La cena

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Knox

—¿Tomamos una cerveza mientras miramos un partido? ¿O una cerveza y nos desahogamos en el porche? —le propuse a Jeremiah mientras él y Waylon me seguían por los escalones que conducían a mi cabaña. Una vez cada dos semanas, más o menos, salía antes de trabajar y quedábamos fuera de la peluquería.

—Quiero saber qué te tiene tan mustio. Estabas bien hacía un par de días. Gruñón, como siempre, pero ahora vas haciendo pucheros.

—No hago pucheros. Estoy pensativo de una forma muy masculina.

Jeremiah se rio entre dientes. Abrí la puerta y, a pesar de mis esfuerzos, eché un vistazo en dirección a la casita. Había coches aparcados delante y se oía música. Fantástico. La mujer encima tenía mucha vida social. Otra razón para mantenerme bien lejos de ella.

Tampoco es que tuviera que esmerarme, ya que me había estado evitando como si yo fuera el problema. Esta última semana había sido complicada, irritante. Había descubierto que Naomi Witt era una persona afectuosa y agradable, y cuando no era afectuosa y agradable contigo, notabas esa falta de cariño. Se negaba a mirarme a los ojos, y sus sonrisas y sus respuestas de «Claro, jefe» eran por cumplir. Incluso cuando la llevaba a casa y estábamos solos en la camioneta, su frialdad no bajaba ni un grado.

Cada vez que creía que había conseguido controlarlo, aparecía. Ya fuera en el patio trasero de la cabaña o en casa de mi abuela. En mi bar. Qué cojones, si incluso hacía unos días había aparecido tras el escaparate del Whiskey Clipper como si fuera una visión celestial.

Esta mujer me estaba volviendo loco.

—¿Lo ves? Lo acabas de hacer —dijo Jer mientras me señalaba la cara —. Pucheros. ¿Qué te pasa, tío?

—Nada. —Me di cuenta de que el coche de policía de mi hermano estaba aparcado delante de la casita—. Mierda.

—¿Hay alguna razón por la que no te guste ver el coche de tu hermano en casa de la que no es Tina?

—¿Lo de querer hablar de qué siente la gente todo el rato te viene porque eres bisexual? —pregunté—. ¿O te viene porque provienes de una gran familia libanesa que lo sabe todo de todo el mundo?

—¿Y por qué no de ambas partes? —respondió con una sonrisilla.

Una carcajada especialmente sonora acaparó nuestra atención, así como el olor de la carne asada. Waylon removió el hocico y la punta blanca de su cola se agitó en el aire.

—No —le dije, con firmeza. Pero bien podría haberle dicho «Claro, chico, ve a buscarte una salchicha», porque el perro salió disparado como un relámpago.

—Pues parece que nos vamos a unir a la fiesta —observó Jeremiah.

—Joder. Voy a pillar una cerveza antes.

Un minuto después, cerveza fría en mano, nos dirigimos hacia la parte trasera de la casa y nos encontramos a medio Knockemout en el porche de Naomi. Sloane, la bibliotecaria guapa, estaba ahí con su sobrina, Chloe, que chapoteaba con el agua hasta las rodillas en el arroyo con Waylay y los perros de mi abuela. Liza J. estaba sentada junto a Tallulah mientras Justice controlaba la parrilla y el pesado de mi hermano flirteaba con Naomi.
Era una aparición de verano.

Cosas que nunca dejamos atrásWhere stories live. Discover now