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—Señor Fushiguro, hemos tomado la decisión de expulsar a su hijo durante una semana debido a este incidente. Como ya he dicho, no es la primera vez que Megumi se ha saltado las clases o salido del centro educativo.

Toj tenía ganas de agarrar algo y destrozarlo. No hacía ni media hora que había recibido una llamada del instituto en la que se le citaba porque habían ocurrido cosas con su hijo. Se había plantado allí lo más rápido que pudo sólo para encontrar a Megumi y a ese otro mocoso esperando una resolución por sus acciones.

Sentado a su lado, Megumi bajaba la cabeza, cohibido, su labio inferior temblaba. Fuera del despacho, Sukuna esperaba su turno con su padre, Jin Itadori, quien tampoco parecía demasiado contento.

—Esto supondrá una mancha en su historial académico, por supuesto —explicó el director, dándole una vuelta al expediente del chico —. He hablado con sus profesores y me han dado una buena cantidad de trabajo para que reflexione durante esta semana, además de las notas de los exámenes que iban a entregarse.

—Entiendo.

El hombre le tendió a Toji una gran carpeta de papeles con actividades de varias asignaturas. Toji estuvo a punto de arrojarla a su hijo, pero sólo la dejó bruscamente sobre el regazo de Megumi, que pegó un asustado respingo por el gesto.

—Cuando vuelva a incorporarse a clases deberá firmar su asistencia en cada una de las asignaturas durante tres meses. Si esta clase de comportamientos vuelve a ocurrir no nos dejará más remedio que expulsarlo permanentemente.

Intercambiaron un par de palabras más, el director les dijo que podían irse y Toji agarró —literalmente, agarró— a su hijo y lo sacó de allí.

Ni siquiera se detuvo a hablar con Jin, ni le echó una de esas miradas amenazantes a Sukuna. Sacó a Megumi por el brazo del instituto, sintiendo cómo se resistía tras pasar la puerta de salida.

—Papá me haces daño...

Toji lo soltó una vez llegaron a su motocicleta. Hubiera traído el coche, pero esa birria de segunda mano estaba averiada desde hacía meses y todavía no quería gastar una gran cantidad de dinero en reparaciones.

—Espero que estés contento, Megumi —escupió, notando cómo el chico miraba a sus pies —. Mírame cuando te hablo.

—Lo siento.

Los ojos de Megumi estaban repletos de lágrimas al borde de derramarse. Toji frunció el ceño, fuera de sí.

—No, no lo sientes. Si lo sintieras no lo habrías hecho en primer lugar, y todavía tienes la audacia de llorar.

Nunca era duro con su hijo, nunca le ponía una mano encima, nunca le había abofeteado o quitado el móvil. Pero, sinceramente, ya no sabía qué hacer. Toji intentaba ser un buen padre y así era como Megumi se comportaba. ¿Había hecho algo mal? ¿Acaso no lo había educado bien o sólo eran tonterías de adolescentes? ¿Es que el chico no era capaz de ver la gravedad del asunto? Y, de todas las personas con las que podría saltarse las clases había sido con ese tipo.

Toji se pasó una mano por el pelo, nervioso. Megumi sorbía por la nariz, frotándose la manga de su suéter contra la cara. No quería seguir regañándolo en mitad de la calle, así que le ordenó que subiera a la moto.

—Hablaremos de esto en casa.

La puerta se cerró con fuerza. No dejó que el chico dejara sus cosas en la habitación, sino que lo llevó a la cocina y lo obligó a sentarse a la mesa. Toji abrió la gruesa carpeta que le habían dado, ahí había muchísimo trabajo.

Megumi se puso a juguetear con las hojas llenas de ejercicios de distintas asignaturas, sin atreverse a enfrentarse a la ira de su padre.

—¿Por qué? —preguntó Toji, cruzándose de brazos, apoyado contra la encimera. Megumi no contestó —. Te he hecho una pregunta. Responde.

Balaclava || TojiSatoWhere stories live. Discover now