CAPITULO IV

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CAPÍTULO CUATRO

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CAPÍTULO CUATRO

Las apuestas dentro de los casinos no son un simple juego de niños, no es como en el colegio cuando apostabas centavos con tus amigos; en el casino apuestas miles de dólares e incluso propiedades si eres atrevido.

El problema con las apuestas es que pueden destruirte completamente.

La entrada al casino no fue tan complicada como creía, los Valet Parking me recibieron con el mejor de los tratos, los más antiguos incluso me reconocieron y llamaron al administrador del casino quien ahora me guía por el Chance en Or como un pequeño tour de bienvenida.

«El casino se ve diferente a como lo recordaba».

El administrador va explicándome las novedades del casino, ahora tienen salas privadas exclusivas para los apostadores más grandes. Solo puedes entrar si tienes un nivel de ganancia arriba de los 100,000 dólares en los juegos que ofrece el Chance en Or.

La zona del bar también fue ampliada.

«Debo mantenerme lejos del bar y de las bebidas en general».

El Chance en Or no niega el acceso, pero demuestra su exclusividad con los precios de sus bebidas y el índice alto de apuestas iniciales. Si no puedes pagar una de sus bebidas, ni siquiera pienses en entrar.

Tener deudas con la personas que frecuentan el casino no es una opción; todos son peligrosos hasta cierto punto.

Todos tienen algo que ocultar del resto del mundo.

—Señor Gagliardi ¿Qué lo trae de regreso al Chance en Or? —El administrador me mira con una sonrisa de labios cerrados—. Hace mucho que no nos visitaba.

—Escuché que el casino está en su mejor punto —Mi mirada va fija en las mesas de apuesta mientras caminamos. Tengo que encontrarla hoy mismo—. Además, extraño la adrenalina de las apuestas.

—¿Adrenalina? —pregunta curioso—. Usted nunca perdió.

—Por ese mismo motivo he vuelto —Me permito mirarlo por un instante—. La adrenalina que me gusta experimentar surge de ver a los demás apostadores desesperados por verme hacer una mala jugada, sabiendo que eso no sucederá

Y aún así, en el fondo anhelan por un error mío. Un error que acabaría con todo. Un error que no cometeré.

El administrador me analiza con una expresión de satisfacción.

—Siempre he admirado la clase de pensamientos que tiene, señor Gagliardi —Asiento en agradecimiento— ¿Con qué juego le gustaría comenzar esta noche?

Casino de secretos: La misión decisivaWhere stories live. Discover now