Capítulo 3

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Fueron tres golpes en la puerta que lo hicieron despertar, abriendo los ojos de forma perezosa para observar ese viejo y mohoso techo. Dios una respiración lenta, otra profunda y exhaló todo el aire de sus pulmones antes de sentarse y pasar su mano por su cabello castaño, antes de sacudirlo y sentir el amargo sabor en su boca. Era asqueroso. Hizo una mueca de disgusto, cerrando los ojos y dirigiendo la cabeza hacia la puerta, automáticamente, los golpes iniciaron de nuevo.

Uno, dos y tres.

Pensando que sería de nuevo Elenois, decidió tardarse un poco en responder. Su cuerpo dolía como el infierno, había dormido en una muy mala posición desde al menos hace cinco horas. Cinco horas. Eran las diez y media de la noche cuando Elenois tocó su puerta y él cayó contra el sofá. ¿Quién tocaría su puerta casi a las cinco de la mañana? Los golpes se repitieron de nuevo, alarmándolo y obligando a su sistema completo despertar.

Se levantó del sofá y retrocedió hasta golpear su espalda contra la pared. Aquellos ojos marrones miraron fijamente la puerta con pavor, una gota de sudor frío corriendo por su frente mientras observa los objetos que puedan causar un posible daño, o al menos una buena contusión si se aplica la fuerza correcta contra una cabeza. El ritmo cardíaco iba en aumento, el aire en sus pulmones parecía llenarlo y abandonarlo ferozmente tras cada respiración que luchaba por relajarlo, pero causaba el efecto contrario.

Finalmente, se vio obligado a acercarse cuando otro golpe se escuchó, su mano tomó de inmediato un bonito pajarito de cerámica y caminó con cautela hacia la puerta antes de ver a través de la mirilla. Quedó desconcertado al ver solo el torso, uno bastante amplio, uno que conocía muy bien. Un escalofrío recorrió su cuerpo al recordar de nuevo esa mirada verde tan fría e indiferente de hace horas atrás.

Apretó el zapato en su mano y retrocedió un momento. ¿Por qué ese hombre lo buscaba ahora? ¿Él era el tal Jackson del que Elenois hablaba? Oh, su encargo. Francis suspiró y abrió ligeramente la puerta, asomando solo un ojo curioso, yendo de abajo hacia arriba y congelándose cuando notó la sangre que cubría al hombre. Azotó la puerta en la cara del tipo, no le dio tiempo de dejarlo hablar, se recargó contra la puerta, usando todo su peso para evitar que ese enorme hombre tratara de tumbar la puerta.

—¿Francis...?

¿Dijo su nombre? ¿Cómo demonios sabe su nombre? Se aferró con las uñas a la puerta y miró al suelo con pavor. ¿Qué tal si no era sangre y tal vez se trataba de otro líquido?

—Francis...

No, definitivamente era un Doppleganger. No podía confiar en absolutamente nadie, nadie. Porque nunca se puede garantizar correctamente que alguien que cruza esas puertas es un humano real. Muchos dobles son tan perfectos que innegable que incluso copian a la perfección cada pequeño detalle en la personalidad de alguien. Pero son casos raros, bastante aislados en verdad. De nuevo se escuchó un golpe que lo sacó de su mundo de pensamiento, regresándolo a ese terrible momento.

—Francis, soy Jackson, tu vecino de al lado, te vi está mañana cuando caíste al suelo.

De todas las cosas que pudo decir, tuvo que mencionar eso. Chascó la lengua y se encogió de hombros debido a la molestia y vergüenza de recordar ese evento. Los dobles no eran capaces de copiar memorias, apariencia y personalidad sí, las memorias eran a lo único que jamás podían llegar. De nuevo abrió la puerta con lentitud, asomándose levemente para mirar a Jackson con molestia.

—Te recuerdo —susurró con ligera hostilidad—. ¿Qué necesitas?

Al otro lado de la puerta, esos brillantes y fríos ojos verdes miraron el ceño fruncido de Francis, su mirada cansada y ese tono de sospecha. No lo culpa, no está en su mejor momento para mostrarse amigable, sobre todo por la hora también en la cual se presenta.

We'll Meet Again ||Francis Mosses||Where stories live. Discover now