9: Justicia y honor

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La noticia llegó a mis oídos como un susurro que se filtró entre las cortinas de la torre

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La noticia llegó a mis oídos como un susurro que se filtró entre las cortinas de la torre. Lo supe incluso antes de que llegase él a avisarme.

Capa verde, rosa en mano. Lord Cedric está en mi habitación mientras la anciana del servicio me proporciona las medicinas que he de tomar diario para recuperarme de la operación.

—¿Se ha enterado ya, alteza?

—Buenas tardes, lord Cedric. ¿De qué tendría que haberme enterado?

—La joven.

La que hace casi una semana ingresó a las mazmorras, según los murmullos de los sirvientes y los guardias durante mi reposo. Pero, como sé apenas eso, que es prácticamente nada, decido que alegaré ignorancia.

—¿Qué joven, mi lord?

—¿Jezrel le es cómodo?

—¿Por qué lo cuestiona?

—Me preocupo por su bienestar.

—Mi recuperación va bien encaminada, según los médicos. No creo que deba preocuparse.

El hombre avanza hasta la cama, inclinándose al pie de esta como si pidiera permiso para lo que pretende hacer. Entonces alza la rosa para que la mire, y la deposita sobre el lino de las sabanas con la delicadeza de quien acaricia.

—¿Un obsequio? —pregunto con una sonrisa amable que no siento, pero intento proyectar como natural.

—Lo es, aunque no de mi parte. Hoy vengo en calidad de mensajero.

—Para venir en calidad de mensajero, es muy poco lo que dice y mucho lo que pregunta, ¿no le parece?

—Usted va a casarse con el rey, pero dudo de que realmente sepa lo que está haciendo.

Por el contrario, lo único que tengo claro es lo que hago, y los motivos por los que lo hago: me entrego al deber por la responsabilidad moral y afectiva, el deseo de salvar al reino de Deneb de una guerra, y a mi hermana menor de tomar mi lugar. El resto son detalles que puedo aprender en el proceso, aunque resulten superarme, ser demasiado para mis facultades.

—Creo que usted pretende advertirme de algo importante. Le escucho, lord Cedric.

—¿Sabe siquiera quién soy?

—Por supuesto, un miembro de esta corte y consejo.

—Un lord vulgar que no ha heredado, sino ganado, cada tierra que posee. ¿Y sabe cómo? Dicen que soy el velador de los secretos del reino.

—¿Y cuánto lleva persiguiendo el secreto más importante? La identidad del monstruo que me atacó.

El no toma mi comentario como altanería, de hecho se ríe, como si mis palabras fueran aval de mi inocencia.

—A buen preguntador, buenas respuestas. Por sus palabras, entiendo que ni siquiera sabe cuáles son las preguntas correctas.

—Y usted lo sabe todo.

Consorte [Saga Sinergia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora