El encuentro I

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A la agente de la Policía Local, Violeta Hódar le queda poco para dejar de patrullar las calles. A sus veintiocho años, el oficial Ramos se ha fijado en sus cualidades y la ha seleccionado para trabajar con él en el Servicio Territorial de Investigación, pero mientras no haya ocupado su nuevo puesto, ella seguirá haciendo igual de bien su trabajo en el antiguo, por eso cuando les piden a ella y a su compañero que se unan a una redada en uno de los parques donde los más jóvenes del pueblo suelen quedar para colocarse, ella se prepara y espera la orden para intervenir.
Se trata de una operación sencilla, pensada para persuadirlos y asustarlos porque saben que de ahí sacarán poca cosa, pero si consiguen que tan solo uno de ellos deje ese camino, el trabajo habrá merecido la pena.

Chiara Oliver no tendría que estar pasando por ahí a esas horas, pero viene de zanjar una de las citas más desastrosas que ha tenido nunca, una cita a ciegas organizada por una de sus amigas a la que estrangulará en cuanto la vea y que la ha llevado a sentarse frente a una mujer de treinta con una mentalidad de no más de veinte años que solo sabía hablar de manicuras y vestidos veraniegos.
Ahora siente que necesita mucho aire para sacudirse la mala energía que esa mujer le ha dejado en el cuerpo antes de volver a su apartamento, por eso, después de sentir que ya la tenía lejos y no había peligro de cruzarse de nuevo con ella, ha decidido dar un rodeo y pasar por el parque.

Es viernes por la noche y hay varios grupos de jóvenes, a algunos los conoce de haberlos visto por el pueblo y a otros por ser los hermanos pequeños de algunas de sus amigas, incluido Dimitri, el hermano de Ruslana. Por eso pasa tranquila por allí y los saluda con la mano y un gesto de cabeza, arrugando la nariz cuando el olor a marihuana lo invade todo a su alrededor.
Lo que no se espera Chiara es que, de repente, aparezcan varios coches de la Policía rodeando el parque y desconcertándola con sus luces rotatorias antes de que varios agentes uniformados se bajen al grito de policía.
En un momento, todo se convierte en algo caótico, los chavales comienzan a correr para dispersarse y complicarle el trabajo a los policías, y Chiara, movida por un pánico repentino y la inseguridad que le provoca no haberse encontrado nunca en una situación como esa, se ve corriendo también como una posesa mientras maldice su mala suerte y piensa que esa noche no debería haber salido de casa.
Se mete entre unos arbustos y logra saltar la valla del parque por la parte menos iluminada, la más alejada de los coches de policía porque no es accesible para estos. Por un momento, tiene la errónea sensación de que se ha librado, pero entonces escucha un grito y siente una corriente que la hace correr todavía más deprisa.

—¡Alto, policía!

Chiara gira la cabeza mientras echa una pierna delante de la otra como una desquiciada, tomando una calle estrecha que hace subida para terminar de rematar su repertorio de malas decisiones de esa noche. Detrás lleva a una agente de la Policía que le está ganando terreno a gran velocidad.

—¡Para de correr! -insiste la policía.

Chiara nota los músculos de las piernas a punto de explotarle del esfuerzo y le falta el aliento como si fuera una embarazada a punto de parir. Vuelve a echar un vistazo hacia atrás y comprende que no tiene escapatoria, tiene a la agente casi encima y a ella ya no le quedan fuerzas para seguir corriendo, así que empieza a decelerar y en menos de un segundo, nota el impacto del cuerpo de la policía en su espalda.
Chiara no opone resistencia alguna, así que Violeta, al ver que no supone una amenaza, se limita a reducirla y a pedirle que se ponga de cara a la pared.

—Voy a proceder a registrarla — anuncia Violeta poniéndose unos guantes.

Chiara, tras echar una mirada hacia atrás y verle por fin la cara a su interlocutora, asiente jadeante.
Ya la ha visto otras veces por el pueblo y también la conoce de verla por el instituto. Violeta Hódar, dos años mayor que ella y también la chica inaccesible por la que muchas, incluida ella misma, suspiraban cuando la veían besándose con Leti, su novia de entonces.
Ahora la tiene ahí, con las manos palmeando cada parte de su cuerpo sospechosa de ocultar algo y Chiara nota como se le seca la boca y le burbujea el estómago de un modo completamente desconocido.

Kivi- One shots Where stories live. Discover now