5. Una y otra vez.

103 9 0
                                    

El día del Gran Premio de Australia había llegado. Llovía bastante, pero no lo suficiente como para cancelar la carrera por motivos climáticos. El día de prensa, las prácticas y la clasificación ya habían pasado. Quedaba solamente la feature race, en la cuál Verstappen empezaría noveno en la parrilla, y dos posiciones atrás, Leclerc, en la onceava.
El fin de semana había sido algo raro entre ellos dos, no se habían hablado, ni siquiera un simple saludo. Es cierto que no eran mejores amigos, pero tampoco se notaba aquél odio que sí se hizo presente tantas veces antes de aquella noche en que se fueron de fiesta. Quizás habrían cruzado alguna mirada a las perdidas, pero el rubio siempre la apartaba lo más rápido posible. Charles había estado esperando que el neerlandés cambiara su comportamiento en algún momento, porque quien estaba evitándolo era él, era notorio.
Flamearon las banderas verdes en el circuito, y se dio por comenzada la carrera. Ambos se movieron bien y lograron mantener sus posiciones y defenderlas con eficacia, aunque no mucho más que eso, al menos para el monegasco. Max no corrió con la misma suerte: en una de las curvas se fue un poco de la pista, y gracias al agua de la lluvia, se fue contra uno de los muros con bastante fuerza.
—Venga ya. Era obvio que iba a pasar–protestó en la radio.
—¿Te encuentras bien?–respondieron del otro lado.
—Uff, sí. No sabes qué bien me encuentro haciendo un segundo DNF en 3 carreras.
—Entiendo tu estrés, pero lo más importante es que estés bien. Es la prioridad.
—Si no estuviera bien ya lo hubiera dicho.
Se retiró de su monoplaza y se dirigió a su garage. Estaba ardiendo en rabia, pero lo peor es que no podía echarle la culpa a nadie, como la primera vez. El responsable era él, y debería lidiar con eso. No soltó ni una palabra en dirección a nadie, simplemente se dedicó a quedarse en lo suyo sin omitir comentario alguno.
La carrera se dio por terminada con la bandera a cuadros, con el castaño en la décima posición, consiguiendo su primer punto en la categoría, que aunque fuera uno, nadie le quitaría ese logro. Se retiró de su auto una vez este estaba estacionado y se dirigió a donde estaban los demás pilotos. Vio al ojiazul sentado con mala cara y su cabeza le dijo que era una mala idea hablarle en ese momento, pero Charles raramente le hacía caso a su cabeza, él era más de no pensar tanto y actuar, dejar que las cosas fluyan para él era la opción más rentable, no darle tantas vueltas. Así que esperó a que se retiraran los demás pilotos, para no generar un escándalo innecesario, y luego, se sentó junto al muchacho, ganándose su mirada. Una mirada que, por lo poco que lo conocía, significaba que lo estaba interrogando.
—¿Te encuentras bien? Tu choque pareció bastante brusco–rompió el silencio.
—Estoy maravilloso, gracias por tu preocupación. No dormiría esta noche sin tu gran aporte–respondió enfadado.
—Entiendo que estés enfadado, yo igual lo estaría, pero podrás recuperarte.
—No necesito que finjas ser mi amigo, porque no lo somos, lo sabes, ¿no?
—No pensaba que éramos amigos, pero tampoco enemigos. En la fiesta pareció diferente, ¿para ti no?–el ojiverde lo miraba con atención.
—No, no fue diferente. Estaba demasiado borracho, es por eso que pude soportarte, no soy tu amigo, no te quiero cerca mío. Déjame en paz–el holandés se levantó.
—Vuelvo a decir que entiendo que estés enfadado, pero eso no es culpa mía. Si chocaste es por tu propia responsabilidad. No lo vas a descargar conmigo, Max, no dejaré que lo hagas otra vez, porque no me lo merezco, estaba siendo amable.
—Pues yo igual estaba siendo amable contigo en la fiesta, ¿o qué pretendes? ¿Que seamos mejores amiguitos por y para siempre? Tú y yo no nos pertenecemos en ningún tipo. Fui amable contigo porque metí la pata y me diste lástima.
—Oh, entonces, ¿te doy lástima? ¿Es eso? Pues puedes meterte tu lástima, tu odio y tus problemas de ira por donde mejor te quepa. Eres un niñito malcriado que no sabe cómo actuar cuando alguien es amable contigo y por eso lo alejas. Por eso estás solo, porque alejas a todo el mundo que se acerca a ti. Como esos niñitos que en el supermercado se tiran al piso porque no tienen lo que quieren, tú eres lo mismo: un bebé llorón, Max–se levantó y se puso en frente tuyo.
—Si te alejo es porque no te necesito, no porque no sepa cómo actuar. Me estorbas. Además , hablas de mí pero a ti todos te adoran porque te tienen lástima por lo que pasaste, no porque les encantes. Que no lo quieras aceptar no quiere decir que no sea cierto–lo empujó.
—Vete a la mierda. No sé cómo pude creer que tú podías llegar a ser algo más que todo lo desagradable que muestras. No puedes. Lo único que sabes hacer esto, y yo no voy a quedarme a verlo.
—Pues, nadie te pidió que te quedes. Nadie quiere que lo hagas, no le haces falta a nadie aquí. Cuanto antes te largues, mejor para todos.
Charles respondió simplemente negando con la cabeza y dejó el lugar.
Había muchas mentiras en esa discusión. Esas mentiras que uno dice en un momento donde las emociones sobrepasan y se termina por decir lo que uno menos piensa de la otra persona. Ni Max le tenía lástima a Charles, ni Charles creía que Max solamente podía actuar así. El rubio sabía demasiado bien que lo había pasado bien en la fiesta con la compañía del ojiverde, y el monegasco sabía muy bien que Verstappen era muchísimo más de lo que escondía detrás de esa armadura que se ponía para no permitirse sentir nada, porque había salido lastimado mucas veces antes.
Tanto uno cuanto el otro quería que las cosas fueran diferentes pero no sabían cómo compatir sus personalidades que se distinguían tanto. Era casi que un puzzle. Encontrar las piezas y las maneras de hacer que todo encaje a la perfección para tener un resultado satisfactorio al final. La diferencia es que el castaño había estado dispuesto a resolverlo cuando fue a hablar con el neerlandés, pero él no lo estaba.
Max realmente no era una persona mala. Era muy controversial: en un momento era una cosa, y en otro, otra. Jamás podías dejarte llevar por la manera en que actuó una vez contigo, porque quizás al día siguiente era otra persona totalmente distinta. A veces estaba dispuesto a dejar el orgullo, y otras lo negaría hasta quedarse sin aire; porque así había sido su vida. Una vida llena de momentos en que lo confundieron, lo lastimaron y lo hicieron sentirse desconcertado, incapaz de entender sus sentimientos y sus acciones. Era un desafío para él lidiar contra eso y mejorarlo. Pero una cosa era sabida: eso no era responsabilidad de Charles, y no tenía por qué aguantarse las terribles cosas que el mayor puede decir y hacer cuando se deja llevar por la rabia, eso era un problema de él, y debería resolverlo solo.

They Don't Know About Us || LestappenWhere stories live. Discover now