11. Laberinto.

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Las cosas entre Max y Charles no avanzaron ni retrocedieron en las dos semanas que hubieron entre el GP China y el de Miami. Ninguno de los dos demostró ningún tipo de interés en solucionar las cosas. El ojiverde no pensaba ceder, si Verstappen quería solucionar lo que él mismo había arruinado, entonces que se movilizara. El rubio, por otro lado, se dejaba guiar por el orgullo, y tampoco tenía intenciones de ceder. Realmente debería ser un 50/50, porque ambos se habían equivocado, el neerlandés había actuado de manera errónea, sí, pero la respuesta del otro muchacho tampoco fue la mejor; no obstante, el ojiazul estaba en desventaja porque se había equivocado gravemente.
Durante las prácticas y la clasificación no se dirigieron ni una palabra, ni una mirada, ignoraron completamente la presencia del otro, como si jamás se hubieran conocido, mucho menos como si hubieran sido amigos. A la gente le llamaba un poco la atención el comportamiento, ya que se los había visto en público juntos más de una vez y el alejamiento repentino era un tanto extraño, aunque nada que fuera más allá.
La carrera empezó, y por primera vez, el piloto de la escudería italiana había clasificado mejor que su contrincante, por lo tanto, empezaba dos posiciones adelante, en el octavo puesto. Verstappen avanzó posiciones rápidamente durante la sesión, pero de todas formas no logró llegar hasta Charles. De esta manera, el joven monegasco logró su mejor posición, en el sexto puesto, se lo había visto mucho mejor que en las previas carreras, y estaba muy contento con el resultado obtenido. Mientras que Max, se conformó con un octavo lugar, había estado un poco abajo del nivel que esperaba tener, bastante decepcionado de sí mismo.
Ambos se retiraron de sus monoplazas, y continuaban evitándose a toda costa, aunque esto no podría seguir así para siempre, en algún punto se cruzarían, en contra o a favor de su voluntad. Se dirigieron a la sala de pesaje, donde se dio la primera discusión, luego de aquel desastroso debut por parte de ambos, y, muy a su pesar, otra vez se encontraban de la misma forma: siendo nada más que enemigos en pista y desconocidos afuera del circuito.
—¿Entonces será así ahora?–habló el menor.
—¿Así cómo, Charles?–el ojiazul lo miró.
—Así. Como si no nos conociéramos.
—No lo entiendo. ¿Qué esperas que pase?
—Nada, olvídalo–respondió negando–Esperé que en dos semanas recapacitaras un poco, pero ya veo que eres igual de duro que una piedra.
—No somos amigos, tú mismo dijiste que nunca te quise como uno.
—Has vuelto a ser la misma persona que eras al principio, y yo puedo lidiar con eso alejándome. ¿Tú puedes aceptar que has vuelto a ser una mierda?–concluyó y se largó.
Charles de alguna manera había deseado que él hubiera cambiado de opinión, y ver que no fue así le dolió un poco, pero no tenía tiempo para echarse a llorar por alguien que ni siquiera demostraba un 10% de interés. Se largó al hotel, se dio una ducha y aprovechó a descansar un poco, ya que a la noche había una fiesta, y él no pensaba quedarse encerrado en su habitación una noche en Miami.
Había anochecido y el castaño ya se encontraba en el club en donde se daba a cabo el evento. Había mucha gente, pero él no conocía a prácticamente nadie, y por un momento pensó que lo mejor sería largarse, porque para estar fuera de lugar, prefería quedarse a dormir, pero primero decidió ir por un trago a la barra y pensarlo dos veces.
—Hola–escuchó una voz masculina detrás suyo y se volteó.
Al verlo el monegasco quedó sorprendido: el muchacho era realmente apuesto. Tenía unos ojos color avellana que parecían atravesarte; el cabello negro, ondulado; una sonrisa encantadora, acompañada de una marcada mandíbula; alto, un poco más que él. Tenía tatuajes que asomaban en su antebrazo y pecho.
—Hola–saludó educadamente con una amplia sonrisa en el rostro.
—Eres Charles, ¿verdad?–preguntó.
—Mhm, ¿Te conozco?
—No, soy Shawn, Shawn Davies. Te conozco de donde te conocen todos–explicó.
—Vale, es un gusto, Shawn.
—El mío. Te vi solo aquí y creí que querrías algo de compañía.
—Le has dado, Shawn. De hecho estaba debatiendo si quedarme o irme, estar solo en una fiesta no mola.
—Pues ya no estás solo, ahora tienes un motivo para quedarte.
—Supongo que tienes razón. ¿Quieres un trago? Justo me había pedido algo.
—Vale, puede ser, ¿qué tomas?
—Vodka, lo básico. Yo invito, al menos eso hago ya que te quedarás a aburrirte conmigo por hacerme compañía.
—A mí no me pareces aburrido, hasta donde sé y por lo que veo.
—A lo mejor, pero de seguro hay gente más divertida que yo aquí.
—Mmm, quizás, pero tengo la impresión de que no me arrepentiré de elegirte a ti como compañía–sonrió.
—Y cuéntame, Davies, ¿qué festejas aquí? O a lo mejor no tienes razón, tú dime.
—Yo soy el que organizó la fiesta, sería raro que no estuviera. Me gusta organizar eventos y ver que la gente lo pase bien y yo pasarlo bien también. ¿Tú sales mucho de fiesta?
—No, no mucho, no pinta bien en mi imagen pública, pero a veces me doy el gusto.
—Comprendo. Mientras disfrutes de tu juventud supongo que está bien.
El ojiverde sonrió asintiendo. Estuvieron junto a la barra un largo rato, conversando y tomando. Se reían de bromas con poca gracia y lo pasaban bien, su centro de atención era ese, olvidarlo un poco todo.
Ya eran más de las doce de la noche, y Charles había perdido la noción de la hora, y la noción de cuántos tragos había tomado ya. Se encontraba con su nuevo amigo sentado en el borde de la piscina. Hablaban de cosas sin sentido y se contaban anécdotas graciosas del pasado. Hasta que al monegasco se le borró la sonrisa al desviar la vista y toparse con una conocida silueta. Era Max. Estaba apoyado en el marco de la puerta, cruzado de brazos con su mirada fijada en él, la mandíbula tensa y una cara de que no le hacía ni puta gracia verlo sin camisa y de risitas junto a Shawn. El castaño pasó saliva y se lo quedó mirando por un momento.
—¿Quién es?–preguntó notando la tensión que había.
—Nadie importante–sonrió volviendo a mirar a su acompañante–Enseguida vuelvo, ¿sí?
—De acuerdo.
El ojiverde se levantó y se puso la camisa mientras se dirigía hacia la puerta, pasando de largo por al lado del holandés, quien lo empezó a seguir.
—Charles–dijo intentando captar la atención del chico, que lo ignoró y continuó caminando–Charles, no me ignores.
—¿Qué es lo que quieres? No quiero hablar contigo.
—Pues, yo sí que quiero.
—Ya es tarde, Max, te di la oportunidad hoy e hiciste lo que quisiste con ella. Déjame en paz.
—Vamos a un lugar tranquilo a hablar, aquí no podemos–Leclerc suspiró en respuesta y asintió.
Caminaron hacia un lugar tranquilo en silencio, con el perfil bajo, buscando no llamar la atención de absolutamente nadie, era lo menos que necesitaban en ese momento.
—¿Qué haces?–preguntó el rubio.
—¿Qué hago con qué? Estoy de fiesta, ¿no ves?
—¿Qué tratas de hacer? Sé que tienes algo bajo la manga.
—¿De qué cojones hablas?–respondió frunciendo el ceño.
—No te hagas el desentendido. ¿Quieres vengarte de mí?
—Ay, madre mía. ¿Crees que esto es por ti? Pero, ¿tú qué te crees? Yo tenía una vida antes de ti, y mi vida continúa contigo o sin ti en ella. Me hice un amigo y lo estaba pasando bien, ¿te molesta?
—Sí, sí me molesta, porque hace dos semanas pasaron cosas.
—¿Qué pretendes? Tú te buscaste esto, Max. Yo traté de hablar contigo y tú preferiste dejarlo así, no voy a quedarme a esperarte.
—Pues ahora quiero hablar, me molesta verte con alguien más, ni sé por qué pero me molesta.
—Eres un egoísta, ¿lo sabes?–dijo el castaño mientras se sentaba en la cama.
—No lo soy, estoy confundido, eso es todo. No entiendo cómo no puedes entenderme, tal vez para ti es fácil, o no, no lo sé, para mí es muy difícil. No estoy acostumbrado a esto.
—No te pongas como víctima, no lo hagas. Tú no fuiste capaz de disculparte por largarte, estuviste con otra persona justo enseguida para intentar alejarme, me dijiste marica y un montón de cosas más. Por no mencionar lo que me hiciste antes de todo esto, y yo siempre estuve detrás de ti. Tú eres demasiado egoísta Max, porque te gustó tenerme detrás de ti, pero cuando crucé la línea te alejaste, me diste la espalda, y ahora que yo te doy la espalda a ti, me buscas para hablar–suspiró entrecortado–No, nada de esto es fácil para mí–su voz se quebraba ligeramente.
—Nos equivocamos ambos, Charles, sabes que sí, yo no me pondré como víctima, pero tú tampoco hagas de cuenta que todo es culpa mía.
—¿Tienes que verme mal para darte cuenta que me lastimaste? Yo sé que no éramos pareja, y yo sé que apenas nos conocíamos, pero me dejé llevar, y tú me respondiste de la peor manera. No esperaba buscarte y que me pidieras ser tu novio, solo esperaba que habláramos y solucionaramos las cosas, aunque sea como amigos. ¿Era tan difícil?
—No, lo siento, tienes razón. Me equivoqué y no debí hacerlo–admitió.
—Pues sí, así fue. Ya no quiero tu perdón, porque no salió de ti, tuve que casi rogarte que me lo pidas.
—¿Entonces qué quieres?
—Quiero que te alejes de mí y me dejes en paz, que me dejes olvidar que pasó, porque no debió pasar.
—Charles, no lo dices en serio, es por el alcohol, tú no dirías eso–el ojiazul se acercó mirándolo.
—¡Que me dejes!–exclamó empujándolo.
—Tú sabes que no te dejaré aquí estando mal y bajo el efecto del alcohol. No importa cómo me lo pidas, no lo haré. Antes que nada era tu amigo y te conozco, no estás bien.
—Déjame...–susurró tapándose el rostro con las manos. Ya no podía con la situación.
Por primera vez Max fue consciente del efecto que tenía sobre Charles lo que él hacía y decía. Él estaba confundido, pero lo estaba confundiendo mucho más que lo que él estaba, lo hacía ir y venir, y sí, estaba siendo egoísta.
—Charles...–habló suavemente levantando su rostro con delicadeza, el castaño lo miró–Está bien, estarás bien con o sin mí, podrás hacerlo.
—Quiero dormir, estoy exhausto.
—Te llevo al hotel, no puedes conducir así, si te pillan sería un problema grande.
Al principio al ojiverde no le pareció una buena idea, pero no tenía muchas opciones después de todo. Max manejó de regreso y fue un camino en silencio, ninguno de los dos se sentía bien con la situación actual pero debían dar tiempo a las cosas para que todo se aclare. A veces la mejor forma de encontrar una solución a un problema es mirarlo desde lejos y observar globalmente todas las posibilidades.
—¿Te quedarás a supervisar que me duerma?
—Soy como tu niñera, ya te dije varias veces que eres com un niño–bromeó.
—De acuerdo–respondió mientras tiraba de la manta para taparse–¿Max?
—¿Dime?–lo miró.
—Te perdono, pero necesito tiempo, un poco de tiempo. Mientras tú puedes aclararte también.
—No te preocupes con eso ahora, trata de descansar.
Verstappen no sabía muy bien qué era lo que quería, tenía un mundo de cosas en su cabeza: había pasado 20 años de su vida creyendo que solamente le gustaban las chicas y, de repente, llegaba un monegasco, simpático, de ojos verdes y sonrisa contagiosa a ponerle el mundo del revés. Era demasiado para procedar. Leclerc era demasiado para él, pero no porque no pudiera ofrecerle lo suficiente, si no por lo que significaba, y el miedo que le causaba amigarse con el cambio que representaba en su vida. Estaba como en un laberinto, y necesitaba encontrar la salida, para al fin poder encontrar la solución.

They Don't Know About Us || LestappenWhere stories live. Discover now