2: Un pacto entre dos coronas

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Entiendo que es anticlimático abrir cualquier tipo de relato describiendo cómo su protagonista se levanta y abre los ojos, pero, ¿qué puedo hacer yo para evitarlo? Si lo primero que hago una vez estoy consciente es justo eso: abrir mis ojos y parp...

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Entiendo que es anticlimático abrir cualquier tipo de relato describiendo cómo su protagonista se levanta y abre los ojos, pero, ¿qué puedo hacer yo para evitarlo? Si lo primero que hago una vez estoy consciente es justo eso: abrir mis ojos y parpadear como si me picaran las pupilas.

Confundida, percibo el olor del aire diferente. Incluso la luz, filtrada por las cortinas, es distinta; mas viva, carente del matiz frío que da el cielo congelado en Deneb.

Intento incorporarme con cuidado, pero la rigidez en mis músculos y un tirón en mi cuello me hacen desistir con un quejido.

Entonces voy recordando mi estrepitosa caída, porque eso de volar no tuvo nada.

«Bienvenida al reino de los moribundos, majestad».

Estoy en Jezrel, ya recuerdo.

¿Por qué llamar reino de moribundos a una nación tan llena de colores y vida? Entiendo que cualquier cosa me deslumbre, pues Deneb es bastante monocromático, pero... ¡por el amor a Ara! El cielo de estas personas tiene luciérnagas, y el agua un pigmento rojo espeso.

Tal vez lo de moribundos aplica para los recién llegados que, como yo, se desmayan al aterrizar en los griphers.

¿Dónde estará Antares?

Si Lyra se entera de lo que ha sucedido, y que estoy sola en quién sabe qué rincón de este reino ajeno, el escorpión tendrá suerte si le dejan dormir sobre la superficie helada del lago.

—Alteza, no se muera, que me matan.

Intento voltear en dirección a la voz, pero es como si me clavaran agujas justo en la base de mi cuello. El fogonazo de dolor me adormece, desdibujando mi entorno en una negrura brillante. Y apenas empieza a difuminarse ese efecto, la imagen de un hombre aparece sobre mi campo de visión.

Viste una gabardina blanca y lleva un estetoscopio como yo portaría un collar de zafiros. Las hebras de su cabello y las vetas de sus pupilas comparten el color del oro, mientras que en sus mejillas hundidas está toda la carencia de un moribundo. De alguna forma, este extraño se las arregla para hacer de la disonancia de su rostro un atractivo en sí mismo.

Está acomodando algo en mi cuello, una suerte de almohadilla de la que no había estado consciente en medio de mi adaptación a la consciencia.

—El collarín es para que no mueva el cuello, princesa, no para que lo haga con menos holgura.

Llevo las manos a mi cuello y confirmo la presencia del artefacto mencionado.

—¿Dónde estoy? ¿Por qué llevo un collarín?

—Su aterrizaje le ha costado una ruptura en una de las siete vértebras cervicales en la región del cuello. O Ara no le quiere en el reino cósmico, o es usted su favorita. Como sea, tuvo muchísima suerte. La médula espinal pasa por esta área, y si hubiese sufrido cualquier daño las consecuencias serían tan graves como irreversibles.

Consorte [Saga Sinergia]Where stories live. Discover now