cambiaba estando fuera de la escuela, en especial estando con su abuela. Era todo lo contrario a como es en clase.

Al abrir la puerta trasera, se encontró a su abuela regando y hablando con las bellas flores de tulipán lila, a veces la creían loca, aunque le importaba poco.
Se acercó con una sonrisa amable y dulce.

─¿Necesita ayuda?

La mirada de su abuela se iluminó al escuchar la voz de su nieto. Sonrió antes de negar lentamente.

─Ya casi término, no te preocupes... ¿Cómo va la escuela?─. Siguió la conversación regando nuevamente a los pequeños seres vivos.

─Ehh... Bien, nada nuevo.

Un pequeño silencio domino en momentos por algunos segundos como respuesta de su abuela, sonreía sabiendo que su nieto iba bien en la escuela, o eso es lo que escuchaba de su parte.
Los minutos de silencio se rompieron por la voz del adolescente.

─Abue... Tengo una duda.

─Dime , con confianza.

Una risa salió de los labios de Daniel antes de mirar a las flores amarillas en la canasta de madera.

─¿Yo de pequeño tenía un apodo?

─Claro que sí, tenias muchos─. Respondió divertida por aquellos recuerdos.

─¿Cómo cuáles?

Un silencio se volvió a presentar antes de escuchar un suspiro por parte de la anciana.

─Habia uno que te gustaba mucho─. Dejó la regadera de lado para acercarse a una de las sillas en el patio y sentarse. ─Cuando eras pequeño querias ser un policía con una pistola.

Daniel se quedó algo desconcertado con la descripción.

─¿Y qué pasó con eso?

─Decias que dispararías a los malos que dañaran a tu familia y decias "pichu, pichu" mientras corridas por la casa.

Las risas dieron un lindo momento entre abuela y nieto, pues Daniel casi no recordaba cosas de su infancia.

─Como repetias tanto la palabra, tu tío comenzo a decirte "pichu". Y eso se quedó por unos años.

Por un momento, los ojos de Daniel se abrieron de golpe por la noticia, recordando su burla al apodo de su compañero.

Suspiro entre risas sentándose a un lado de la mayor.

─Maldición─. Susurro mirando al cielo recordando el apodo que le tenía la madre de Abraham a su persona.

What I expect from youWhere stories live. Discover now