3. Mala racha.

141 11 0
                                    

Ya era Domingo, lo que significaba que hoy había carrera. Todos los pilotos se encontraban en el paddock del circuito de Arabia Saudita, alistándose para la feature race de ese fin de semana.
La clasificación del día anterior no había sido muy favorable para ninguno de los dos novatos de la Fórmula 1: Max no había pasado de la Q2, quedando onceavo, y Charles había corrido con un poco más de suerte, pero aún así, quedó décimo. Probablemente habría una pelea interesante, ya que esos dos no se juntaban para nada más que para disputar. Aunque el monegasco haya logrado pasar y el holandés no, decidió quedarse en su lugar y no buscar ninguna pelea con su rival, ya que todo se demostraría al día siguiente.
Empezó la carrera, y lo esperado se hizo realidad. Apenas en las primeras vueltas se vio cómo el Toro Rosso trataba de avanzar con todo sobre el monoplaza de la escudería italiana, que se defendía con lo que podía, ya que no solo el coche de Verstappen tenía un ritmo dentro de todo bueno, si no que también era un muy buen piloto.
Sobre la vuelta número 20, Leclerc había logrado alejarse de su adversario que aún no se rendía. Creía estarse librando, todo iba perfecto para él, por el momento estaba podiendo mantenerse en zona de puntos, pero fue entonces cuando perdió completamente la potencia.
—No, no, ¡joder! ¿Qué pasa?–se quejó el joven por la radio.
—Problema mecánico, aparentemente. Lo siento, Charles, tenemos que retirarlo–respondieron por parte del equipo.
Bajaron las banderas amarillas. Mientras el ojiverde abandonaba la carrera sin haber hecho ni la mitad, el ojiazul aprovechaba la oportunudad al máximo. El safety car entraba a la pista y le servía para disminuir la distancia entre el piloto que iba adelante del Alfa Romeo que salía de la carrera.
Por otro lado, Leclerc no podía creer la mala suerte que estaba teniendo. Es decir, la primera carrera la arruinó él solo, pero en esta estaba recuperándose, no podía ser. Era una persona muy autocrítica, estaba devastado por defraudar a sus fans, pero mucho más por sí mismo. Se insultaba, se criticaba, se ponía contra la cuerda. Creía que era la mejor manera de mejorar: si remarcaba sus propios errores. Estaba arruinando todo el buen trabajo que hizo el viernes, en las prácticas, y también el día anterior, en la clasificación. Estaba destruyendo su imagen por su propia cuenta. Ni siquiera tenía ganas de saber cómo continuaba el Gran Premio, él no quería saber nada más.
La bandera a cuadros flameó y todo se dio por terminado. Verstappen había terminado en el décimo lugar, sumando aunque sea un punto para el campeonato, que aunque fuera uno solo, para alguien nuevo en la Fórmula 1 estaba muy bien.
Max estaba cien porciento enfocado en su rendimiento en la carrera, no era alguien que se conformara con poco. Aún así estaba bastante contento con cómo le había ido, para ser su segunda vez allí. Al menos esta vez había logrado terminar la carrera, suerte que Charles no había podido tener. Charles. El holandés lo vio sentado y con la cabeza gacha, probablemente desconforme y desanimado con su resultado. Al rubio se le ocurrió dejarlo en paz, por un segundo, pero luego se acordó de como se pavoneó en la entrevista y olvidó esa idea; quien perdona es Dios, y Max podría ser muchas cosas, pero no era Dios.
—¿Por qué la cara larga? Hiciste un increíble trabajo–dijo sarcásticamente, ganándose la mirada del castaño–Claro, un excelente trabajo saliendo y dejándome el lugar a mí. No vaya a ser que se repitiera lo del finde pasado–rio.
—Hiciste una buena carrera, Max, muchas felicidades por la zona de puntos.
Con esas palabras logró desconcertar al muchacho que venía en busca de problemas. Leclerc era un chico muy listo, y llevaba una frase como principio. Era una frase muy importante para él, una que su padre le había dicho cuando era pequeño, la cual era; "a la gente estúpida la mata la ignorancia". Él sabía que era cierto, y así fue.
El neerlandés se quedó algunos segundos mirándolo en silencio. No sabía cómo responderle después de eso.
—Ya sé que lo hice bien, no necesito que tú lo reconozcas, Leclerc. Aunque valoro que empieces a conocer tu sitio aquí.
—¿Sí? A ver, ¿cuál es mi sitio?–preguntó.
—Este, afuera del automovilismo. Tú no eres capaz de lograrlo, eres un desastre y lo sabes, lo sabes y por eso estás tan asustado cuanto un niñito que perdió a su madre en el supermercado. Ve a buscar tu rumbo por otro sitio. El que avisa no traiciona, Charles. Puede que tu padre creyera que tú eres capaz, puede que Jules igual lo hiciera, y puede que quieras honrar la memoria de ellos, pero así solamente la averguenzas.
Charles sintió cómo esas palabras se clavaban en su pecho, sintió ese nudo formarse en su garganta, como cuando tienes tantas cosas que quieres decir y no te sale ninguna. Se quedó atónito un momento, procesando lo que había acabado de oír, bajó la mirada y, de repente, todas esas palabras que su boca no podía decir, salieron en forma de lágrimas por sus ojos. Trataba de controlarse, de no mostrar debilidad ante su rival, porque eso lo haría sentirse poderoso, pero no podía. Esa última frase se quedaría grabada en su cabeza, como un cassette, y se repetiría en cada error que él cometiera.
Max sabía que había metido la pata muy a fondo. ¿Cómo se le ocurrió decirle eso? Por dios, por mucho que no lo quisiera, no es un tema que uno pueda sacar en una discusión para buscar que el otro se enfade o se lastime. Eso no era ganar una discusión, era ser un cobarde.
—Charles...–dijo acercándose, sin respuesta por parte de el ojiverde–Charles, lo siento, yo no quise decir eso.
—Es exactamente lo que quisiste decir, no me mientas–contestó aún mirando hacia abajo, hacia la nada.
—No, no. Tú sabes que mi padre y yo tenemos una relación.. especial. No es un tema que yo sacaría, solo me dejé llevar por el momento–explicó.
—¡Déjame!–exclamó empujándolo–¡Tú querías esto! Tú quieres debilitarme punto por punto hasta lograr que me vaya, solo dilo. Admítelo.
—No quiero eso, y si así fuera, no lo haría de esta manera, no es algo inteligente lo que acabo de hacer.
—Pues no, pero supongo que la gente como tú no hace cosas inteligentes. La gente como tú se deja llevar, y se lleva por delante lo que haga falta para triunfar, ¿verdad, Max?–levantó la cabeza y lo miró fijamente, con furia, indignación y dolor.
—No quise hacer que llores, yo no soy así–se acercó otra vez–Tu padre estaría orgulloso de verte llegar hasta aquí.
—¿Y de qué sirve? Ni siquiera soy bueno en esto.
—Lo de hoy no fue tu culpa, fue un problema mecánico, de no ser por eso probablemente hubieras terminado en mi lugar, en los puntos.
—Eso a mí no me sirve, el "casi" no me es suficiente.
—No lo es, pero es tu segunda carrera, ya tendrás tiempo de recuperarte. Si te rebajas tú, entonces, ¿cómo te verán los demás? Tienes que levantarte y volver más fuerte aún. Demostrar que si hay alguien que piensa que no eres capaz, se equivoca.
—¿Crees que soy capaz?
—¿Tú te crees capaz? Empieza por ahí–el castaño asintió en respuesta–El talento no lo es todo, si no pones de tu parte, el triunfo no vendrá solo.
—Gracias.
—No creas que somos mejores amigos, ¿eh? Yo solo te animo para seguirte peleando en la pista–rieron al unísono.
Esa fue la primera vez entre todas las que se cruzaron en que fueron unos mismos estando juntos. Ninguno de los dos era mala persona, en realidad. Ambos eran jóvenes y muy, demasiado testarudos, nada más. No tenían con qué descargar el enojo y el descontento interno, y lo hacían el uno con el otro. A veces cuando uno está inconforme con algo, lo paga con otra persona, que no tiene nada que ver. Pero quizás esta era la llave para la puerta en la que detrás se escondía todo lo que eran en realidad, todo lo que no le querían enseñar al otro. En ningún sitio estaba escrito que estaban destinados a ser enemigos, y eso, ciertamente, podría cambiar con el tiempo, y con su propia voluntad.

They Don't Know About Us || LestappenOù les histoires vivent. Découvrez maintenant