(ᴅᴇꜱ) ᴄᴏɴᴏᴄɪᴅᴏꜱ (pausado).

11: ᴛᴇᴏ...

¿Y si su padre tenía razón? ¿Y si las cartas en realidad le pertenecían a una persona que no estaba en sus cabales? O tal vez, para llamar la atención de quien las encontrara y nada más... Sooha las releía una y otra vez, llegando a la conclusión de que su curiosidad lo estaba traicionando y sí, se estaba preocupando demasiado por unas iniciales sin saber con quién se estaba metiendo. Guardó las cartas en sus bolsillos y regresó a la fábrica abandonada, para dejarlas en donde las había hallado y así continuar con su vida.

En el camino, se detuvo a pensarlo de nuevo; "J.H.T" esto y aquello, ¿y qué había de las coincidencias con el instituto? ¡Las cartas no tenían fecha! Aquel emisor podría haberlas escrito años atrás y haber terminado sus estudios para irse, o quién sabe qué otra cosa podría haber pasado. Entre quejas, Young volvió a retomar el camino e ignoró sus pensamientos, apresurado por olvidar toda esa locura. Casi llegaba a la zona de la fábrica, pero vio a alguien salir de allí. Lo siguió.

Y también lo reconoció.

---¡Ya! ---llamó con un grito su atención---. ¿Qué hacías allá?

Teo miró por dónde había venido y negó con la cabeza.

---Nada ---respondió. Sooha notó que traía un labio partido y una mejilla morada.

---¿Te metiste en problemas? ---Teo volvió a negar---. ¿Entonces quién te hizo eso?

---Nadie... ---se alejó---. Resbalé.

Sooha frunció el ceño.

---¿Esto va a ser una costumbre? Porque no te creo. Alguien lo hizo, ¿quién fue?

No obtuvo ninguna respuesta de su parte, pero sí se sintió culpable por ver que unas lágrimas se escurrían de esos ojos relentes que vivían con miedo constantemente. Young Sooha suspiró y le pidió a Teo que lo acompañara a caminar por ahí hasta que se despejara. No le preguntaría nada y esperaría a que él mismo decidiera contarle lo que le ocurrió. Aunque no paraba de llorar, fue paciente con él.

Teo logró calmarse y frotó su rostro con las mangas de su camisa. Le dolia el estómago y se sentía un poco mareado, por lo que también frotó su estómago y dejó escapar un jadeo que preocupó a su compañero.

---¿Qué tienes?

---Tengo que vomitar... ---decía el chico dando arcadas. Sooha se puso pronto de pie y lo sostuvo hasta que llegaron detrás de un árbol y ahí palmeó su espalda. Reprimió el asco, pero finalmente, pudo ayudar a Teo a que no se sintiera peor.

---Espérame aquí ---le dijo.

Corrió a su casa, sacó una botella de agua de la nevera y tomó los chicles que Minji guardaba en su bolso, para luego, regresar y dárselos a Teo para que se recuperara. El chico se lo agradeció y enjuagó su boca y mascó un chicle.

---¿Mejor? ---le preguntó Sooha. Él asintió---. ¿Sufres de los nervios?

---Algo así...

---Tienes que ir al hospital a que te revisen, Teo. Si sigues vomitando, te puedes poner débil.

---Lo sé... Es asqueroso...

---Por cierto, ahora que lo recuerdo, ¿comiste las frutas?

Teo asintió.

---Sí, sobre eso, tengo que agradecerte. Tenía mucha hambre y me sentí muy avergonzado por querer llevar esa vianda sin... pagar...

Sooha palmeó su hombro, riendo un poco.

---Tranquilo. Sólo tú y yo, y la señora de la tienda, sabemos eso. Olvidé decirte que cuando vuelvas a tener hambre, vayas a ella y se lo hagas saber. No va a negarte algo tan importante como lo es comer.

Por primera vez, Teo dejaba salir una sonrisa sin fingimiento.

---Gracias, Young Sooha. Te debo mucho.

---No es nada y, por favor, no dudes en pedirme ayuda. Yo vivo a dos cuadras de aquí ---y le indicó todo para que supiera en dónde quedaba su casa y su dirección---. ¿Sí?

---¿Puedo ir a tu casa después de clases?

---¡Claro que sí! Y, ya que estamos, ¿a qué salón vas?

Hablaron hasta que atardeció. Después, cada uno prometió volver a verse y regresaron a sus hogares, dejando de lado el tema de las cartas y la sospecha de haber visto salir de la fábrica a uno de los dos.