-15-

354 86 11
                                    

Después de que Enrique reuniera a todos los gerentes a la sala juntas y también al contador, Gloria está muy pendiente de todo. Había preparado una gran cantidad de café y un par de galletas que pidió por  el delivery.

Mientras esperaba el resultado de aquello, buscó en el ordenador un par de plantillas que el padre de Enrique le había proporcionado. Todas ellas tenían un momento específico para usarse. Los asesores en esa empresa eran algo convencional, por lo que tenía ahí las palabras correctas para cancelar el servicio.

—¿Has sabido algo? —preguntó la asistente contable.

—No, cada vez que entro están callados. Mi jefe me ha pedido que no continuaramos con las asesorías. Todo eso fue después de que uno de los clientes principales saliera.

—¿Crees que la televisora...?

—Espero que no nos quitaran las posibilidades de hacer las publicidades.

—Por si acaso enviaré mi hoja de vida a algún otro lugar. Mejor salir antes que el barco se hunda, hay cuentas que debemos pagar. No heredaremos la empresa, Gloria —pronunció la chica que después siguió su camino con una sonrisa en su boca.

Evidentemente, Gloria tampoco permanecería muchos años ahí, pero le preocupaba lo que ocurría, ya que los puestos laborales de otras personas estaban en riesgo. Ella no tenía necesidad de trabajar, pero sin dudas quería conocer lo que era el mundo en el cual le tocaría estar. Sus padres habían escalado para llegar a ser lo que eran en ese momento. No eran grandes herederos, aunque Gloria sabía que heredaría muchas propiedades y dinero de sus padres gracias a sus años de trabajo y también a las inversiones y seguros que habían contratado. Sin embargo, no por eso ella podía vivir la vida loca y olvidarse de que debía forjarse para llegar a ser alguien por su cuenta.

La reunión de los gerentes terminó en un silencio sepulcral y cada uno de ellos regresó a su sitio. Cuando Enrique salió, tampoco la había mirado, pasó de largo sin mucho que decir y era preferible que no preguntara ni dijera nada. Lo mejor era limitarse a lo que le podía pedir.

Llegó la hora de ir a la universidad y Gloria salió como todos los días para coger el bus que la llevaría hasta ahí. Estaba en la parada, esperando a que viniera la línea que la llevaría, mas el lujoso vehículo de su jefe paró frente al lugar.

—Te llevaré, Gloria —dijo Enrique haciéndole un movimiento con la mano para que se apresurara a subir.

Las demás personas que estaban ahí la miraban como si ella estuviera perdiendo el tiempo ahí sentada son subir al automóvil. Se apresuró para que no siguieran mirándola. Subió al coche de Enrique y se sentó en el asiento del acompañante un poco cohibida, pues no habían conversado después de que él tuviera un mal día.

—Gracias por darme una mano —agradeció la chica.

—¿Vas a la universidad o a tu casa? —preguntó Enrique para despejar su mente.

—A la universidad...

Después de responder eso, ninguno de ellos continuó hablando. Enrique daba por sentado que sabía la dirección exacta de su universidad y Gloria no quería molestar con preguntas. Desde que se convirtió en secretaría, entendió que los jefes no hablaban cuando no tenían ganas u que preguntar podría representar un mal momento.

—El cliente recortó el plazo. Pagará las penalidades del contrato, pero es algo malo, Gloria —contó Enrique—, es malo para la idea de levantar la empresa. Contrataremos nuevos asesores y espero que con eso podamos levantarnos. No estoy seguro de que sea el tiempo de despedir, tendré que analizarlo de acuerdo a próximos informes. No he hablado en todo el día porque no sabía cómo tomar la situación.

—Estoy segura de que todo saldrá bien, eres capaz de hacerlo. De mi parte, hice lo que solicitaste para culminar el contrato de los asesores actuales.

—Tal vez sea precipitado, pero no quiero saber nada de ellos, no me han convencido de nada y tampoco pude convencer al cliente de que no se vaya con la competencia. Tengo la idea firme de retener a este es ir por el otro pez, el más gordo.

—Tu padre estaría orgulloso al oírte. El interés que tienes en la empresa es algo inaudito.

Enrique colocó su mano sobre una de las piernas de Gloria y la acaricó.

—Sabes subir la moral, Gloria. ¿No prefieres salir conmigo esta noche? Necesito despejar mi mente y tú logras que me sienta tranquilo.

—No puedo hacerlo, mi padre me buscará a la salida de la universidad. Si sabe que no he ido, pegará el grito en el cielo. Además, saldremos el sábado.

—Ufff... Recién el sábado... —farfulló.

—Tú pudiste el día. No puedes cambiar mis planes de la semana. Soy organizada y responsable.

—Está bien, pero te escribiré.

—¡Oye, es aquí! ¡No te pases! —expresó Gloria, exaltada, al ver que pasaban la entrada de la universidad.

Él paró el coche para que ella pudiera bajar.

—Te veré mañana... —se despidió la joven, pero Enrique cogió su mano—. ¿Qué?

—Dame un beso, Gloria...

Gloria rio y le dio un beso que ella quiso que no fuera largo, pero que terminó siendo más profundo de lo deseado, ya que Enrique no solo acarició sus piernas, sino también subió hasta llegar a la zona de sus pechos para apretarlos con fuerza, al igual que cambiaba de lugar para apretarla ahí abajo. Eso ya eras más de lo que ella podía tolerar, pues no estaba acostumbrada a que le acariciaran partes de su cuerpo en un coche y menos frente a la casa de estudios que debía respetar.

—Enrique, debo irme —habló ella que de separó con premura de él.

—Te veré mañana...

—Adiós...

El jefe de Gloria miró por el espejo como la joven caminaba hacia la universidad y en el trayecto se encontró con una chica y un chico con los cuales comenzó su caminata. No le gustó ver a ese joven cerca de ella, pero no podía volverse loco por una tontería. Tenía una negocio que estaba a punto de caer en la quiebra. Había más cosas por las cuales preocuparse.

Buenas tardes.

Vamos lento jajajaja pero seguro.

Mi inocente secretaria Where stories live. Discover now