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—Bueno, mañana le seguimos.

Pedro Pablo se levantó y colgó la mochila en su hombro, se despidió con la mano y caminó hacia la puerta con Bosco detrás, cuando la abrieron, se encontraron frente a frente con Giovanna.

—¡Hola! —saludó la chica. Le sonrió a Pedro Pablo y se lanzó a los brazos de Bosco.

Bosco intentó apartarse, se sentía bastante incómodo.

Giovanna le besó la mejilla y lo distrajo, cuando miró de nuevo hacia la puerta Pedro Pablo ya no estaba ahí.

Se fue.

. . .


A la tarde siguiente todo fue diferente, Pedro Pablo llegó más serio a la habitación de Bosco. Lo saludó secamente, ambos se sentaron y empezamos con las clases de matemáticas.

Pedro Pablo sacó uno de los cuaderno y escribió rápido varios ejercicios, Bosco se dedicó a mirarlo.

A mirarlo a él.

Se veía muy lindo así.

Algo se removió dentro de él.

Ya me está dando hambre. Pensó llevándose una mano a la cara.

—¿Qué? —Pepa habló de la nada.

—¿Qué?

—¿Que tengo? ¿tengo algo en la cara o por qué me estás mirando tanto?

Bosco se sonrojó.

Y Pedro Pablo lo notó.

—No te estoy mirando —soltó, nervioso.

Pepa soltó una risita.

—Claro.

El celular de Bosco vibró varias veces en la mesa y se prendió, llamando la atención de ambos chicos.

Pedro Pablo alcanzó a ver el nombre de Giovanna en la pantalla.

—Te habla tu novia.

—No es mi novia.

—¿No?

—No —negó dejando el celular a un lado.

No leyó los mensajes de Giovanna.

—Bueno, ¿seguimos? —Bosco señaló el cuaderno.

—Sí... mira, resuelve estos.

Le pasó el cuaderno y Bosco se puso a escribir, ahora, Pedro Pablo era quien lo miraba como tonto.

—No sé sí este número —Bosco levantó la cabeza y su mirada se encontró con la de Pedro Pablo.

—¿Ese número qué?

—No sé... que iba a decir.

Ambos se miraron, estaban muy cerca el uno del otro.

—Aléjate.

Bosco recordó aquel día en el clóset.

—No puedo.

No quiero.

—No quiero.

—¡Bos! —Giovanna abrió la puerta de la nada.

Pepa se apartó rápido, Bosco se cayó de la silla y Giovanna se quedó mirándolos, muy sorprendida.

—¡Auch! —se quejó Bosco tirado en el piso.

Genial.

—¡Bos!

Giovanna y Pepa se acercaron a Bosco, que seguía tirado en el piso, bien tieso.

Ambos jóvenes lo tomaron de los brazos y le ayudaron a ponerse de pie.

—¡Ay! Bos... —la chica lo sorprendió con un abrazo.

Pedro Pablo se cruzó de brazos y se apartó.

—Eh... sí, sí... Gio —Bosco le sonrió pero su mirada estaba puesta en el chico detrás de ella— ¿Y... qué? ¿viniste a ver a Gala?

—Sí, pero también vine a verte a ti, ayer se me olvidó decirte que estás invitado a mi fiesta de cumpleaños —sonrió tocando su hombro.

Sacó de su bolsillo una invitación.

—¡Claro! es en unos días...

—Sip, quiero verte ahí, también a Gala y... —Giovanna volteó hacia Pedro Pablo que ya estaba empezando a guardar sus cosas —Oye, Pedro Pablo, ¿verdad?

Pepa se volteó, sonriéndole.

Una sonrisa que parecía más una mueca.

—Sí, Pedro Pablo.

—Tú también estás invitado —lo señaló—y tu hermano, Salo, también.

Pedro Pablo no respondió, ya que Giovanna se giró hacia Bosco de nuevo.

—¡Ay! ese Salo me cae bien, es buena onda.

—Sí, bueno, a mi no me cae tan bien —respondió Bosco.

—¿Por?

—No importa, oye, ¿ya almorzaste? ...

Bosco no le dijo nada más a Pepa, solo se fue de la habitación riéndose con Giovanna.

—¿Qué le pasa?

Pedro guardaba sus cosas, enojado, se topó con el dibujo que había hecho de Bosco días antes.

—Estúpido, eres un estúpido Bosco —dijo mirando el dibujo.

—¿Por qué soy un estúpido?

Bosco apareció detrás.

¡¿En qué momento volvió a entrar?!

Rápidamente escondió el dibujo y su enojo se esfumó.

—¿Que escondiste?

—Nada —respondió aún con las manos atrás.

—Déjame ver.

—No tengo nada, mira —Pepa le mostró las manos y el dibujo ahora estaba tirado en el piso.

Los dos se dieron cuenta y rápido intentaron tomarlo. Bosco lo ganó.

—¡No, damelo! —Pepa se aventó sobre Bosco queriendo quitarle el dibujo.

De él

Bosco le puso una mano en la cara y lo apartó.

—¡No lo veas!

—¡Voy a verlo!

Bosco dejó de reír al ver el dibujo.

Ah, soy yo

—Te dije que no lo vieras —Pedro Pablo le arrebató el dibujo de las manos y lo hizo bolita.

—¿Por qué?

Pedro Pablo lo ignoró y se colgó la mochila.

—El sábado vengo para darte otra clase, adiós —y comenzó a caminar a la puerta.

Bosco se le adelantó y se puso enfrente.

—Déjame pasar.

—¡Ah, no! No te vas a ir hasta que me digas por qué me dibujaste... a mí —Pedro Pablo se quedó observándolo—¡No te quedes callado!

Se quedó callado.

—¿Por qué me dibujaste, ah? ¿Te gusto o qué?

—Pues sí —dijo sin pensar nada— Si me gustas, imbécil, y mucho.





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tenías que ser tú › bospa.Where stories live. Discover now