6. Respira.

120 10 2
                                    

Casi dos semanas se habían pasado desde el último encuentro entre Charles y Max. Tiempo suficiente para que el rubio retrocediera en sus palabras, aunque fuera muy difícil. Tiempo suficiente para que el monegasco decidiera si realmente valía la pena o no darle otra oportunidad, porque ya habían sido dos las que había desperdiciado. A veces uno tiene que aceptar que por mucho que uno quiera y ponga de su voluntad para llevarse bien con alguien o arreglar algo, todo se hace de a dos. Aunque también es justo aceptar que las peleas también se hacen de a dos, toda interacción social requiere al menos dos personas, si uno se niega, nada pasaría. "Si uno se niega, nada pasaría". En eso se quedó estancado esos días, era muy contradictorio las señales que recibía. A veces creía que Verstappen estaba dispuesto a llevarse bien con él, y otras tantas, simplemente lo arruinaba todo con ese carácter tan particular que posee.
El sábado había llegado y la práctica y la clasificación se habían concretado. A diferencia del último gran premio, estaba muy soleado en Suzuka, pero no demasiado caluroso, más bien un clima agradable. No había habido ningún choque por parte de ningún piloto, todo marchaba sobre ruedas. Demasiado tranquilo.
El ojiverde se retiró de su monoplaza una vez finalizada la sesión y fue a su garage, para luego ir a las cortas entrevistas que les hacían como de costumbre.
—Buenas tardes, Charles. ¿Cómo te encuentras después de la clasificación?–inició el entrevistador.
—Buenas tardes. Bien, bien, con un sentimiento positivo sobre mañana, creo que es crucial esforzarme para lograr zona de puntos como en la carera previa–respondió amablemente.
—Por supuesto, es un hecho. Se te ha notado, quizás, un poco nervioso, ¿puede ser?
—¿Nervioso? Bueno... tal vez. No estoy seguro si nervioso es la palabra, pero aún no me acostumbro cien porciento a la Fórmula 1, se podría deber a eso–explicó amablemente.
—¿Crees que tenga que ver con el acontecimiento que se dio hace unos años?–Charles lo miró–Tal vez genere un efecto involuntario.
—¿Acontecimiento?–el castaño realmente deseaba que no se refiriera a lo que él creía que sí.
—Bueno, es un circuito con una historia trágica por detrás, sobre todo para ti, debido a...–fue interrumpido
—Es trágico para todos. no entiendo el punto de su pregunta, no tiene sentido–habló sin titubeo alguno.
—Tienes razón, no fue una pregunta inteligente.
—No lo fue. ¿Algo más?
—No, gracias por tu atención. Suerte mañana.
Se retiró del lugar tan rápido cuanto pudo. Sentía un pesar en su pecho que le imposibilitaba casi completamente respirar, no lograba ver bien, su vista estaba borrosa, sus manos temblaban y sudaba de sobremanera. Solamente quería un lugar solitario para poderse tranquilizar y recomponer. Cuando logró encontrar uno, se sentó en el piso y trató de respirar con calma, pero simplemente no podía.
El neerlandés había estado observándolo todo, y no conocía mucho al muchacho, pero no era necesario para darse cuenta de que la situación lo había sobrepasado. Había que ser demasiado cruel para exponerlo de esa manera públicamente, con una cámara frente a su cara. Pensó, repensó y volvió a pensar si debería ir con él. Pensaba que quizás le sería de ayuda, pero también pensaba que no lo querría ver desde su último encuentro. Aún no lo sabía, pero a Charles jamás le molestaría tenerlo cerca, por muy enfadado que estuviera. Al final, decidió ir, y si le pide que se retire, entonces lo haría.
—Charles, ¿qué pasó?–dijo acercándose y ganándose la mirada desesperada del ojiverde.
Simplemente negó con la cabeza, las palabras no le salían, no era capaz de hablar, de expresarse.
—Tranquilízate. Estás teniendo un ataque de ansiedad, Charles. Cierra los ojos, concéntrate en tu respiración e inhala y exhala conmigo–explicó mientras le ayudaba a recuperar el aliento.
Verstappen no tenía ni idea de lo mucho que estaba ayudando al castaño. Era la primera vez que le sucedía y no sabía cómo actuar al respecto, sentía que no sería capaz de calmarse, de recuperarse. Pero no fue así, gracias a él, y cuando logró que se recompusiera, rompió el silencio.
—¿Ya te sientes mejor?¿Puedes respirar bien?–preguntó.
—Sí, sí. Gracias, por un momento creí que iba a tener un infarto, fue horrible.
—Lo sé, es desesperante. Me ha pasado más veces que las que me gustaría admitir–sintió su mirada otra vez.
—¿Te ha pasado muchas veces?¿Es por eso que tú sabes cómo actuar y cómo identificarlo?–el holandés movió la cabeza, asintiendo.
—La primera vez que me pasó era pequeño, tendría unos diez años. Fue luego de una carrera de karting que era importante, y no logré hacerlo bien por el nerviosismo, metí la pata. Lo primero que pensé cuando tuve que abandonar fue en qué pensaría mi padre de mí, él es y era muy exigente. Se enfadó demasiado conmigo y yo era muy autocrítico, sabiendo lo importante que era para mí, para él y todos los sentimientos mezclados del momento, terminé colapsando. Además era demasiado pequeño y, aunque ahora siga sin saber cómo canalizar mis emociones, en aquel momento fue peor–contó.
—¿Tu padre siempre ha sido así contigo?
—No me gusta hablar de él, pero sí, ha sido siempre así. Siempre que hago algo mal, me hace saber que soy una decepción para todos.
—¿Es por eso que te enfadas y te afecta tanto cuando te va mal en algo?
—Sí, aunque también es por mí, ¿sabes? Yo también soy exigente conmigo mismo.
—No deberías serlo, todos debemos tener un margen de error, si no jamás progresamos, ¿no lo crees?
—Quizás, quizás tengas razón. Debería ser más permisivo conmigo mismo y no escuchar tanto a lo ajeno.
—Pues sí, aunque tu mentalidad igual juega un rol importante en tu capacidad como piloto.
—¿Consejos vendo que para mí no tengo, Leclerc?
—Es más fácil saber qué tienes que hacer tú que saber qué debo hacer yo.
—No deberías escuchar tanto a los demás, si lo haces, tarde o temprano te lo creerás. Toma todo eso y conviértelo en motivación para hacer las cosas bien.
—Gracias, Max, ahora mismo hasta pareces mi amigo.
—Te debía una por la camisa que me prestaste, ¿no?–se rieron.
—Cierto, cierto, ahora estamos a mano. Ya no me debes nada.
—Es broma, no hice esto porque te debiera nada.
—¿Entonces?–preguntó el menor.
—Porque sé lo que es no tener a nadie en estos momentos, no se lo deseo a nadie.
—Pues ahora me tienes a mí, ¿sabes? Aunque no me quieras como tu amigo, si necesitas hablar algo, como lo que me contaste, puedo escucharte–habló apoyando la cabeza en el hombro el ojiazul.
Allí se quedaron un momento, en silencio. Pero este silencio no era incómodo, no era uno de esos silencios que te dan ganas de abandonar la habitación cuanto antes, realmente no transmitía nada negativo, solo estaban sumergidos en sus propios pensamientos.
—¿Charles?–volvió a romper el silencio mientras lo miraba.
–¿Mm?–contestó mirándolo, Max dudó en hablar.
—Yo...–suspiró–Lo siento por todo lo que te dije la última vez, simplemente estaba enfadado, no creo que sea cierto, no te tengo lástima ni mucho menos.
—Está bien, ya empiezo a acostumbrarme a ese Max.
—No deberías hacerlo, no es sano, no es justo. Tú me tratas bien.
—No te castigues tanto, no te preocupes.
Ninguno de los dos se atrevía a romper la mirada. Era una mirada que decía muchas más cosas que las que Max podría entender, más cosas que las que a Charles le gustaría confesar. Una mirada que te ponía al límite, contra la espada y la pared. Casi que los desafiaba, de diferentes maneras.
Era la primera vez que lograban entenderse tan bien, escucharse con tanta atención y paciencia. La primera vez que lograban ver al otro como realmente era, no como creían que era, y les daba miedo admitir que no les disgustaba, y que todo aquel desentendimiento desde el primer encuentro en la primera carrera fue algo estúpido, porque se habían juzgado sin ni siquiera darse un minuto. Pocos de nosotros somos lo que parecemos, y pocos de nosotros vemos a los demás como realmente son.

They Don't Know About Us || LestappenWhere stories live. Discover now