Knox, Knox, ¿quién es? 🔞

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Naomi


Unos golpes en la puerta principal me arrancaron de un sueño intranquilo en el sofá. Desorientada, rodeé la mesita de centro a trompicones y traté de recordar dónde estaba.

«Los veinte mil dólares en efectivo que guardé en el delantal».
«Nash».
«Knox».
«Es el primer día de colegio de Waylay».

No me extrañaba que hubiese caído rendida en una siesta traicionera.

Abrí la puerta y me encontré con un Knox recién duchado, de pie sobre el felpudo. Waylon desfiló hacia dentro meneando el trasero.

—Hola —dije con voz ronca.

Hombre de pocas palabras, Knox no respondió y cruzó el umbral. Me froté los ojos para despertarme. Parecía tenso, como si fuera buscando pelea. Bien, pues si había venido aquí a pelearse, se iba a llevar una desilusión. Estaba demasiado agotada para plantarle cara.

—¿Cómo está tu hermano? —probé.

Se pasó una mano por el pelo.

—Le espera una larga recuperación, pero se pondrá bien. ¿Has llevado a Way al colegio esta mañana?

Habían disparado a su hermano y el hombre todavía se acordaba de que era el primer día de escuela de Waylay. No sabía cómo hacerlo encajar con el capullo que se me había puesto a chillar delante de sus propios clientes.

Si era capaz de quedarse solo con la faceta de gruñón atento y renunciaba a la de malote con mal genio, algún día haría muy feliz a una mujer.

—Sí —bostecé—. Ha dormido en casa de Liza, ya que no he vuelto hasta muy tarde. Liza, Stef y yo le hemos preparado el desayuno allí. Stef le ha hecho pancakes con pepitas de chocolate, aunque le he dicho que los picos de azúcar en la sangre hacen que los niños estén cansados y no se concentren en el colegio.

Yo también estaba cansada y no podía concentrarme, y no por los pancakes, sino porque la tensión de Knox me ponía nerviosa.

—Eh… Hablando de Stef, creo que él y Jeremiah se gustan —comenté, buscando un tema que me garantizara algún tipo de reacción verbal.

Sin embargo, Knox se quedó en silencio mientras caminaba de un lado al otro del saloncito. Era demasiado corpulento, parecía fuera de lugar. Era un hombre con muchos sentimientos guardados y reprimidos, y una parte de mí quería hacer que se abriera. La otra parte solo quería volver a la cama y olvidarse de todo durante unas horas.

—¿Quieres un café? ¿Un poco de alcohol? —le ofrecí, siguiéndolo cuando se trasladó a la cocina, abriendo y cerrando los puños con fuerza, una y otra vez.

No tenía cerveza, y el alcohol más fuerte que había en casa era un rosado barato que tenía previsto abrir con Sloane. Pero podía sacrificarlo por un hombre a cuyo hermano habían disparado.

Levantó la bonita hoja amarilla que había en la encimera. Me la había encontrado esta mañana en la calle después de acompañar a Waylay hasta la parada del bus. Las temperaturas todavía eran propias de verano, pero la llegada del otoño era inevitable.

Waylon se subió de un salto al sofá del salón.

—Como si estuvieras en tu casa —le dije al perro. Cuando me volví para mirar a Knox, este estaba cubriendo la distancia que nos separaba.

—Naomi.

Su voz áspera acarició las sílabas de mi nombre y, entonces, sus manos me agarraron y me atrajeron hacia él. Su boca encontró la mía y me entregué al cúmulo de sensaciones; me ahogaba en deseo. Ni él ni yo queríamos ansiarlo, y tal vez por eso me parecía tan placentero. Metió una mano entre mi pelo mientras con la otra me agarraba de la parte baja de la espalda hasta que estuve pegada a él.

Cosas que nunca dejamos atrásOnde as histórias ganham vida. Descobre agora