10: Juicio bastardo

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La oscuridad de la celda me envuelve cuando despierto, aunque no puedo asegurar que sea de día

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La oscuridad de la celda me envuelve cuando despierto, aunque no puedo asegurar que sea de día. Mi cuerpo yace inmóvil en el banquillo que uso de cama, por suerte no me caí a mitad de mi sueño como temía. Eso habría sido fatal para mi cuello.

Cada respiración es un recordatorio punzante de mi fragilidad. La operación en mi cuello ha dejado una huella de fuego y el efecto de los analgésicos ha pasado. Y, por Ara, tengo tal ardor en mi garganta que siento que llevo el sol de Baham en ella.

Me siento exagerada en cierto modo, pero debo ser justa conmigo misma. Jamás había tenido la necesidad de pasar hambre y sed por más de un mediodía, y eso por elección; así que todo un día, una noche y la mañana contigua sin alimentos o líquidos, cuenta como un justificativo para quejarme.

Israem no ha bajado a verme, ni siquiera sé si ha llegado ya al castillo. Tengo la esperanza de que esto acabe como aquel capítulo de Sirios en el crepúsculo cuando el sirio fulmina una manada de imbéciles por haber hecho pasar un mal rato a la protagonista. Fantaseo con el infame rey de Jezrel aleccionando a los guardias por haber permitido que su futura reina pase hambre, sed y prescinda del descanso necesario luego de su cirugía. Futura esposa que, además, podría ponerlos en una tensa situación política con el reino vecino si se le ocurriera la idea de avisar de tal situación.

Hipotético todo, por supuesto. No hablaré con Lyra de esto, partiendo del hecho de que ha sido mi decisión y he cuestionado las órdenes del rey; además, Israem apenas gruñe, no lo veo lanzando un sermón a nadie, ni siquiera si se lo merecen tanto como estos guardias.

Si al final no sucede, al menos ya me imaginé una buena escena para un fanfiction. Se lo enviaré en mi siguiente carta a Gamma.

Una figura sombría languidece en la penumbra de la celda contigua. Es la esclava de Jezrel.

El susurro ronco de su voz me recuerda que ella está aquí mucho antes que yo, siendo víctima de torturas que tengo suerte de desconocer, pero que la han dejado marcada.

—¿Estás despierta? —pregunta.

Extraño poder asentir, es más fácil librarse de una conversación de ese modo.

—Lo estoy. ¿Tú? ¿Te encuentras bien?

La desconocida comete la falta de educación de contestar a mi pregunta con otra pregunta.

—¿Por qué lo hizo?

—¿Encerrarme en una celda a pasar frío y hambre luego de mi cirugía? —Bufo y, todavía acostada en el banquillo, añado a la broma un gesto de mi mano—. Lo hago cada fin de semana en Deneb. ¿Cómo se divierten en Jezrel sino?

—Usted es imbécil.

Me rio. Acabo de privarme de mis privilegios y mi libertad por esta desconocida, y me llama imbécil, pero el único impulso que tengo es el de reír genuinamente.

Consorte [Saga Sinergia]Where stories live. Discover now