el ensayo ( última)

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Decidí que esta serie de capitulos no va a interferir en la historia real por lo que voy a hacer ,más bien ustedes deciden si quieren que esto interfiera , es como un final alternativo,así que empecemos

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Pov Ale
Salimos de la reunión con la directora de la escuela de Ángela, mi esposa Sofía y yo, con el corazón henchido de orgullo. Habíamos sido elogiadas por el increíble trabajo que nuestra hija había realizado en un proyecto escolar. Nos abrazábamos con una mezcla de emoción y satisfacción, ansiosas por encontrarnos con nuestras hijas y compartir la buena noticia.

Pero cuando las puertas de la escuela se abrieron y los estudiantes empezaron a salir, solo vi a Isabela, nuestra hija menor, avanzando hacia nosotros con una sonrisa radiante. Busqué con la mirada a Ángela entre la multitud, pero no la vi. Entonces, Sofía y yo nos miramos, preguntándonos dónde podría estar nuestra hija mayor.

Decidimos enviarle un mensaje a Ángela para preguntarle dónde estaba. Su respuesta fue rápida y concisa: "Salí con May, vuelvan a casa, ya regreso". Lo tomamos con naturalidad, confiando en que nuestra hija estaría bien y que volvería pronto.

Sin embargo, las horas pasaron y Ángela no regresaba. La tarde se tornó en noche y una tormenta se desató sobre la ciudad. La lluvia golpeaba con fuerza los cristales del auto mientras Sofía y yo esperábamos ansiosas en el estacionamiento de la escuela. La preocupación empezó a crecer en nuestro interior, como un nudo en el estómago que se negaba a desaparecer.

Decidimos contactar a May para saber si Ángela ya estaba en camino a casa. Su respuesta nos heló la sangre. May nos informó que ella no había asistido a la escuela ese día y que no había tenido contacto con mi hija en todo el día. El pánico se apoderó de nosotras. ¿Dónde podría estar Ángela en medio de esta tormenta?

Sin perder un segundo más, nos lanzamos a buscar a nuestra hija. La lluvia nos empapaba mientras recorríamos las calles, llamando el nombre de Ángela entre relámpagos y truenos. Cada minuto que pasaba sin noticias de ella aumentaba nuestra angustia. Llamamos a amigos, familiares, recorrimos cada rincón de la ciudad, pero no encontramos rastro alguno de nuestra hija.

La noche se volvía más oscura y fría, y la tormenta parecía no dar tregua. El tiempo se convirtió en un enemigo implacable, robándonos la esperanza a medida que pasaban las horas. Nos aferrábamos una a la otra en medio de la oscuridad, compartiendo silenciosas plegarias por el regreso seguro de Ángela.

Pero la noche se alargaba y Ángela no aparecía. El agotamiento empezaba a hacer mella en nosotras, pero no podíamos rendirnos. Seguíamos buscando incansablemente, sin importar cuánto tiempo pasara. La incertidumbre nos consumía, dejando un sabor amargo en nuestras bocas y un vacío en nuestros corazones.

Finalmente, cuando la madrugada empezaba a teñir el cielo de tonos pálidos, recibimos una llamada. Era la policía. Habían encontrado el celular de Ángela abandonado en un auto a las afueras de la ciudad, pero de ella no había rastro alguno. El mundo se desplomó a nuestro alrededor mientras nos aferrábamos a la esperanza de encontrar a nuestra hija sana y salva.

El futuro se extendía ante nosotras como un abismo oscuro y desconocido. ¿Dónde estaba Ángela? ¿Qué le había pasado? Las preguntas sin respuesta nos atormentaban, dejándonos atrapadas en un mar de angustia y desesperación. Pero aún así, nos negábamos a perder la esperanza. Porque mientras haya un hálito de vida en nosotras, seguiremos buscando a nuestra hija, sin importar cuánto tiempo lleve.

Después de la llamada de la policía, Sofía y yo nos sumergimos en una frenética búsqueda de Ángela. Recorrimos cada calle, hablamos con cada persona que creíamos que podría tener información, pero todo parecía conducir a un callejón sin salida. La incertidumbre y el miedo nos envolvían, pero nos aferrábamos a la esperanza de encontrar a nuestra hija sana y salva.

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