no te cases

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Esto no tiene nada que ver con la historia real.

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Pov sofia días antes.

El día de la boda de Alejandra se acercaba rápidamente, y para nadie era un secreto el tormento que vivía en su interior. Sabía, a través de mis conversaciones clandestinas con Daniela y Paulina, las hermanas de Alejandra, que mi amada aún me amaba con todo su corazón. La presión de su padre, Luis, era la sombra que oscurecía su felicidad, obligándola a casarse con ese chico al que detestaba.

Mis manos temblaban mientras repasaba mentalmente todas las opciones que tenía. Una parte de mí clamaba por intervenir, por detener esta farsa de matrimonio que solo conduciría a la infelicidad de Alejandra. Pero el miedo me paralizaba. ¿Qué podía hacer yo, una simple espectadora en esta tragedia, para cambiar el curso de las cosas?

Desde que nos separamos, mantuve un contacto clandestino con las hermanas de Alejandra, aferrándome a cualquier noticia que pudiera darme un atisbo de esperanza. Pero cada vez que escuchaba sus voces cargadas de preocupación y tristeza, mi impotencia se volvía aún más palpable.

¿Debería arriesgarme a interrumpir la boda, a enfrentarme a la ira de Luis y al posible rechazo de Alejandra? La idea danzaba en mi mente como una llama titilante en la oscuridad, atrayéndome con su promesa de salvación. Pero, ¿y si fallaba? ¿Y si mi intervención solo empeoraba las cosas para todos?

Un nudo se formó en mi garganta mientras luchaba contra mis propios demonios internos. Amar a alguien significaba, a veces, tener que tomar decisiones difíciles, enfrentarse a los peligros y desafiar al destino mismo. Pero esta vez, el riesgo parecía demasiado grande, la apuesta demasiado alta.

Con un suspiro resignado, me puse de pie y caminé hacia la ventana, dejando que la brisa suave acariciara mi rostro. Miré hacia el horizonte, donde el sol se hundía lentamente en el cielo, pintando el mundo con tonos dorados y naranjas. Por un momento, me permití soñar con un futuro donde el amor triunfara sobre todas las adversidades.

En la actualidad

El sol se filtraba tímidamente a través de las cortinas entreabiertas de la habitación, pintando patrones dorados en las paredes blancas. Me encontraba sentada al borde de la cama, con la mirada perdida en el vacío, sumergida en un mar de pensamientos tumultuosos que agitaban mi alma.

Hoy es el día en que Alejandra se casa. La misma Alejandra que conocí en la escuela cuando éramos apenas unas adolescentes de quince años, aquella que robó mi corazón desde el primer momento en que la vi. Juntas estuvimos hasta los dieciocho, tres años de pura felicidad que parecían una eternidad de amor y complicidad. Pero la sociedad, esa implacable juez de nuestras vidas, decidió separarnos.

El padre de Alejandra nunca aceptó nuestra relación. Recuerdo claramente el día en que nos descubrió, el odio ardiente en sus ojos mientras nos echaba de su casa. Desde entonces, Alejandra y yo luchamos contra viento y marea para mantener viva nuestra historia de amor, pero las fuerzas en nuestra contra eran demasiado poderosas.

Cuando finalmente nos separamos, el destino cruelmente la empujó hacia los brazos de aquel chico que la maltrató, un monstruo que aún hoy sigue acechándola con su sombra de violencia. Mi corazón se rompe en pedazos al pensar en el sufrimiento que Alejandra ha debido soportar, pero mi impotencia es aún más desgarradora.

Sé que debería estar feliz por ella, que debería desearle lo mejor en su nueva vida junto a ese hombre que no merece ni una pizca de su amor. Pero no puedo. Porque aunque el tiempo ha pasado y las circunstancias nos hayan separado, mi amor por ella sigue siendo tan puro y eterno como el primer día. Jamás dejaré de amarla, de desear su felicidad por encima de la mía propia.

Notas En La Pista Where stories live. Discover now